28/3/21

¡Oh, tiempos aquellos...!

 

 

Somos lo que somos,

lo sabes bien;

somos lo que fuimos,

lo que unos y otros nos ayudaron a ser

nature más que nurture

hasta hacernos así.


(De «Esta es la vida»)

 

 




Tiempos de Cuaresma, el alma encogida

–que no suene la radio, que no suene,

que la música no se oiga, que nada resuene;

en este valle de lágrimas solos–.

 

Viernes de Dolores, de novenas y rezos;

Sábado de Pasión, anuncio de lo que vendrá,

de lo que tiene que venir.

 

Y entonces llega Domingo de Ramos:

¡Ojalá este año sí que haya algo que estrenar!

Hay alegría y alborozo en el ambiente:

Procesión sobre carrizas, tomillo, lirios y flores multicolores;

ramas de pino y palmas en las manos de los villahibierenses,

confundiendo memoria y deseo:

Jesús, que triunfante entró

domingo en Jerusalén,

por Mesías le aclamó

todo el pueblo, y en tropel

a recibirle salió.

¡Ay, alegría y alborozo, cuán pasajeros, la Semana Santa

llamando a la puerta está!

 

Las campanas de la iglesia no suenan,

no pueden sonar;

el Campanín, enmudecido,

no debe sonar;

que nada resuene,

todos compungidos –¡pura escatología!–,

todos rememorando la pasión

y muerte de Cristo Jesús, el Señor.

 

Por las noches, en el Rosario de la buena muerte, los mozos,

allá en el coro, desde lo alto, con voz poderosa y tonante:

¡Danos, Señor, buena muerte,

por tu santísima muerte!;

una y otra vez, resonando

entre las frías paredes de la iglesia,

mientras voces en eco responden.

 

¡Danos, Señor, buena muerte,

por tu santísima muerte!,

entonan voces de chavales traviesos y desarrapados

–mocosos de pantalón corto–.

 

¡Danos, Señor, buena muerte,

por tu santísima muerte!,

cantan niñas angelicales y núbiles mozas.

 

¡Danos, Señor, buena muerte

por tu santísima muerte!,

en coro mixto de gargantas

de hombres y mujeres enhiestos,

curtidos por el sol, que, alienados y ajenos,

elevan ojos, voces y mentes hacia lo más alto

desde una tierra inmisericorde, desangrada y aleve.

 

Tiempos aquellos de oficios religiosos

de tardenoche de Jueves y Viernes Santo:

Viernes Santo, ¡qué dolor!

Expiró crucificado

Cristo nuestro Redentor,

mas antes dijo angustiado

siete palabras de amor.

Un túmulo vestido de fúnebre crespón negro y arabescos dorados;

aroma de incienso y de mil velas encendidas;

las imágenes de la iglesia bien ocultas tras un paño morado:

Que nada se vea, que nada se oiga,

que solo se sientan las siete palabras de Jesús:

Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.

Y luego, compungidos:

¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?

(¡Elí, Elí! ¿lama sabactaní!).

 

Tiempos aquellos del Calvario por la cuesta arriba,

camino de la Cruz, nuestro Gólgota,

mientras un paño blanco pendente y sonoro

es volteado una y otra vez por el frío viento en lo alto, junto al inri,

y todo el pueblo a una –¡somos uno!

¡somos lo que somos! ¡somos lo que fuimos!–

entona la primera estación del Viacrucis (Jesús es condenado a muerte):

¡Jesús tan afligido;

Jesús atormentado!

Llorad, pues, ojos míos;

llorad por vuestro Amado;

y la segunda y la tercera y la cuarta y la quinta estación de Simón el Cireneo

y la sexta de la valiente y generosa Verónica

y la séptima, Jesús caído por segunda vez;

y, cuando todo ya se ha consumado

(Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu),

llegar a la decimoquinta estación

–larga es la vida y el camino

que al Gólgota nos ha de llevar:

En mi principio está mi fin,

en mi fin está mi principio–.

 

Y ya, acogidos entre las cuatro desnudas paredes de la iglesia vieja,

con la Negrilla a nuestra vera, expectante,

cantar, emocionados, la Salve:

Salve, triste Reina, de dolores Madre;

solitaria Virgen en la cruz estable.

Oh, mar de amarguras; oh, mar de pesares;

oh, mar de dolores, ¡salve, salve, salve!

 

Tiempos aquellos de penitencia;

tiempos de confesión y comunión,

de rezos sinceros y entregados –los brazos en cruz–,

de matar judíos,

de vigilia y ayuno –si es que no hay bula–,

de sopas de ajo y potaje de verduras.

 

Tiempos de bacalao seco y salado para todos,

de roscas de sartén, mantecadas y torrijas de Madre

y de esa rica ensalada de huevos cocidos, escabeche y cebolla

–¡cómo la disfruta Padre–.

