28/4/19

¡Florecen las magnolias!



         En abril de 1940, en esa novela que tú y yo sabemos (Págs. 307-308), en el Diario de Lieserl Einstein, la primavera estalla en todo su esplendor:


        

         Sí, ya sé: April is the cruellest month, pero cómo podrían elevarse si no las lilas desde la tierra muerta para confundir memoria y deseo. ¡Y las magnolias, cómo florecen! Parece que llegadas a Europa desde China el año 1789, el año de la toma de la Bastilla, la magnolia es el árbol con flor más antiguo que existe. Reliquia del cretácico, árbol longevo, caducifolio y generoso, que cuanto más envejece y hasta se retuerce más flores exhibe. Magnolia que sorprende al doblar una esquina con su ofrenda exuberante anclada en la prehistoria y que se presenta a través de decenas de variedades: si con flores blancas y pétalos abiertos como una estrella será una Magnolia stellata, originaria de Japón; si tiene tonos rosados, con forma de tulipa y un ligero perfume a limón será una Magnolia soulangeana; si sus flores son púrpura oscura será Magnolia liliflora ‘Nigra’; y podrá también ser Magnolia denudata ‘Yulan’ o Magnolia ‘Susan’ o Magnolia ‘George Henry Kern’ o una de tantas variedades como me sorprenden y me inundan, árboles nevados, sin hojas, vestidos de tanta belleza, sin embargo, ay, pronto marchita, pero por ello más bella y admirada, que se irá depositando, ajada, en el suelo para ser sustituida por una poblada selva de hojas verdes.



         Y a partir de tanta magnolia, rodeándola y complementándola, Azalea mollis, Hibiscus syriacus, Rhododendrum ‘Nova Zembla’ y ‘Rêve d'Amour’ o tantas otras variedades a cual más vistosas de azaleas y rododendros, y Viburnum plicatumKalina japonská’, Acer palmatum, Acer platanoides, Prunus semulata, Syringa vulgaris a veces blanca, violácea otras o liliácea en ocasiones, Wisteria sinensis, Wisteria ‘Amethys Falls’, Hydrangea macrophilla, Cornus florida, Cornus kousa, Laburnum watereri, Weigela ‘Bristol Ruby’, Philadelphus virginalis, Philadelphus coromnarius o Philadelphus ‘Schneesturm’, Deutzia scabra o Deutzia ‘Tourbillon Rouge’ y tantas otras variedades y plantas como adornan la primavera praguense con sus vistosos colores y sus variados ramajes.

         Y, como recuerdo y homenaje a Wera Ouckama Knoop, el árbol se eleva, en pura trascendencia, mientras Orfeo canta sin cesar (Da stieg ein Baum. O reine Übersteigung! O Orpheus singt!) y nos deja, integrados nuestros sentidos, en la naturaleza plena (sind wir die Hörenden jetzt und ein Mund der Natur).




27/4/19

¡Resucitarás; sí, tú resucitarás!





         Así lo hemos recordado hoy en “Los conciertos de la 2” en RTVE, con la Orquesta Sinfónica RTVE, dirigida por Miguel Ángel Gómez-Martínez.


         Y la audición nos ha llevado a la página 411 de esa novela que tú y yo sabemos, al encuentro gozoso entre el narrador y la sin par Meme:
         Dos días más tarde, el viernes, 20 de mayo, a las 20.00 horas, acudimos a la sala Smetana del Obecní dům. Allí nos esperaba la Sinfonía n.º 2, en do menor, “Resurrección”, de Mahler, interpretada por la Orquesta Sinfónica de San Francisco, dirigida por Michael Tilson Thomas, con el Coro Filarmónico Checo de Brno y las solistas Laura Claycomb y Katarina Karnéus.
         Interpretación emotiva, sincopada, emocionante, de ritmo lento para degustar los diversos sonidos e instrumentos y las voces de las solistas y del coro. Solistas y coro que unas veces discurren como un mero susurro en la tierra profundamente silenciosa, que no dormida —mientras germinan las semillas que han de brotar algún día, en la primavera que tiene que venir—, y otras veces se transforman y llegan a un primer plano de fuerza y de majestuoso sonido que te hace estremecer y te envuelve en la naturaleza emergente que explota, esplendorosa y feliz.


