Buenos días, Andrés:
Desde
hace unos cuantos días me has tenido muy gratamente entretenido con “Quasi
una fantasia”, tu último “spp”, y acabo de llegar al final del libro.
Si me
permites, antes de nada, quiero afirmar que, aunque eres como eres, no has
llegado todavía a ser un «viejo agrio y disconforme» (p. 523), aunque algo
apuntas ya a ello –¡y todavía estamos en el año 2009 en esa novela en marcha!–.
Aún no
ha te ha pasado lo que a FS, el filósofo donostiarra, que puede que no sepa
bien de dónde viene o dónde estuvo, pero que sí sabemos muy bien a dónde va, ¿o
no?, aunque puede que él parezca ignorarlo.
He
disfrutado y aprendido con tu Quasi una fantasia, como lo he hecho con
tus otros libros, que me ha servido para «calentar las puntas de las manos» (p.
523) a la vez que para incrementar los afectos y el respeto que tengo a tu capacidad
creativa o para reencontrarme con algunas palabras terruñeras, que bien
recuerdo de mis años mozos en las tierras leonesas de Villahibiera.
Así te
lo dije tras la presentación de Suavemente ribera de
Antonio Manilla, un día de finales de noviembre de 2019, cuando me pediste que
te enviara a casa Sinfonía de Praga, que
espero hayas disfrutado.
Por ello,
ufano y dichoso, como un chico con zapatos nuevos, no pude por menos que hacer
público y manifiesto el día que me llegó tu Quasi una fantasia a casa,
el pasado 28 de abril: Miriam, gentil que es ella, me agradeció el gesto por
fb.
Ah, y has
de saber que me lo he pasado muy bien leyéndolo y leyéndote, intentando y
logrando desentrañar, aunque no siempre, a quien se muestra/esconde tras esas
letras iniciales.
Si me
permites una reflexión a este respecto: Creo que quedaría mejor eliminar el
punto que colocas tras las iniciales, de manera que el Joseph K. de Franz Kafka
se convierta en un simple K y, por ejemplo, tu M. pase a ser M –si te da
permiso Miriam– o X. y Z. se conviertan en X y Z, y puedas escribir así la
fábula que unos y otros se tienen bien merecida, sin pedirle permiso a Gerardo
Diego.
Así,
esos seres fabulosos y extraños cobrarán vida propia y no serán un mero
pespunte de vida ajena. ¿No crees que así esas máscaras de seres embozados y encubiertos
pasarían a ser personajes reales y ciertos de esa novela en marcha que, año a
año, con tanto mérito vas construyendo y entregándonos?
Y si me
permites una recomendación más, Andrés, déjate
de renovar y actualizar armas y letras, déjate de ensalzar a este Madrid de
nuestros pecados y libertades ajenas que a tantos nos acoge y dedícate a tu
novela en marcha, que el Arrabal es buena cuna para acoger tantos spp
como tienes entre manos, que si es buena cierta distancia entre lo vivido y lo
narrado –¡y ese es el mérito de la novela, que por doquiera que va el hombre
lleva consigo!–, no hay que esperar doce años para que el vino envejezca
sabiamente.
Me han
encantado algunos pasajes de tu Quasi una fantasia, donde has brillado
con especial lucidez, como la boda levantina de R y A y. sobre todo, tus
narraciones de los dos viajes a París y lo allí acontecido, vivido o imaginado
(tienes suerte de poder ser un «narrador omnisciente» en los tiempos que corren
y deleitarnos así a los que te leemos): Tus estancias parisinas han quedado muy
proustianas, tanto por lo que narras como por el estilo que las impregna. Mira
que me gustan tus efusiones líricas, las comparaciones y metáforas con que
condimentas y especias tu libro, tus reflexiones familiares…, pero me encanta sobre
todo cuando narras y te mueves como alma en pena o como pedro por su casa, si
es que no como pez en el agua, entre el vulgo municipal y espeso, aunque ese «vulgo»
sean los ilustres académicos franceses.
Me alegro del paso que habéis dado: El Arrabal ya promete mucho; así que ya nos tenéis ansiosos a los entregados lectores esperando lo que se anuncia de Miriam, de Rafael o El paisaje infinito. ¡Ánimo con todo ello!
Y solo
un pero: A uno le gusta descamisar –ya que no puede desnudarlos del todo, que
es lo que a lo mejor quisiera– a los libros mientras los lee: Así permanecerán
impolutos, sin dedos sudorosos que los marquen y ensucien, para que el día de
mañana mis hijos los hagan llegar saldados a no se sabe dónde y acaben, si son
afortunados –los libros, que no mis hijos–, en el Rastro para que una mano
amiga como tú o quienes pervivan en esta tierra madrileña los recuperen de
entre la mugre. Y no fue posible hacerlo con tu Quasi una fantasia, que tuve
que retractarme casi inmediatamente, porque si no lo hacía sería la sangre de
mis manos la que quedara en el bisel de la tapa, que corta como una navaja
barbera bien afilada.
Me han
gustado algunas de tus diatribas y sarcasmos con el lorquista excavador, que ya
no se sabe si busca huesos en Granada o pretende encontrar el oro escondido por
los musulmanes antes de su llorosa partida de las tierras patrias en 1492, o
sobre algún académico muy ilustre, o sobre el poeta gallego que llegó a ser
ministro de Cultura, y tutti quanti, que son muchos.
Aunque
no he encontrado, acaso sea por falta de habilidad de mi parte, a un X que yo
me sé y al que te gusta dar zurriagazos habitualmente en tu spp, del que
he leído hace unos días su última novela –No pude por menos de hacerle llegar a
través de intermediarios y por medio de la red pública una “Nota volandera” que
estoy seguro te deleitará si la lees, donde le animaba a «seguir escribiendo,
pero bien».
Por
cierto, que me temo que tú has de aplicarte también el cuento de lo que le
sugiero al sr. académico en la medida en que en tu Quasi una fantasia me
encuentro “rió” (p. 304) o “crió” (p. 367), ¿no te parece?
Pues
eso.
Un
cordial saludo, y a seguir escribiendo y publicando sin que nos hagas esperar
tantos años, que la vida es corta, el tiempo apremia y cuando tengamos puesto
ya el pie en el estribo y con las ansias de la muerte, como Él escribió…
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