17/2/18

Entrevista en radio sobre "Sinfonía de Praga"


Entrevista con Jaume Segalés en la radio.

Me sorprendió su profundo conocimiento de Sinfonía de Praga.

Si os animáis, la podéis escuchar aquí.


El narrador de “Sinfonía de Praga”



          Quien narra es quien es, aunque no se sabe quién es ni cómo se llama o cómo se denomina o cómo se le ha de nombrar, cuál sea su profesión, cuál su mera apariencia exterior, cuál sea su edad, cuáles sus sentimientos o emociones, cuáles sus pensamientos o su forma de ser. Se sabe lo que se sabe, o lo que se nos permite saber.
          
          Quien cuenta, quien narra la historia, a la vez que se narra a sí mismo narra a los demás, a cada cual según su grado de conocimiento.

          ¿Quién cuenta? ¿Quién narra? ¿Desde qué perspectiva? ¿Con qué grado de verdad?

          Si todos los narradores mienten... ¿qué significado, qué verdad se puede —en suma— atribuir al narrador que dice lo que dice?

(Proposiciones 55-57 de “1.11 Mena, ganga, esquirlas y virutas (Making of)”, en 1. “Taller” de Compleméntum (Manifiesto) y Sinfonía de Praga (459)).


16/2/18

“Sinfonía de Praga”, una novela matrioska en una ciudad matrioska


          Ese magnífico profesor que es José Manuel Querol acaba de publicar en “El Cuaderno, extraordinario cuaderno digital de cutura, una ingeniosa reseña sobre Sinfonía de Praga (https://elcuadernodigital.com/2018/02/15/la-ciudad-matrioska-la-novela-matrioska/).

          El profesor Querol considera a “Sinfonía de Praga” como una novela postmoderna que dinamita la teoría de los géneros narrativos, un objeto artístico, «un rizoma ciudadano, un cúmulo de laberintos narrativos y estilísticos, pero también gnoseológicos, por los que poder perdernos al tiempo que nos acoge la cuidad de Praga, contexto, actante y, diría, hasta protagonista, del texto. Tiempo y espacio, un modelo einsteiniano de arte que concilia el proceso creador, la estructura del objeto y el tema (su tópico nuclear) explicando la Teoría de la Relatividad con la vida humana».


          Aunque os invito a leer la reseña completa, resaltaré un par de fragmentos de la misma:

          «Un rizoma de interconexiones [...] en el que nada es estable, todo es cambiante, mutable, y el lector se ve arrastrado a transitar por cada una de las vidas que parecen concentrarse sobre las calles de Praga, sobre el laberinto físico de sus puentes, del barrio judío, de las salas de conciertos; vidas amontonadas en segmentos de tiempo diferentes sobre el mismo adoquín mientras tiempo y espacio se pliegan para reunir a todas esas vidas que deambulan por la ciudad con rumbo incierto».

          «El problema ( y la virtud) de esta narración no está en el texto, el problema (y su virtud) está en nuestra debilidad como lectores cuando pretendemos hacer un dogma del principio aquel de literatura y vida de Goethe, cuando, al final, la verdad y la mentira son como un gato al que Schrödinger hubiera encerrado en una caja, y al final puede que todo sea a la vez una cosa y la contraria, mentira y verdad, gato muerto y gato vivo, de lo que en última instancia sólo puede uno decir que merece la pena leer el texto sin pensar en el gato, y disfrutar de una historia nueva, diferente a lo que encontramos en el panorama editorial español, tan centrado en el propio ombligo histórico de nuestra tragedia civil, tan provinciano que le da miedo ser europeo y salir a la geografía y a la Historia de la que somos periferia, leer la novela y descubrir que la narración sentimental no tiene nada que ver con la educación sentimental y que un modo de narrar diferente es posible para atrapar a todo tipo de lectores (o casi todo tipo de lectores)».

          Muchas gracias, José Manuel Querol, por permitirnos seguir reflexionando y aprendiendo de tu sabia pluma y obligar a este autor a contrastar unan vez más el arte de hacer novelas en este tiempo con la práctica que se manifiesta en “Sinfonía de Praga”.



15/2/18

¿Y si no hubiera clavo en la pared?


           Podría ser poco ortodoxo —y acaso nada recomendable para la unidad y coherencia interna de la obra artística— que el clavo estuviera en la pared y no llegara a aparecer el protagonista al que ahorcar (por no mencionar la pistola que hay que disparar), contraviniendo la pragmática de Antón Chéjov.

          Pero qué me diríais si tuviéramos el personaje para ahorcar y no hubiera modo de encontrar clavo en que colgarle... ¿Le dejamos vivito y coleando, pues? ¿O acaso le llevamos ante el paredón de ejecución, o le aplicamos garrote vil, o le instalamos en la silla eléctrica, o le premiamos con una inyección letal?
          Y en esas preguntas está el principio de la novela, el principio de la obra artística.

(Proposición 23 de “1.11 Mena, ganga, esquirlas y virutas (Making of)”, en 1. “Taller” de Compleméntum (Manifiesto) de Sinfonía de Praga).


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