Será legítimo que te
preguntes por el narrador de la historia, de nuestra historia —ya que también
es tuya, porque tú la construyes o la reconstruyes a tu manera mientras la lees
y la haces tuya—: ¿Quién es el narrador —ese yo emisor que narra la historia—?
Narrador que narra
desde el yo, pero que nunca nos dice ni nos permite saber su nombre —o puede
que sí—, que ni siquiera nos precisa su trabajo o puesto, o su mera apariencia
física, y solo nos aporta algunos datos sueltos, que ayudan a configurarlo como
personaje, pero que no nos permiten llegar a identificarlo de manera
fehaciente.
¿El yo narrador de la
novela es simplemente una máscara tras la que esconderse? ¿O es acaso la
perspectiva heterogénea de todas las cosas y sucedidos, que conoce la historia
desde el final y nos va guiando, a la vez que secuencia el relato —manteniendo
y dosificando la intriga y la peripecia, anticipándonos unas veces o
mencionando otras elementos y sucesos que se van a integrar progresivamente en
la estructura del relato, o rememorándonos otros hechos y acontecimientos ya
habidos, que a veces cobran nuevo valor o diferente significado a la luz de
nuevos datos—?
El narrador actúa, así,
en diversas ocasiones como remembranza de la historia que ha sucedido
—analepsis— o como anticipo de lo que ha de venir —prolepsis—, a la vez que
secuencia hechos, dosifica acontecimientos y los valora o plantea cuestiones
sobre lo sucedido o sobre el porvenir.
Y desde otra
perspectiva: En la obra se menciona en más de una ocasión a Fernán Gonzalo. ¿Y
quién es ese tal Fernán Gonzalo? A lo mejor si le sigues la pista a Fernán y a Gonzalo algo llegas a descubrir, aunque poco.
Del “Prospecto” de Sinfonía de Praga
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