Tal día como hoy, 31 de marzo, en la localidad de Eisenach,
en 1685, nació el príncipe de los músicos, a quien tanto admiramos.
Como bien saben los lectores, en Sinfonía de Praga se escucha mucha música —veinticinco composiciones
y muchos conciertos, que irán acompañando la lectura.
Incluso se propone hacer acompañar la novela de un
artefacto o procedimiento en el que se integren las diversas composiciones
musicales que se escuchan, y, por ello, se hacen oír en la historia,
posibilitando así la lectura de la misma mientras, sin solución de continuidad,
suenan esas músicas —si es que no se escuchan las 1120 composiciones integradas
en las Obras Completas —Gesamtwerk—
de Johann Sebastian Bach, que podría ser una magnífica decisión.
Y si tuviéramos que elegir, no estaría mal comenzar por
la Ofrenda Musical a Federico II de
Prusia (Musikalisches Opfer, bwv 1079) o por Brandenburgische Konzerte, bwv 1046–1051, proseguir por las
cuarenta y ocho composiciones, celestiales estéticamente a la vez que matemáticamente
perfectas, de preludios y de fugas en tonos mayores y menores con sus doce
escalas —do mayor, do menor, do sostenido mayor, do sostenido menor, y así
sucesivamente—, de afinación bien temperada, de Das Wohltemperierte Klavier, bwv
846–893, deleitarse con la Suite para
orquesta n.º 3, en re mayor, bwv
1068, y concluir con una Sonata, a
escoger libremente, después de haberse deleitado con Goldberg Variationen, bwv
988, y, por ejemplo, con el aria Buß und
Reu de St. Matthew Passion, bwv 244, o con la composición coral Jesu bleibet meine Freude, que cierra la
cantata Herz und Mund und Tat und Leben,
bwv 147, y con la Tocata y fuga, en re menor para órgano (bwv 565), oída a buen volumen, o con uno
de los conciertos para violín (Violinkonzerte,
bwv 1041, 1042, 1052, 1056 o
1064).
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