28/5/23

Del Puente Blanco de Villahibiera

 

 

        Ayer, en la Feria del libro de Madrid, Julio Llamazares me confirmó esa historia del Puente Blanco de Villahibiera, que ha llevado a Vagalume, y me relató su contacto con Villahibiera en el pasado:

 

https://www.lanuevacronica.com/el-puente-sin-rio-que-inspiro-a-julio-llamazares





11/5/23

Walter Benjamin y la Retirada

 

        Son muchos los fragmentos de Papeles de Benjamin que sorprenderán a los lectores cuando puedan acceder a ellos.

        El lunes, 23 de septiembre de 1940, poco antes de acercarse a la estación Saint-Charles de Marsella para tomar el tren de la salvación que le había de llevar hacia España, cruzando los Pirineos a pie por la ruta Líster –la misma que, en sentido inverso, en la Retirada, habían hecho unos meses antes miles y miles de españoles derrotados, Antonio Machado entre ellos (al que Benjamin menciona hasta veinte veces en su manuscrito)–, Walter Benjamin escribe así:

        «Rememoras entonces la Retirada de febrero del año pasado, de hace solo unos pocos meses. Y no te es difícil imaginar los restos de un ejército, que, aunque derrotado y en desbandada, huye orgulloso y pretendiendo mantener la marcialidad, la compostura y el orden militar, ascendiendo por las trochas y senderos de los Pirineos hacia Francia a la vez que intenta evitar los bombardeos a los que, impertérrita y triunfante, le somete la victoriosa aviación de Franco, con la que colaboran y cooperan estrechamente los aviones de Mussolini y de Hitler. Y entreverados entre los restos del ejército, que camina de manera lenta y a veces se ve obligado a detenerse, miles y miles de personas, parece que hasta 475.000 refugiados se encaminan al exilio, españoles viejos y niños, madres desesperadas, que arrastran y llevan consigo lo poco que han podido salvar de la rapiña de la guerra y, con rostro sombrío, triste y macilento, buscan lo que no tienen seguridad de encontrar, preservar la vida al otro lado de esos picachos, de esas cumbres que parecen no tener fin –Mamá, ¿pero dónde está la frontera?, pregunta la niña del abrigo de paño rojo. ¿Cuándo vamos a llegar a Francia, mamá? ¿Y si la frontera está cerrada, mamá? ¿Qué es un «refugiado», mamá? ¿Qué es el «exilio», mamá? Y la madre llora por dentro, que hacia fuera ya no puede llorar–. Mientras, el fuego de mortero o las bombas y ametrallamientos de los aviones franquistas diezman aún más a esa enorme cola negruzca que, aterida por un frío invernal, avanza aterrorizada entre la nieve sucia de los Pirineos, huyendo de un presente aciago hacia un destino ignoto y puede que en absoluto satisfactorio.

        La Retirada, triste nombre para nombrar una realidad que se ha dado tantas veces a lo largo de la historia y que, mientras los seres humanos sean lo que son, se seguirá reiterando una y otra vez, y una vez más, en tantos lugares del mundo y en tantos momentos del presente y del futuro».

 




5/5/23

que no solo de pan...

 

 Durante un par de días, he abandonado el taller de Papeles de Benjamin y he acudido a deleitarme al Teatro Real. Primero, he ido a disfrutar con la ópera Nixon en China. ¡Excelente esa ópera moderna, que es una de las músicas a las que se homenajea en la novela que tú y yo sabemos (Pág. 368)!

 


 

Aunque los busqué, no hallé los dos momentos cuyas citas están integradas en “Un mundo [libro] de citas”, en «Memorabilia» de Compleméntum (Manifiesto) de Sinfonía de Praga:

 

        «Las ratas empiezan a mordisquear

        las sábanas. Hay murmullos ahí abajo».

Dice Richard Nixon en la ópera Nixon en China (Música de John C. Adams y letra de Alice Goodman).

 

        «Cuando aparezco la gente depende

        de mis palabras [...]

