15/5/21

¿Libertad, para qué?

 

 

¿Libertad, para qué? ¿Y tú me lo preguntas?

«Libertad para ser libres», como le respondió el gran FdelosR a L cuando este, rozagante y altivo, le inquirió en Moscú, hace ahora cien años.

¿Libertad para quién?

Libertad para AMM, que hoy en “Babelia” en EL PAÍS viene a defender refugiarse en el exilio interior ante el «sarcasmo de las brillantes inteligencias congregadas en torno» a la ínclita IA (https://elpais.com/babelia/2021-05-14/hay-que-esconderse.html).

Libertad para todos; libertad también para ti, para el otro y para mí. Libertad para que tu abuela tenga una pensión más digna, a la vez que libertad para que los menores no acompañados reciban de la sociedad lo que tanto necesitan y merecen.

Libertad para que la sanidad, pública, por supuesto, te garantice a ti y al otro, y a mí también, la salud en la enfermedad y la seguridad y consuelo en la adversidad y la vejez.

Libertad para que la escuela acoja y enseñe a todos, y muy especialmente a los más necesitados, sin guetos elitistas –OCDE dixit; la OCDE, que no es una organización trufada por el socialismo o el comunismo, señala a España como el país europeo con más escuelas gueto–.

Libertad para que A disfrute de esa medalla isidril y madrileña, que bien merecida se la tiene. ¡Pobre AT, vaya trajín que tiene estos días! AT con su Arrabal a cuestas y su nuevo Spp, que hasta la primera de EL PAÍS presentó su nueva empresa familiar, aunque sea en EL MUNDO donde él tiene púlpito para pontificar urbi et orbi, dándole sus habituales zurriagazos a la izquierda y a los progresistas. AT, que no es revisionista, aunque un sí es no es un poco «viejo agrio y disconforme» (p. 523).

Libertad para que FS, el filósofo donostiarra que acaba de defender públicamente hace unos días el derecho a la evolución, digo a la retroevolución –o evolución al revés–, para acercarse cada vez más al mono, del que él y tú y yo descendemos, aunque quisiéramos alejarnos más de él cada día. Sí, el filósofo retroevolucionista, que ya no sabe dónde dejar caer su voto; ¿o sí?

Libertad para que AG, el metafísico, se retire a los cuarteles de invierno mientras la ínclita IDA no encuentra a su ex –al que tampoco busca–, bebe cervezas sin cuento por las terrazas madrileñas y se regodea, golosa, con sus 1.629.213 votantes. IDA, que contrapone sus muchos méritos y valores a los paupérrimos 610.190 votos logrados por el metafísico para un censo electoral de 5.112.658 almas. Sí, la ínclita A, la que hace unas semanas se pateaba, sudorosa y aguerrida, las tierras catalanas, de mitin en mitin, pregonando la buena nueva española, para lograr 109.453 votos de un censo de 5.624.067 personas.

Libertad para el santo Isidro, que hoy celebramos. Libertad para nuestro santo patrón madrileño, santo patrón de los agricultores, que bien recuerdo de mis tiempos de las tierras villahibierenses, tierra vacía y vaciada, tierra de hombres y mujeres enhiestos, / curtidos por el sol, que, alienados y ajenos, / elevan ojos, voces y mentes hacia lo más alto / desde una tierra inmisericorde, desangrada y aleve.

Libertad, pues, para ser libres, tú y yo y el otro; todos; ¿te parece? Sea, pues.

 

10/5/21

Quasi una fantasia (Nota volandera para A)

 

 

Buenos días, Andrés:

Desde hace unos cuantos días me has tenido muy gratamente entretenido con “Quasi una fantasia”, tu último “spp”, y acabo de llegar al final del libro.

Si me permites, antes de nada, quiero afirmar que, aunque eres como eres, no has llegado todavía a ser un «viejo agrio y disconforme» (p. 523), aunque algo apuntas ya a ello –¡y todavía estamos en el año 2009 en esa novela en marcha!–.

Aún no ha te ha pasado lo que a FS, el filósofo donostiarra, que puede que no sepa bien de dónde viene o dónde estuvo, pero que sí sabemos muy bien a dónde va, ¿o no?, aunque puede que él parezca ignorarlo.

