El 16 de junio de 1930, rememorando otro 16 de junio tan bien
asentado en el canon de la literatura universal, llega a Hlavní nádraží, la estación central de trenes
de Praga, la joven Lieserl Einstein.
Y ese mismo día 16 de junio, tal día como hoy, escribe la
joven Lieserl en su Diario, tal como se recoge en Sinfonía de Praga (Pág. 128):
¿Qué estoy buscando, Dios
mío? ¿A quién estoy buscando en esta Praga —que no es Dublín ni es Moscú— un
día como hoy, cuando ya el rubicundo Apolo ha tendido por la faz de la ancha y
espaciosa tierra las doradas hebras de sus hermosos cabellos, como habrá de
escribir el sabio narrador que estos hechos ha de relatar en los venideros
tiempos?
Y más tarde, en 1931, aunque sin datarlo con precisión, Lieserl
escribe en su Diario:
Max me ha contado con pelos
y señales la presentación pública que se hizo en París el pasado 31 de marzo de
Work in Progress, la obra en la que está trabajando Joyce
desde que dio a la luz Ulises. Para ello han realizado la lectura
pública de un fragmento de la obra, Anna
Livia Plurabelle, en su
versión francesa.
Con la presencia de Harriet
Shaw Weaver, que acudió tras
reiteradas súplicas del propio James Joyce, abrió la velada Adrienne Monnier, que
recordó su primer encuentro con el novelista irlandés en 1920 y dio algunos
datos sobre su influencia en Francia, muy especialmente a raíz de la
publicación del Ulises...
[…]
¡Bendito James Augustine
Aloysius Joyce, que finalmente ha decidido casarse en Londres con Nora Joseph
Barnacle, con quien había convivido en concubinato desde que se fugaron de
Irlanda en 1904! ¡Bendito James y bendita Nora, benditos ambos; y benditos de
nosotros, que hemos tenido acceso a la obra del bardo irlandés!
Y tras la muerte del bardo irlandés, en 1941, podemos leer el
siguiente texto en su Diario:
James Joyce ha muerto el
pasado 13 de enero en Zúrich, donde había logrado refugio en su huida de las
hordas nazis que habían invadido Francia. ¡Descanse
en paz el más grande!
En
homenaje, estoy leyendo nuevamente Ulises: «Stately, plump Buck
Mulligan came from the stairhead, bearing a bowl of lather on which a mirror
and a razor lay crossed...». Para poder
concluir con el resignado a la vez que gozoso «and yes I said yes I will Yes».
E
incluso querría ir más lejos, aunque me cueste, e insistir una vez más en su Finnegans
Wake: «riverrun past Eve and Adam’s, from swerve of shore to bend of bay,
brings us by a commodius vicus of recirculation back to Howth Castle and
Environs», prosiguiendo el bucle, ciclo infinito que se abre con las
palabras que cierran la novela: «A way a lone a last a loved a long the».
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