        [...] Dejadme ser

        un grano de arena a ojos del cielo

        y probaré la dicha eterna».

Dice Jiang Qing, la cuarta esposa de Mao Zedong –sí, esa, la de la Revolución Cultural, la que tantísimos millones con horror recuerdan y otros cuantísimos millones ya nunca podrán recordar– en la ópera Nixon en China.

 

Aunque no está mal para hacernos reflexionar la pregunta que se hace el primer ministro chino Chou En-Lai en la ópera: «¿Cuánto de lo que hicimos fue bueno?» (How much of what we did was good?).

 


 

Y he acudido también al Teatro Real a sentirme arrobado ante Tristán e Isolda, que también se homenajea en Sinfonía de Praga (Pág. 274). Éxtasis ante la versión semiescenificada, dirigida musicalmente por Semyon Bychkov, uno de los directores musicales wagnerianos más cotizados de nuestros días.

 


 

La orquesta, en medio del escenario, permitía oír con los ojos lo que habitualmente apenas solo se puede percibir con la orquesta emplazada en el foso y con la escenificación operística como dueña del escenario.

«El eterno femenino nos impulsa» [Das Ewig-Weibliche zieht uns hinan], es la propuesta fáustica goethiana que está muy presente en Tristán e Isolda y en todo Wagner, y que Mahler llevó al éxtasis en el finale de su Octava Sinfonía, sinfonía que ya nos está esperando el próximo 2 de julio en el Auditorio Nacional.

No en vano, canta Brunilda en el dúo amoroso final de El ocaso de los dioses (Acto III, Escena III):

 

        «Ewig war ich, ewig bin ich,

        ewig in süß sehnender Wonne, doch ewig zu deinem Heil!»

        [Eterna fui, eterna soy,

        eterna en ese placer dulce y ansioso, pero siempre para tu bien].

 

Como ya alguna vez hemos escrito: ¡Quién hubiera podido estar aquella tarde de septiembre de 1857 en un rinconcito discreto del salón en que Wagner leyó el libreto de Tristán e Isolda delante de tres mujeres, su esposa, Minna, su amada musa y acaso otras muchas cosas, Mathilde Wesendonck, y su futura amante y posterior esposa, Cosima von Bülow! ¡Ay, las mujeres y los hombres, qué cosas tan maravillosas suceden entre ellos!

Y si hemos de resaltar una sola palabra en el libreto de Tristán e Isolda, esa es, sin duda, “Ewig!” (¡Eternamente!), que aparece con frecuencia en la obra (ewig ihr nur zu leben ohne End… ewig einig vivir eternamente solo para ella, sin fin…eternamente unidos), y que, como muy bien saben los buenos lectores, se reitera en esa novela que tú y yo sabemos, y se adentra también en Papeles de Benjamin.

 


 

Que no solo de pan –digo, de literatura– vive el hombre. Aunque, ¿de qué se alimenta el escritor?, ¿qué es lo que le hace ser el que es? Y para ello podemos ir hasta Ion, el diálogo que Platón escribió, hacia el año 401 a. C., siendo todavía muy joven, y donde Ion, el rapsoda, el artista que va de pueblo en pueblo recitando poemas épicos a quien quiera oírle, habrá de responder a Sócrates acerca de si la poesía ha de ser considerada como arte –resultado del aprendizaje y del esfuerzo– o como mera inspiración de los dioses, que estos solo propician a los elegidos.

Por un rato, hemos abandonado el taller de PdB, donde intentamos que la novela sea cada día más y mejor hasta el momento en que llegue a los lectores. Después de John C. Adams, Richard Wagner ha venido a acompañarnos y a hacernos la vida más gozosa con su Muerte de amor (Liebestod): «Deseo sexual y muerte, por fin conjuntados, con Schopenhauer al fondo, en la escena final de la ópera, unión última y definitiva del caballero Tristán y la princesa Isolda a través de la muerte» (como escrito está en la Pág. 274 de esa novela que tú y yo sabemos).

 

Artículos guardados