Después
de la tempestad, siempre viene la calma; y Sinfonía de Praga se vestirá de largo —o de corto—, y siempre
estará con los lectores.
No
olvidamos que el novelista ha de ofrecer al lector un relato bien estructurado —“où tout se tient”—,
una peripecia motivadora —hechos sorprendentes que conectan el pasado de los años 30 y 40
del siglo XX con el más rabioso presente—,
una voluntad de estilo que cautive y una anagnórisis final que sorprenda y
arrobe.
Pero
aunque es justo y necesario que el creador de una obra de arte ofrezca eso, ha
de ofrecer mucho más: Ha de ofrecer una cosmovisión poderosa que cree un nuevo
mundo y que cree un nuevo lector y permita a este ser más, ser otro y distinto
al que era en el momento en que inició la lectura de la obra.
Obra
dulce y útil, pues; obra para los lectores, múltiples y variados, para el
lector presente y para el lector futuro, para todos ellos, sin que los
elementos adversos puedan alterar el objetivo de Sinfonía de Praga.
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