Si eres de quienes por
sí mismo se valen, de quienes no necesitan reflexión ajena alguna ni ayuda al
respecto, no pierdas el tiempo, acude presto a la historia de Lieserl, o de
Meme —mi historia, tu historia—, que ya te está esperando para una lectura
ingenua, límpida como el agua que de la fresca fuente fluye, natural como la
vida misma; lectura de descubrimientos sucesivos, levemente apoyada en breves
analepsis y prolepsis muy escuetas. El placer será muy tuyo.
Ahora bien, si algo en
mí confías, sigue leyendo, que no darás el tiempo por perdido —aunque te voy a
hacer trabajar un poco.
En la propia novela que tienes entre las manos —o ante los ojos— se reflexiona acerca de
las múltiples lecturas que se pueden hacer de la obra: Aparte de otras muchas
posibles, personales, serendípicas, aleatorias, circunstanciales lecturas —a la
búsqueda de la magnífica antología, del buen florilegio o hasta del collar de
la paloma; o, por qué no, de deliciosas músicas, Bach y Mahler incluidos, de
algunas de las mejores páginas sobre sexo, cargadas de sensualidad y de
erotismo, o de las ocho mejores páginas nunca escritas por pluma alguna tras
peregrinar a través de Auschwitz—, la obra tiene al menos dos lecturas
lineales, progresivas: Si en la primera se sigue el orden recto de las cosas,
consecutivo, de izquierda a derecha, de principio a fin, en la segunda lectura,
con el lector o receptor ya sobre aviso, se ha de comenzar por Compleméntum (Manifiesto) para acudir
luego a la lectura gozosa, pausada y placentera del resto de la obra de arte.
Y se puede ir a más, ya
que así como hemos buscado una obra de arte total y única, una novela de culto,
se podrá buscar también una lectura de culto, de manera que, una vez desvelada
la peripecia —los eventos que acontecen en la rúa, lo que pasa en la calle—,
uno pueda quedarse con la obra en sí, con la voluntad de estilo, con cada una
de las frases, con las palabras todas y solas, en sí mismas: solo la palabra.
Del "Prospecto" de Sinfonía de Praga
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