He disfrutado y aprendido con tu Quasi una fantasia, como lo he hecho con tus otros libros, que me ha servido para «calentar las puntas de las manos» (p. 523) a la vez que para incrementar los afectos y el respeto que tengo a tu capacidad creativa o para reencontrarme con algunas palabras terruñeras, que bien recuerdo de mis años mozos en las tierras leonesas de Villahibiera.

Así te lo dije tras la presentación de Suavemente ribera de Antonio Manilla, un día de finales de noviembre de 2019, cuando me pediste que te enviara a casa Sinfonía de Praga, que espero hayas disfrutado.

Por ello, ufano y dichoso, como un chico con zapatos nuevos, no pude por menos que hacer público y manifiesto el día que me llegó tu Quasi una fantasia a casa, el pasado 28 de abril: Miriam, gentil que es ella, me agradeció el gesto por fb.



Ah, y has de saber que me lo he pasado muy bien leyéndolo y leyéndote, intentando y logrando desentrañar, aunque no siempre, a quien se muestra/esconde tras esas letras iniciales.

Si me permites una reflexión a este respecto: Creo que quedaría mejor eliminar el punto que colocas tras las iniciales, de manera que el Joseph K. de Franz Kafka se convierta en un simple K y, por ejemplo, tu M. pase a ser M –si te da permiso Miriam– o X. y Z. se conviertan en X y Z, y puedas escribir así la fábula que unos y otros se tienen bien merecida, sin pedirle permiso a Gerardo Diego.

Así, esos seres fabulosos y extraños cobrarán vida propia y no serán un mero pespunte de vida ajena. ¿No crees que así esas máscaras de seres embozados y encubiertos pasarían a ser personajes reales y ciertos de esa novela en marcha que, año a año, con tanto mérito vas construyendo y entregándonos?

Y si me permites una recomendación más, Andrés, déjate de renovar y actualizar armas y letras, déjate de ensalzar a este Madrid de nuestros pecados y libertades ajenas que a tantos nos acoge y dedícate a tu novela en marcha, que el Arrabal es buena cuna para acoger tantos spp como tienes entre manos, que si es buena cierta distancia entre lo vivido y lo narrado –¡y ese es el mérito de la novela, que por doquiera que va el hombre lleva consigo!–, no hay que esperar doce años para que el vino envejezca sabiamente.

Me han encantado algunos pasajes de tu Quasi una fantasia, donde has brillado con especial lucidez, como la boda levantina de R y A y. sobre todo, tus narraciones de los dos viajes a París y lo allí acontecido, vivido o imaginado (tienes suerte de poder ser un «narrador omnisciente» en los tiempos que corren y deleitarnos así a los que te leemos): Tus estancias parisinas han quedado muy proustianas, tanto por lo que narras como por el estilo que las impregna. Mira que me gustan tus efusiones líricas, las comparaciones y metáforas con que condimentas y especias tu libro, tus reflexiones familiares…, pero me encanta sobre todo cuando narras y te mueves como alma en pena o como pedro por su casa, si es que no como pez en el agua, entre el vulgo municipal y espeso, aunque ese «vulgo» sean los ilustres académicos franceses.




Me alegro del paso que habéis dado: El Arrabal ya promete mucho; así que ya nos tenéis ansiosos a los entregados lectores esperando lo que se anuncia de Miriam, de Rafael o El paisaje infinito. ¡Ánimo con todo ello!

Y solo un pero: A uno le gusta descamisar –ya que no puede desnudarlos del todo, que es lo que a lo mejor quisiera– a los libros mientras los lee: Así permanecerán impolutos, sin dedos sudorosos que los marquen y ensucien, para que el día de mañana mis hijos los hagan llegar saldados a no se sabe dónde y acaben, si son afortunados –los libros, que no mis hijos–, en el Rastro para que una mano amiga como tú o quienes pervivan en esta tierra madrileña los recuperen de entre la mugre. Y no fue posible hacerlo con tu Quasi una fantasia, que tuve que retractarme casi inmediatamente, porque si no lo hacía sería la sangre de mis manos la que quedara en el bisel de la tapa, que corta como una navaja barbera bien afilada.

Me han gustado algunas de tus diatribas y sarcasmos con el lorquista excavador, que ya no se sabe si busca huesos en Granada o pretende encontrar el oro escondido por los musulmanes antes de su llorosa partida de las tierras patrias en 1492, o sobre algún académico muy ilustre, o sobre el poeta gallego que llegó a ser ministro de Cultura, y tutti quanti, que son muchos.