         Y así, de manera expresa, lo recordamos en la cita 88 de “Memorabilia: 3.1 Un mundo [libro] de citas”, en «Compleméntum (Manifiesto)» (Pág. 176), donde escrito está: «Auferstehen, ja auferstehen wirst du!» [¡Resucitarás, sí tú resucitarás!], según proclama Mahler en la Segunda sinfonía.



22/4/19

¡Ni siquiera el 601!


Hace un año, por estas fechas, nos preguntábamos, atrevidos: ¿Seré yo el 601?

Y así lo hacíamos explícito en un post en FB o en el Blog de Sinfonía de Praga (http://sinfoniadepraga.blogspot.com/2018/04/sere-yo-el-601.html), preguntándonos si, ya que no estábamos entre los 600 escritores elegidos para tanta fiesta y agasajo con motivo del día del libro en Madrid y Alcalá de Henares, podríamos acaso ser el 601.

Y una persona amiga, sabia y entendida ella, vino a bajarnos de la nube cuando nos susurró al oído: ¿Quién te has creído tú que eres, Demetrio Fernández González? Escritores en Madrid los hay a patadas, a miles. Y somos muchos, demasiados, los que estamos esperando desde hace años en el escalón 601. Así que, ale, a la cola, a hacer más méritos y a esperar, que si persistes a lo mejor algún día consigues situarte en este prestigioso escalón 601. Y lo de entrar entre los 600 elegidos que han sido convocados, ya se verá, que eso es harina de otro costal.





21/4/19

Mira, Zaide, que te aviso


Advertido estás, que lo que viene a continuación no es muy políticamente correcto. Sí, ya sé que en las redes sociales hoy día hay mucho mirón, que si muchas veces le da al «Me gusta» de manera acrítica, en otras saca su espíritu vitriólico a campear por el espacio sideral.

Pero tú verás, si sigues.

En diversos momentos hemos comentado que para escribir novela, entendida esta como obra literaria, es imprescindible escribirla desde la madurez que da la vida. Y así lo hemos hecho en esa novela que tú y yo sabemos.

Avisón, Pablos, alerta, que vienen curvas.

A título de ejemplo, me resulta sorprendente y en modo alguno admisible que un premio que ha sido prestigioso como el Biblioteca Breve de Seix Barral se le entregue a una jovencita veinteañera y a una novela que para qué, que no es novela ni es nada —y diría en lenguaje coloquial, que quedaría más propio en este caso: a una novela que pa qué, que no es novela ni es ná.


Y encima tienen la desfachatez de promocionar la novela ganadora, muy mal acogida por la crítica y los prescriptores de opinión y por las redes sociales, bajo el rótulo “Los lectores sois los que hacéis grande un libro”, a página completa, e incorporando la supuesta opinión elogiosa de once lectores, que tienen los nombres, edades, sexo y características adecuadas —solo dos hombres frente a nueve mujeres, así está la lectura— (¡puro y falso marketing!), como puede verse en la página 23 del último “El Cultural” de El Mundo, de 19 de abril), suplemento en el que se han dado muy significativos palos a la novela en cuestión.

En la literatura, como en cualquier ámbito de la vida, también es legítimo y necesario incorporar el criterio de “valor”, que no todo lo que se vende —y se vende, a veces mucho, y muy bien— como literatura lo es.

¿Qué opinará al respecto el ilustre jurado de hombres ilustres que firmó el acta del 61 Premio Biblioteca Breve?

¿O qué dirá la ilustre entre las ilustres Elena Ramírez, bajo cuyas alas se promueve todo esto?

¿Qué dirá Ignacio Echevarría, que escribe su comentario semanal siete páginas más adelante en el mismo “El Cultural”, después de lo que ha escrito sobre la novela nomencionada?

¡Y a la autora de esa novela nomencionada la han empezado a sacar en El País todas las semanas, que columna le han dado para ello!

Y dicen que va por la 3ª edición el libro nodicho. Nos lo creemos, aunque no sabemos cuántos ejemplares han editado en cada una de las dos ediciones anteriores.