 

Tiempos del oficio de Sábado Santo:

está la iglesia a oscuras,

el agua bendecida está.

Y entonces se hace la luz

porque el Señor resucitó

(¡Resurrexit, sicut dixit; alleluia, alleluia!):

¡Que las campanas toquen a gloria,

que Jesús resucitó!

¡Que venga la Pascua, mozas;

mozas, que se nos va la Pascua,

la Pascua de Resurrección!

 

¿Y qué hace ahí esa cuelga de huevos,

enhiesta y colgada en lo alto?

–Ah, es la huevada de los mozos:

¡Quién fuera mozo toda la vida!

¡Quién toda la vida mozo fuera!–.

¿Y este ramo, de flores que no de cardos,

en la reja de la ventana de esa moza casadera?

¡Quién fuera ella, esa moza casadera,

la que todos los quintos y mozos cortejan y pretenden!

 

Y entonces todo lo ilumina la Pascua

y la procesión del encuentro, festiva y gozosa,

dos caminos que se juntan:

De hombres, mozos y chicos;

de mujeres, mozas y chicas.

Todos ya casi uno, cantando a dos coros:

Quítate ese manto negro

y revístete de gala

que viene resplandeciente

el que Tú, muerto, llorabas.

 

Y la melodía prosigue, gozosa y festiva:

Regocíjate, María,

que ya todo se cumplió,

pues resucitó Jesús

antes de salir el sol.

 

Y al fin vendrá Pascuina:

Todos de merendola,

a Entrelosríos todos

–agua y verde y agua–.

 

¡Oh, tiempos aquellos, que no son estos,

tiempos remembrados

de la Semana Santa villahibierense!:

Somos lo que somos; somos lo que fuimos,

lo que unos y otros nos llegaron a ser.

 

 

Notas:

 

Como ya habían hecho en otras ocasiones, Alejandro González Martínez y las gentes de Villahibiera me solicitaron hace unos días el texto que querían integrar en el vídeo que estaban preparando con motivo de la Semana Santa, donde se había de recordar lo que durante tantos años por esta época hemos vivido los villahibierenses.

El vídeo puede verse en: https://www.youtube.com/watch?v=FFQxQC0diDY.

El poema que les hice llegar, como texto literario que es, integra un intenso juego de recursos retóricos y estilísticos y de elementos literarios y paratextuales que el lector habrá de descubrir.

E integra, sobre todo, elementos religiosos y sociales que los villahibierenses hemos compartido de generación en generación y que bien guardamos en nuestras mentes y en nuestros corazones: Emotivos oficios religiosos de los días de Semana Santa; estreno de ropa el Domingo de Ramos; canciones religiosas que se entonaban en cada uno de los actos religiosos que se celebraban en comunidad; el Rosario de la buena muerte; ¡Danos, Señor, buena muerte, /por tu santísima muerte!; el Calvario por la Cruz; Llorad, pues, ojos míos; /llorad por vuestro Amado; el Campanín; la Iglesia vieja; la Negrilla; Salve, triste Reina, de dolores Madre; sopas de ajo y potaje de verduras; la procesión de Domingo Ramos o la procesión del encuentro; Quítate ese manto negro / y revístete de gala; las bulas; las roscas de sartén, mantecadas y torrijas de Madre; la ensalada de huevos cocidos de vigilia de Padre; ¡Resurrexit, sicut dixit; alleluia, alleluia!; la huevada de los mozos; un ramo de flores en la reja de esa moza casadera; la merienda de Pascuina…

Al inicio del poema se citan unos versos de «Esta es la vida», el poema que escribimos el pasado verano en la visita que hicimos al pueblo y que define bien lo que somos (Somos lo que somos, somos lo que fuimos). Elementos de esos versos se reiteran en el interior del poema (Versos 70-71) y se parafrasean en la estrofa final que cierra y concluye el texto.

Verso 13 (confundiendo memoria y deseo): Ya estaba en el poema «¡Todos juntos!», que escribimos para los villahibierenses en su día. Y estaba también en Sinfonía de Praga, y en más de una ocasión en el blog que acompaña a la novela, donde hemos hecho referencia a los versos que abren Tierra baldía de Eliot, tal como se parafrasea en la novela (Pág. 307).

