«Mucho sabía, pues, el Coronel Huberto
Heco y mucho daba a entender. Parecía obvio que hasta aquí habíamos llegado,
que nada más podíamos hacer ni nada más podíamos esperar –una vez bien
entrelazados los diversos hilos del tapiz que estamos tejiendo–, que ya solo
quedaba hacer avanzar la novela –y esa tarea era mía–, a la búsqueda del final,
que lo que teníamos teníamos, sin que pudiéramos esperar nada más u otra ayuda
alguna, que principio y fin habían de confluir y cerrarse y que dos años más de
trabajo debía de ser suficiente para ello, de manera que el 8 de mayo de 2014
–día señalado, el día de la victoria (Den
vítězství)– pudiéramos escribir la última palabra de nuestra parte en esta
historia.» (P. 507).
«Sin
embargo, hoy por la mañana, 8 de mayo de 2014, día señalado, el día en que se
conmemora el aniversario de la muerte de Gustave Flaubert y en
el que la novela ha de ser concluida y puesta a disposición de los lectores,
después de una mala noche dándole vueltas y vueltas a un título para la obra
que no acababa de llegar –sí, ya sé que hoy es festivo en este país, que hoy es
un día grande para la República Checa, el día de la victoria (Den vítězství), pero la obra está
esperando para llegar a su fin, y eso es lo único importante–,
sorprendentemente, cuando sonó el teléfono para despertarme no lo hizo con su
sonido habitual –agudo y estridente– sino que a mi cerebro medio dormido le
llegó una música suave y le sorprendieron unos sonidos armoniosos que salían
del teléfono. Inmediatamente reconocí aquella música; pero tenía dificultades
para identificarla con seguridad. ¿Mozart? ¿Era Mozart lo que sonaba en el
teléfono para despertarme? ¿Era la Sinfonía «Júpiter»? Cogí el móvil y con los
ojos entrecerrados vi que en la pantalla aparecía la expresión Sinfonía de Praga.» (P. 523).
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