Y no voy contra le edad de la autora nodicha. En mi opinión, es posible escribir poesía y hacer poesía desde la juventud, aunque no sé si es muy válida la poesía que en este momento difunden tantos jóvenes y no tan jóvenes en las redes sociales y en las ediciones al uso, la nodicha incluida: Poesía es algo más que contar que iba yo por un camino y me encontré con un espino; es mucho más que los efluvios líricos y sentimentales al uso. ¿O no?


20/4/19

Veselé Velikonoce!





¡Veselé Velikonoce (¡Felices Pascuas!) a tantas amigas y amigos checos!

Tras comer mucho corderito de Pascua (Velikonoční beránek) y sobrevivir al Jueves y Viernes santo (Zelený čtvrtek y Velký pátek), se ha de superar el Domingo de Pascua (Velikonoční neděle) para llegar al Lunes de Pascua (Velikonoční pondělí).

¡Cuidado, entonces, que hay mucha pomlázka suelta y ansiosa!

Y si queréis saber más podéis acercaros a leer un par de páginas del Diario de Lieserl Einstein del 6 de abril de 1942 en esa novela que tú y yo sabemos (Págs. 342 y stes.):


6.IV 1942. Tradiciones seculares, o en la vida todo es sexo: Asociadas a la Semana Santa y a la Pascua, cada pueblo o región, aparte de un complejo ritual religioso conmemorando la pasión, muerte y resurrección de Cristo, presenta una rica y variada panoplia de tradiciones seculares, firmemente asentadas en la cultura popular, que tienen que ver en muchos casos con ancestrales festejos que celebran el fin del invierno y la llegada de la primavera.

Muchas de esas tradiciones de Pascua tienen al huevo como objeto de culto y de deseo; el huevo, que podrá estar bien pintado y decorado —tal como los preparan en las tierras checas—, o podrá estar relleno de dulce, e incluso ser todo él de chocolate —como hacen en otras regiones y países—; el huevo que, como símbolo de vida que es, se ha de asociar al óvulo y al ovario, si se trata de las hembras; y si se trata de los machos, no representa otra cosa que los testículos masculinos —muchas culturas igualan los testículos de los machos a los huevos, y huevos se los denomina en muchos casos—; el huevo, íntimamente asociado a la sexualidad, al deseo sexual y, en suma, a la fertilidad.

En estas tierras checas, tras comer mucho corderito de Pascua (Velikonoční beránek), bizcocho de harina, huevos y azúcar, adornado con una cinta roja y una ramita verde en la boca, y sobrevivir al Jueves y Viernes santo (Zelený čtvrtek, Jueves verde y Velký pátek, Gran Viernes), después de superar el Domingo de Pascua (Velikonoční neděle), llega al fin el Lunes de Pascua (Velikonoční pondělí), un día en el que hombres y mujeres retoman papeles ancestrales firmemente asentados en la tradición.

El Lunes de Pascua los hombres, y aun los jóvenes y los niños —que hay que diferenciar rápidamente los roles y aprender desde muy pronto, cuanto más pronto mejor— se proveen de unas varas finas y flexibles de mimbre, que habitualmente trenzan y enlazan entre sí con maestría (pomlázka, lo llaman), y se dedican durante toda la mañana, hasta el mediodía, a recorrer las calles, las plazas y las casas de cada aldea y ciudad buscando mujeres, buscando mozas y niñas, casadas y solteras, guapas y feas, altas y bajas, rubias y morenas para azotarlas con su pomlázka en el culo, en las nalgas y en la espalda. Y si a veces lo hacen con cariño y afecto, en otros casos —sobre todo cuando ya han bebido unas cuantas copas de más y van más borrachos que una cuba— golpean con poca delicadeza y hasta con saña a toda hembra que localizan o les sale al encuentro, mientras cantan:



«Hody hody doprovody

Dejte vejce malovaný».



Y tras cada hembra a la que azotan van atando una cinta más de vistosos colores en su manojo de varas, de manera que al final de la larga sesión, que comienza al rayar el alba y que acaba a mediodía, se concluye la competición viril y se constata quién es el más macho de entre todos ellos, quién es el que ha azotado a más hembras, quién es el que más coloreadas cintas tiene colgadas en el extremo de su pomlázka.

