22/1/23

Un par de aclaraciones al caso...

  

          ...a las dos fotografías que hemos publicado hace un par de días, y que hoy reiteramos algunos me habéis pedido algún comentario al respecto.

          Inmediatamente después de la muerte de Benjamin, aquel infausto jueves, 26 de septiembre de 1940, en Portbou, acuden a la habitación n.º 4 de la fonda Francia, donde estaba el cuerpo del finado –que se encontraba tendido sobre la cama y ya vestido–, el juez municipal de Portbou, Fernando Pastor Nieto, y el secretario del Juzgado, estando presentes el dueño de la fonda, Juan Suñer Jonana, y el carpintero Enrique Espadalé Bandés, que había acudido a tomar la medida del cadáver para la construcción del ataúd.

          En la diligencia que levanta el secretario del Juzgado municipal, a las veintidós horas treinta y cinco minutos del 26 de septiembre de 1940, que figura recogida en la página numerada como 7.720.265 del Libro de registro del Juzgado, al inventariar las posesiones del fallecido, hace mención expresa a la «cartera grande de viaje que estaba encima de una mesa en dicha habitación». Y en la relación menciona también «un reloj de bolsillo usado al parecer de oro, con dos tapas en su parte posterior y sin ella en la de la esfera […], un billete de quinientos francos que ostenta los números 568441756 = R. 274 y 756, un billete de cincuenta dólares, que ostenta el número B.00688658.A, y otro billete de veinte dólares, que ostenta el número B.06711168.A; un pasaporte n.º 224 librado en Marsella por el american foreign service; […], un certificado, duplicado, expedido por institute of social research, de New York; seis fotografías, carnet, del difunto, un certificado expedido en París en 17 de mayo del año actual; una radiografía y certificado de la misma; una pipa para fumar con boquilla, al parecer, de ámbar con su estuche, usados; unos lentes con montura de níquel y su estuche, usados; y algunas cartas y periódicos».

          Pues bien, una de esas seis fotografías, tipo carnet, de perfil, sorprendentemente –pues no eran esos los usos habituales–, aparece grapada en la inscripción n.º 25 del Libro de defunciones del Registro civil del Ayuntamiento de Portbou (Tomo 26, correspondiente a 1940), referida a Walter Benjamin. La imagen de la inscripción mencionada aparecerá publicada en Papeles de Benjamin, junto con una cuarentena más, imágenes que hacen más vívido el relato de Benjamin y lo autentifican a los ojos del lector.

 

 

          La otra imagen es el cenotafio –monumento funerario en el cual no está el cadáver del personaje a quien se dedica (según el Diccionario de la lengua española de la RAE)– erigido en memoria y homenaje a Walter Benjamin en el cementerio de Portbou.

          Como hoy día bien se sabe, y se precisa en Papeles de Benjamin, ese cenotafio fue erigido muchos años después de la muerte de Benjamin, cuyos huesos acabaron en el osario común del cementerio, desaparecidos así ya para siempre.

          Tras la muerte de Benjamin, el cura párroco de Portbou, Andrés Freixas, cobró cinco días después 93 pesetas –detraídas del dinero que Benjamin llevaba consigo cuando falleció, una vez convertidos los francos y los dólares en pesetas– por el alquiler durante cinco años de un nicho en el cementerio católico, derechos parroquiales, monaguillos y una misa en sufragio por el eterno descanso del alma del difunto Benjamin Walter (q.e.p.d.).

          Y se sabe más: También es bien conocido que Benjamin fue enterrado en un nicho sin nombre, en el primero de los nichos nuevos, construidos recientemente “por los rojos”, mirando al mar Mediterráneo, numerado como nicho 563 del cementerio católico de Portbou –por qué Benjamin fue enterrado en el cementerio católico, y no en el cementerio civil, es otra historia y todos sabéis dónde habrá que encontrar la información oportuna–.

          Cuando, cuatro meses después de la muerte de Benjamin, Hannah Arendt logró salir de Francia y pasar por Portbou, camino de Lisboa para ir a Estados Unidos, se acercó al cementerio para ver la tumba de su amigo y no la encontró, un muerto sin nombre más en el cementerio: «Buscamos su tumba en vano. No se podía encontrar, en ninguna parte ponía su nombre. El cementerio da a una pequeña bahía, directamente al Mediterráneo, está esculpido en piedra en forma de terrazas; en sus muros de piedra se mete los ataúdes. Es con diferencia uno de los lugares más fantásticos y hermosos que he visto en mi vida» (Carta de Hannah Arendt a Gerhard Scholem, de 17 de octubre de 1941, cuando ya se encontraba a salvo en Nueva York. La carta concluye con una frase lapidaria, que ha quedado para la historia: «Los judíos mueren en Europa y se los entierra como a perros»).