Verso 45 (hombres y mujeres enhiestos): Como ya hicimos en el poema «¡Todos juntos!», se homenajea a los hombres y mujeres de Villahibiera, que no son muy distintos de los hombres y mujeres de tantos otros pueblos de nuestra España, de esa España vacía y vaciada: Seres humanos firmes, recios, enhiestos a pesar de la adversidad o de las inclemencias del tiempo o de los embates de la naturaleza; con sus ojos dirigidos hacia el cielo, con mentalidad religiosa acendrada –mirando hacia arriba, hacia el cielo– y escrutando la naturaleza –mirando hacia el horizonte, intentando adivinar si iba llover o si escampaba, si hacía sol o iba a helar–; y, aunque alienados y ajenos, asentados firmemente en una tierra inmisericorde, desangrada y aleve.

Los versos parafrasean el texto de nuestra contribución a la exposición de fotografías que sobre la escultura del escultor villahibierense Amancio González Andrés “La Negrilla”, ubicada en el centro de la ciudad de León, se realizó en la primavera de 2019 en el Museo Gaudí–Casa Botines.

Puede verse al respecto:

http://sinfoniadepraga.blogspot.com/2019/05/la-negrilla-de-villahibiera.html

http://sinfoniadepraga.blogspot.com/2019/05/la-negrilla.html.

Y los chavales traviesos y desarrapados –mocosos de pantalón corto– (Versos 38 y 39) o las niñas angelicales y núbiles mozas (Verso 42) han de situarse en el mismo contexto indicado.

Versos 85 y 86 (En mi principio está mi fin, / en mi fin está mi principio): En un juego antitético, se citan los versos que abren y cierran el “East Cocker” de Eliot, a los que ya aludimos en el poema «¡Por ti, por cada uno de los que os habéis ido! –en memoria y homenaje», que escribimos en memoria y homenaje a los fallecidos en la pandemia del coronavirus Covid-19.

Por otra parte, en el epígrafe 94 de “Taller” de 1.11 “Mena, ganga, esquirlas y virutas (Making of)” de Compleméntum (Manifiesto) de Sinfonía de Praga escrito está lo siguiente [http://www.sinfoniadepraga.es/index.php/aaaa]:

«En mi principio está mi fin... en mi fin está mi principio».

Escribe T. S. Eliot (East Coker) para abrir y cerrar el segundo de sus Cuartetos, asociando principio beginningy fin endque puede recordar a Heráclito (El principio y el fin son la misma cosa) si fin tiene el significado de final, o casi limitarse a parafrasear el lema bordado en el trono de María Estuardo de Escocia (“En ma fin est mon commencement”, o un bien conocido lema moralizante de la Edad Media, bien ejemplificado por el rondó de Guillaume de Machaut).

Ahora bien, si, tal como sucede en español, fin tiene también el significado de finalidad, podríamos abrir así una caja de pandora, un ciclo infinito o bucle, o una novela proteica y miscelánea, o no.

Hace todo ello referencia a las frases que abren y cierran la novela Sinfonía de Praga, donde las palabras principio y fin tienen una especial relevancia y significación, como bien saben los buenos lectores de la obra.

Verso 113 (mozas, que se nos va la Pascua): Se cita el poema de la lírica popular de Góngora, que glosa el carpe diem horaciano, lírica popular en octosílabos que está muy presente a lo largo de todo nuestro poema.

Verso 117 (la huevada de los mozos): El significado de la cuelga de huevos, enhiesta y colgada en lo alto de la iglesia no es necesario explicárselo a los villahibierenses. ¡Qué rica la tortilla de patata para comenzar la celebración de la Pascua el Sábado Santo por la noche tal como hacían los mozos! ¿Y con qué huevos? Huevos de gallina robados uno a uno, de casa en casa ajena, que tenía más mérito y era ms gratificante y acaso porque ni los había en la casa propia ni tampoco dinero para comprarlos en Casa Petra, la Fea–.

Y en paralelismo con la huevada de los mozos, ese ramo, de flores que no de cardos, en la reja de la ventana de esa moza casadera.

Versos 126 y siguientes (dos caminos que se juntan): Se rememora la procesión del encuentro de Pascua de Resurrección, con los hombres, mozos y chicos con Jesús saliendo de la iglesia por un lado, y las mujeres, mozas y chicas acompañando a la Virgen por el otro. Y en la mente, como no podía ser de otro modo, Borges y los senderos que se bifurcan, y, a veces, se encuentran.

Versos 141 y 142 (a Entrelosríos todos / –agua y verde y agua–): ¡Oh, parajes de la infancia, remembranza de gozosa merienda el día de Pascuina, al día siguiente de la Pascua de Resurrección, reunidos en familia!

Y los versos reiteran palabras que ya aparecían en «¡Todos juntos!».

Versos 146 y 147: Concluye el poema parafraseando los versos que se citan al inicio del texto, extraídos de «Esta es la vida», el poema que escribimos el pasado verano en la visita a Villahibiera. Aunque, si bien se observa, con alguna alteración en su contenido. ¡Así es la literatura, así son los creadores de arte!

 

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