Y si no lo hubiera visto con estos mis ojos, antes de retornar esta tarde a Praga —he pasado el fin de semana en Stará Boleslav, la hermosa ciudad en la que el príncipe Wenceslao fue asesinado por su hermano, y he podido ver en vivo y desde dentro los preparativos de ellos con sus varas de mimbre y de ellas con sus huevos para la gran fiesta que se avecinaba el Lunes de Pascua y la ansiedad que de todos irradiaba—, me sería difícil de creer y lo tomaría más como leyenda antigua que como realidad histórica contrastada que he vivido en mis propias carnes —que algunos vergajazos de pomlázka he recibido.

Y a todo esto las mujeres qué. Pues a cambio de los azotes y a pesar del racionamiento y la escasez en que vivimos se las ingenian para ofrecer a los machos deliciosos dulces (sladkosti), ansiados licores (panáky) y unos preciosos huevos (malovaná vejce) que han estado preparando durante los días previos, decorándolos y pintándolos de vistosos colores. Y, según me dicen, los colores con que pintan los huevos tienen su significado y su valor simbólico, de manera que si al hombre que te vapulea con su pomlázka le entregas un huevo pintado de rojo le estás diciendo que te gusta, que le deseas, que estás dispuesta a acostarte con él y a ir a su casa a que te enseñe su colección de mariposas. Aunque hay también quien dice que el valor de los colores es cierto, pero no hay que asociarlo a los huevos sino a los colores de las cintas que las mujeres atan al extremo de la pomlázka una vez que las han golpeado.

Tradiciones seculares y ancestrales, canto a la sexualidad explícita, donde la pomlázka del Lunes de Pascua es un pene enhiesto, ansioso, al que ya le gustaría copular con ellas, penetrar a cada mujer, a cada hembra a la que solo puede azotar. Y a la inversa, cada huevo que se regala no es otra cosa que un deseo de sexo, de testículos masculinos a los que acoger, de ansiada fertilidad que consumar.

Y a todo esto las mujeres deseando que las flagelen para sentirse guapas y sanas («krásné a zdravé», dicen) durante todo el año, salud y belleza, bienestar y sexo deseado y deseable, a la búsqueda de la fertilidad, aunque luego tengan que estar dos días en pie porque no pueden sentarse del dolor que sienten si lo intentan. De manera que aquellas pocas que rechazan someterse a los ritos ancestrales y que se resisten o se niegan a participar activamente en la tradición secular son consideradas unas machorras, unas solteronas bigotudas, si es que no unas brujas mojigatas que se aíslan y deben ser excluidas de la sociedad. Por no mencionar el dolorido sentir de aquella mujer a la que nadie ha venido a golpear el Lunes de Pascua con las varas de mimbre, que se siente sola, profundamente desgraciada, frustrada y triste, con una tristeza infinita, como alma en pena, sin perrito que la ladre.

Y la tradición ancestral en algunas regiones puede incluir también agua, mucha agua, agüita fresca —y hasta perfumes—, que las mujeres arrojan sobre los hombres el Lunes de Pascua por la tarde, en respuesta y desagravio a los azotes que han recibido de ellos durante toda la mañana. Agüita fresca, que si a veces puede ser interpretada como una forma de enfriar el ardor sexual de los machos, que han estado revoloteando y floriteando excitados durante toda la mañana, azotando los culos de todas las hembras que han tenido a su alcance, en otros casos puede ser considerada como otro excitante más, que simboliza el chorro con el que a las hembras les gustaría ser poseídas y fertilizadas por ellos.

Tradiciones seculares, o todo en la vida es sexo. ¿O búsqueda de la fertilidad, de la procreación, de la perpetuación?


16/4/19

¿No sabes dónde dormí anoche?



Pues dormí en un hotel de Valencia, en un lugar muy singular, como luego podrás ver.

Pero, como otros muchos millones de personas que amamos Francia, que queremos a París, me pasé la noche entera con los ojos chamuscados y sabor a ceniza en la garganta, al pie de Notre Dame, justito al lado de esa librería mítica, Shakespeare and Company (si Joyce volviera, yo sería su escudero; que buen caballero era).

¡Cuantas horas contemplándola, cuántos coros escuchados en su interior! Y el órgano; y la vidriera multicolor; y sus campanas; y sus torres que quisieran haber sido más altas. ¡Y hasta una ordenación sacerdotal han contemplado allí estos mis ojitos enrojecidos! ¡Y cuánta literatura asociada a la fastuosa catedral de París hemos admirado!