          En el cenotafio erigido en memoria y homenaje a Walter Benjamin figura una conocidísima frase, en alemán y en catalán: «No hay ningún documento de cultura que no sea al tiempo documento de barbarie», que Benjamin escribió en el ensayo dedicado a Eduard Fuchs («Eduard Fuchs, coleccionista e historiador», publicado en octubre de 1937 en la revista Zeitschrift für Sozialforschung –la revista del Instituto de Investigación Social de Horkheimer y Adorno–. La misma frase la reitera Benjamin en 1940, poco antes de su muerte, en la tesis VII de Sobre el concepto de historia y ha sido reproducida una y otra vez desde entonces, convertida en una de sus frases más emblemáticas.





20/1/23

Walter Benjamin en Portbou

 

          Walter Benjamin, amante de las palabras y del lenguaje, de los libros, los textos y los manuscritos –¡y de las mujeres!; y de ello hay mucho que contar, y se contará en Papeles de Benjamin–, consideraba que el más misterioso regalo del lenguaje era la metáfora en tanto que en su traslación permitía hacer sensible lo invisible.

         


           Persona contradictoria en su vida y en su obra, en sus numerosos y variados escritos Benjamin a veces afirmaba o negaba lo uno y lo otro, lo distinto y su contrario.

          Y no se ha de ignorar lo que bien se sabe: Cuando Benjamin tuvo que escapar a toda prisa de París, en el verano de 1940, huyendo de la Wehrmacht y de la Gestapo, y buscaba como tantos judíos apátridas alemanes salir de Francia lo antes posible, todos se sorprendían de que en aquellos días tan infaustos y difíciles llevara siempre consigo una pesada cartera negra de cuero, muy gastada por el uso, de las que usaban los hombres de negocios. Entonces le decía a quien quisiera oírle, en aquel aciago verano de 1940:

«Debe usted entender que esta cartera y lo que contiene es lo más importante para mí. No puedo arriesgarme a extraviarla. Es necesario que este manuscrito se salve. Es muy importante. Mucho más que mi vida».

          Y bien se sabe también que el jueves, 26 de septiembre de 1940, después de haber salido de Francia de manera irregular y de haber cruzado los Pirineos a pie hacia España por la ruta Líster, la que, en sentido inverso, en la Retirada, habían hecho unos meses antes miles y miles de españoles derrotados –Antonio Machado entre ellos–, Benjamin vino a encontrarse con la muerte, que le estaba esperando en Portbou, suicidándose a fin de impedir que la policía española le devolviera a Francia y le entregara a la Gestapo.



15/1/23

Walter Benjamin y Hannah Arendt

           Como todos bien sabéis, Walter Benjamin (Berlín:1892–Portbou:1940), filósofo, crítico, erudito, intelectual, pensador, ensayista y excelente escritor, el hombre de la mente portentosa, protagonista de Papeles de Benjamin, se ha ido convirtiendo durante los últimos años en autor de culto y una de las personalidades más fascinantes y atractivas de la modernidad.



          Ha sido Hannah Arendt, la que le llamaba «Benji», su amiga del exilio parisiense –refugiados y apátridas ambos en la ciudad de la luz, y reunidos nuevamente en Marsella en septiembre de 1940 buscando, como tantas otras ratas enjauladas, salvar la vida y salir de Francia a toda prisa e ir a Estados Unidos–, quien ha presentado a Walter Benjamin de la manera más adecuada y completa. Y acaso haya sido Hannah Arendt quien ha sido capaz de transmitir a la posteridad la imagen más certera de su amigo, al que unas veces veía como un personaje rodeado de misterio y otras como el eterno niño mimado que no quería llegar a la edad adulta.

 

 

          Para Arendt (Hombres en tiempos de oscuridad), Benjamin no era un especialista, pero «su erudición era grande»; no era un filólogo, pero «se interesaba por los textos y su interpretación»; no era un teólogo ni estaba especialmente interesado por la Biblia, pero «se sentía poderosamente atraído por la teología y la hermenéutica de las Escrituras». Era un escritor nato, pero «su máxima ambición era producir trabajos que se compusieran enteramente de citas»; no era un traductor, pero «fue el primer alemán en traducir a Proust y a Saint-John Perse, y antes ya había traducido Tableaux parisiens, de Baudelaire», la segunda sección de Les fleurs du mal; no era crítico literario, pero «hizo reseñas de libros y escribió varios ensayos sobre escritores muertos y vivos»; no fue un historiador literario, pero «escribió un libro sobre el barroco alemán y legó un voluminoso estudio inacabado sobre el siglo XIX francés»; no era un filósofo –aunque así lo consideraban Theodor W. Adorno y Gershom Scholem– ni un poeta, pero «pensaba poéticamente» y poblaba de ingeniosas metáforas e imágenes sorprendentes su pensamiento y todos sus escritos.


