…aunque
este año estaba lejos de la cuarta fila de butacas de la «sala dorada» del Musikverein
de la excelsa Viena, emocionado por todo lo habido y con la emoción por lo mucho
que vendrá, os traslado a todos vosotros mis
mejores deseos para este año 2023.
Emocionado,
cuando ya se va acercando el final del glamuroso concierto dirigido por Franz
Welser-Möst y llega la hora de El Danubio azul (An der schönen blauen
Donau) de Johann Strauss. Ese extraordinario vals, «con sus claras ondas
discurriendo» –Canción III de Garcilaso, por parafrasear una novela que tú y yo
sabemos (Pág. 177)–.
Ese
delicioso vals que tantas veces hemos bailado, no siempre satisfactoriamente,
como bien saben nuestros lectores (https://sinfoniadepraga.blogspot.com/2018/01/baile-del-vals.html), si
acuden a la página 175 de esa novela que bien saben.
Sí, es
en ese el momento cuando uno se emociona hasta llorar. Es entonces cuando uno,
habitado por sus pensamientos y casi ensimismado en su único juguete, se
emociona y llora. Y entonces dejas a un lado la literatura y te dejas arrobar
por la música. Dejas a un lado Sinfonía
de Praga y Papeles de
Benjamin, abandonando lo
que este escribió el martes, 23 de septiembre de 1940, a solo tres días de su
infausta muerte en Portbou:
«No; tú no eres malo, te dices a ti
mismo, y les dices a quienes quieran escucharte en estos tiempos de
tribulación. Tiempos de ruido y furia desatada en esta Europa convulsa, que se
desangra, día a día y una y otra vez repite sus errores del pasado.
No; tú no eres malo, como tampoco lo son
los miles y miles de seres humanos que, como ratas enjauladas, estáis
intentando huir de la furia nazi desatada en Alemania y en esta Europa
humillada, que está cayendo de manera ineluctable en manos de Hitler y de sus
secuaces, antes de que la destrucción y la muerte se apoderen definitivamente
de todos vosotros.
No; tú no eres malo, a pesar de que
estás desesperadamente buscando con todas tus fuerzas escapar de esta ratonera,
ansiando la libertad y la vida que Francia ya no te puede garantizar».
Y,
finalmente. la Marcha Radeztky, con el acompañamiento de las palmas de
un público enfervorecido y entregado, exige tu participación activa y abandonas
el ensimismamiento en el que te habías adentrado.
Parafraseando
lo que Benjamin escribió cuando al atardecer del lunes, 22 de septiembre de
1940, se estaba despidiendo del Vieux Port de Marsella para tomar el tren en la
estación Saint-Charles hacia España, Cuidaos
y sed felices, que lo demás no importa.
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