Mais hélas,  hoy solo nos queda mirar lo que el fuego no destruyó y hacer votos compartidos para que lo que fue vuelva a ser y recupere todo el esplendor que tantas veces admiramos y que más pronto que tarde habrá de resplandecer nuevamente.

Pero no dormí anoche en París, que desde el día 14 de abril he dormido en Valencia, en un hotel céntrico, situado en la calle de la Paz (carrer de la Pau, dicen y escriben ahora). En uno de esos hoteles de más de un siglo de existencia que han sido modernizados: En lugar del tradicional lavabo, una palancana difícilmente practicable; en lugar de en la bañera, el agua cae al suelo y se escurre por un agujero horadado en el mismo; en lugar de interruptores, unos mecanismos que atenúan la luz y no sabe uno cómo apagar (¡Ay, Javier Marías, si tú lo vieras, con lo que a ti te incomodan estos nuevos sistemas!).

Y, de pronto, descubres una placa, ubicada en el exterior del edificio, que te hace abrir los ojos: «Este edificio albergó a los más prestigiosos intelectuales y artistas españoles cuando desde Madrid asediada (1936-39) fueron evacuados a Valencia». Y, sorprendido, sigues leyendo: «Llamose Casa de la Cultura, cuyo patronato presidió el poeta Antonio Machado». Y luego observas que la placa fue erigida en febrero de 1984 por el Ayuntamiento de Valencia.



Y entonces me tocó investigar más, y así descubrí que el hotel originario en el que me he hospedado un par de noches, Palace Hotel era su nombre en aquel momento, fue inaugurado por el rey Alfonso XIII el 23 de mayo de 1909. O que durante la Guerra Civil fue incautado por la Confederación Nacional del Trabajo, la CNT, destinándolo a los servicios del Sindicato del Gas, Agua y Electricidad. Que luego fue ocupado por el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes. O que aquí se alojaron, en la llamada “Casa de los Sabios” (Casa dels Sabuts), antes de que yo me hospedara en él, muchos intelectuales, artistas y escritores de prestigio que acudieron a Valencia para participar en el II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura, con el apoyo de la Alianza de Intelectuales Antifascistas, que fue inaugurado por el presidente del gobierno republicano, Juan Negrín, el 4 de julio de 1937.

Oh, tiempos aquellos, que también son estos.



2/4/19

¿Qué ha hecho un chico de Villahibiera para merecer esto?




En la columna “Al trasluz”, que publica hoy el periodista Eduardo Aguirre en  Diario de León, se pueden leer algunas reflexiones y comentarios sobre Sinfonía de Praga y sobre su autor (https://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/dos-aqui_1325211.html):

Nunca leo un libro solo porque el autor sea leonés. Una vez concluido, si me ha gustado y además es paisano… miel sobre hojuelas. Acabo de finalizar la novela Sinfonía de Praga, de Demetrio Fernández González. Me ha parecido excelente. Dicho esto, saco pecho chauvinista: es de los nuestros. Mejor llamarla «nowwwela» o «nowebla» como se sugiere, pues el papel no es su límite físico. El lector de la obra puede acceder en la Red a contenidos adicionales, tal las películas en deuvedé. Don Demetrio es de Villahibiera, como mis amigos los hermanos González: Amancio y Germán. Que alguien nacido en un pueblo que no llega a los 150 habitantes haya escrito una obra tan europea parece paradójico, aunque a él se le nota que lleva encima mucho kilometraje, mucha lectura y mucha música. Por Sinfonía de Praga asoman Kafka, Brod, Einstein, Schödinger, Mahler… también los horrores del Holocausto, aunque no solo los de este. Trama y subtramas atrapan como anzuelo de Hitchcock. No nos conocemos en persona -vive en Madrid-, aunque hemos intercambiado correos. Catedrático de literatura e Inspector de educación, ha ocupado cargos en este ministerio, dentro y fuera de España. ¿Autor leonés? Sí, claro, pero de vuelo alto, en su fondo y en su forma. Contiene una ironía lapidaria muy nuestra. En efecto, el autor es villahibierense; el narrador, también (Cervantes nos enseñó a no confundirlos). Les gustará si les gusta Umberto Eco. O sea, si son buenos lectores.

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