Son muchos los fragmentos de Papeles de Benjamin que sorprenderán a los lectores
cuando puedan acceder a ellos.
El
lunes, 23 de septiembre de 1940, poco antes de acercarse a la estación Saint-Charles
de Marsella para tomar el tren de la salvación que le había de llevar hacia
España, cruzando los Pirineos a pie por la ruta Líster –la misma que, en
sentido inverso, en la Retirada, habían hecho unos meses antes miles y miles de
españoles derrotados, Antonio Machado entre ellos (al que Benjamin menciona
hasta veinte veces en su manuscrito)–, Walter Benjamin escribe así:
«Rememoras entonces la Retirada de febrero del año pasado, de hace solo
unos pocos meses. Y no te es difícil imaginar los restos de un ejército, que,
aunque derrotado y en desbandada, huye orgulloso y pretendiendo mantener la
marcialidad, la compostura y el orden militar, ascendiendo por las trochas y
senderos de los Pirineos hacia Francia a la vez que intenta evitar los
bombardeos a los que, impertérrita y triunfante, le somete la victoriosa
aviación de Franco, con la que colaboran y cooperan estrechamente los aviones
de Mussolini y de Hitler. Y entreverados entre los restos del ejército, que
camina de manera lenta y a veces se ve obligado a detenerse, miles y miles de
personas, parece que hasta 475.000 refugiados se encaminan al exilio, españoles
viejos y niños, madres desesperadas, que arrastran y llevan consigo lo poco que
han podido salvar de la rapiña de la guerra y, con rostro sombrío, triste y
macilento, buscan lo que no tienen seguridad de encontrar, preservar la vida al
otro lado de esos picachos, de esas cumbres que parecen no tener fin –Mamá,
¿pero dónde está la frontera?, pregunta la niña del abrigo de paño rojo.
¿Cuándo vamos a llegar a Francia, mamá? ¿Y si la frontera está cerrada, mamá?
¿Qué es un «refugiado», mamá? ¿Qué es el «exilio», mamá? Y la madre llora por
dentro, que hacia fuera ya no puede llorar–. Mientras, el fuego de mortero o las
bombas y ametrallamientos de los aviones franquistas diezman aún más a esa
enorme cola negruzca que, aterida por un frío invernal, avanza aterrorizada
entre la nieve sucia de los Pirineos, huyendo de un presente aciago hacia un
destino ignoto y puede que en absoluto satisfactorio.
La Retirada, triste nombre para nombrar una realidad que se ha dado
tantas veces a lo largo de la historia y que, mientras los seres humanos sean
lo que son, se seguirá reiterando una y otra vez, y una vez más, en tantos
lugares del mundo y en tantos momentos del presente y del futuro».
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