Aunque no he encontrado, acaso sea por falta de habilidad de mi parte, a un X que yo me sé y al que te gusta dar zurriagazos habitualmente en tu spp, del que he leído hace unos días su última novela –No pude por menos de hacerle llegar a través de intermediarios y por medio de la red pública una “Nota volandera” que estoy seguro te deleitará si la lees, donde le animaba a «seguir escribiendo, pero bien».

Por cierto, que me temo que tú has de aplicarte también el cuento de lo que le sugiero al sr. académico en la medida en que en tu Quasi una fantasia me encuentro “rió” (p. 304) o “crió” (p. 367), ¿no te parece?



Pues eso.

Un cordial saludo, y a seguir escribiendo y publicando sin que nos hagas esperar tantos años, que la vida es corta, el tiempo apremia y cuando tengamos puesto ya el pie en el estribo y con las ansias de la muerte, como Él escribió…

 

9/5/21

«Rosas en primavera, ¡eso recojo!»

 

 

Más de un año hacía que no pisaba la sala de conciertos del Auditorio Nacional de Música y con mi abono del Teatro Real casi ya apolillado por falta de uso (ni Rusalka, ni Don Giovanni, ni Siegfried he podido ver esta temporada).

Pero hoy es el Día de Europa y, ya vacunado, el concierto del Auditorio Nacional me estaba esperando. ¡Paz y unidad europea! ¡Qué placer! ¡Y con gratísima compañía!

La Orquesta Juvenil Europea de Madrid (OJEM) y el coro del LFM, bajo la dirección de Adriana Tanus, interpretaron el Himno Europeo (extracto del 4º movimiento de la Sinfonía n.º 9 en re menor, op. 125 de L. van Beethoven) y luego una composición tradicional israelí (Mi Yitneni), el Psalm 23 de Srul Irving Glick, Nigra Sum de Pablo Casals, Earth Song de Frank Ticheli y The Black Knight, cantata para coro y orquesta Op.25 de Edward Elgar.

Es grato volver a la vida…

Ahí estábamos, ¡ahí queríamos estar!, ¡ahí teníamos que estar, con la frase que pronuncia el Caballero Negro y que cerraba la cantata de Elgar y el concierto: «Rosas en primavera, eso recojo»!

 





8/5/21

Remembranza de un 8 de mayo

 

 

          «Mucho sabía, pues, el Coronel Huberto Heco y mucho daba a entender. Parecía obvio que hasta aquí habíamos llegado, que nada más podíamos hacer ni nada más podíamos esperar –una vez bien entrelazados los diversos hilos del tapiz que estamos tejiendo–, que ya solo quedaba hacer avanzar la novela –y esa tarea era mía–, a la búsqueda del final, que lo que teníamos teníamos, sin que pudiéramos esperar nada más u otra ayuda alguna, que principio y fin habían de confluir y cerrarse y que dos años más de trabajo debía de ser suficiente para ello, de manera que el 8 de mayo de 2014 –día señalado, el día de la victoria (Den vítězství)– pudiéramos escribir la última palabra de nuestra parte en esta historia.» (P. 507).

 


  

          «Sin embargo, hoy por la mañana, 8 de mayo de 2014, día señalado, el día en que se conmemora el aniversario de la muerte de Gustave Flaubert y en el que la novela ha de ser concluida y puesta a disposición de los lectores, después de una mala noche dándole vueltas y vueltas a un título para la obra que no acababa de llegar –sí, ya sé que hoy es festivo en este país, que hoy es un día grande para la República Checa, el día de la victoria (Den vítězství), pero la obra está esperando para llegar a su fin, y eso es lo único importante–, sorprendentemente, cuando sonó el teléfono para despertarme no lo hizo con su sonido habitual –agudo y estridente– sino que a mi cerebro medio dormido le llegó una música suave y le sorprendieron unos sonidos armoniosos que salían del teléfono. Inmediatamente reconocí aquella música; pero tenía dificultades para identificarla con seguridad. ¿Mozart? ¿Era Mozart lo que sonaba en el teléfono para despertarme? ¿Era la Sinfonía «Júpiter»? Cogí el móvil y con los ojos entrecerrados vi que en la pantalla aparecía la expresión Sinfonía de Praga.» (P. 523).

 

 

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