6/1/23

Llegan los Reyes...

 

 

...o acaso haya sido el cartero, que ni siquiera llama dos veces cuando hasta casa llega.

Y sí, retirado en la paz del monte Abantos, a esta mi sierra escurialense, muchos y doctos libros juntos han llegado hasta mi mesa de trabajo.




Papeles de Benjamin (PdB), la novela en marcha que uno lleva consigo desde hace más de cinco años mañana, tarde y noche, incluidas fiestas de guardar, se siente muy bien acompañada. Esa novela ensayística, que cada día es más y mejor, se siente muy bien acompañada por los Diarios de Rafael Chirbes, Vida de un espejo de Javier García Sánchez, Madrid 1945. La noche de los Cuatro Caminos de Andrés Trapiello, Sin tiempo para el adiós de Mercedes Monmany, El mago de Com Toibin, 1922 de Antonio Rivera Taravillo, La familia de Sara Mesa, Todo va a mejorar de Almudena Grandes, El pasajero y Stella Maris de Cormac McCarthy, Entrevista a Cervantes de Eduardo Aguirre Romero, La gran invención de Silvia Ferrara, Valéry. Tratar de vivir de Benoît Peeters, Imaginemos una frase de Brian Dillon, Alma, nostalgia, armonía y otros relatos sobre las palabras de Soledad Puértolas y Elena Cianca, Montevideo de Enrique Vila-Matas, Las noches de la peste de Orhan Pamuk, Cervantes de Santiago Muñoz Machado, Obra imprescindible de Susan Sontag, Encrucijadas de Jonathan Franzen, El acto de leer de Wolfgang Isern, Notas para una ficción suprema de Wallace Stevens, Obras reunidas de Lydia Sandgren, y unas cuantas músicas de antiguos paradigmas.




Así estamos, rodeados de literatura y música, al inicio de este 2023. Así queremos estar, si tenemos ocasión y tiempo, hasta que PdB llegue a las manos de los lectores en unos meses.




 

1/1/23

Emocionado por lo habido, con la emoción por lo que vendrá...

  

…aunque este año estaba lejos de la cuarta fila de butacas de la «sala dorada» del Musikverein de la excelsa Viena, emocionado por todo lo habido y con la emoción por lo mucho que vendrá, os traslado a todos vosotros mis mejores deseos para este año 2023.

Emocionado, cuando ya se va acercando el final del glamuroso concierto dirigido por Franz Welser-Möst y llega la hora de El Danubio azul (An der schönen blauen Donau) de Johann Strauss. Ese extraordinario vals, «con sus claras ondas discurriendo» –Canción III de Garcilaso, por parafrasear una novela que tú y yo sabemos (Pág. 177)–.

Ese delicioso vals que tantas veces hemos bailado, no siempre satisfactoriamente, como bien saben nuestros lectores (https://sinfoniadepraga.blogspot.com/2018/01/baile-del-vals.html), si acuden a la página 175 de esa novela que bien saben.



Sí, es en ese el momento cuando uno se emociona hasta llorar. Es entonces cuando uno, habitado por sus pensamientos y casi ensimismado en su único juguete, se emociona y llora. Y entonces dejas a un lado la literatura y te dejas arrobar por la música. Dejas a un lado Sinfonía de Praga y Papeles de Benjamin, abandonando lo que este escribió el martes, 23 de septiembre de 1940, a solo tres días de su infausta muerte en Portbou:

 

«No; tú no eres malo, te dices a ti mismo, y les dices a quienes quieran escucharte en estos tiempos de tribulación. Tiempos de ruido y furia desatada en esta Europa convulsa, que se desangra, día a día y una y otra vez repite sus errores del pasado.

No; tú no eres malo, como tampoco lo son los miles y miles de seres humanos que, como ratas enjauladas, estáis intentando huir de la furia nazi desatada en Alemania y en esta Europa humillada, que está cayendo de manera ineluctable en manos de Hitler y de sus secuaces, antes de que la destrucción y la muerte se apoderen definitivamente de todos vosotros.

No; tú no eres malo, a pesar de que estás desesperadamente buscando con todas tus fuerzas escapar de esta ratonera, ansiando la libertad y la vida que Francia ya no te puede garantizar».

 

Y, finalmente. la Marcha Radeztky, con el acompañamiento de las palmas de un público enfervorecido y entregado, exige tu participación activa y abandonas el ensimismamiento en el que te habías adentrado.




Parafraseando lo que Benjamin escribió cuando al atardecer del lunes, 22 de septiembre de 1940, se estaba despidiendo del Vieux Port de Marsella para tomar el tren en la estación Saint-Charles hacia España, Cuidaos y sed felices, que lo demás no importa.

 

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