El lector, al lector, para el lector,
con el lector siempre. Sin receptor no hay comunicación, y sin comunicación no
hay mensaje que valga, aunque se opongan tantos, siempre los mismos, ellos
siempre.
Es así en todo lugar y momento de Sinfonía
de Praga, ya desde la concepción de la obra, en su configuración y
estructura, en la secuencia del relato, en lo que se incluye y en lo que se ha
dado por excluido, en sus personajes y sucesos, y hasta en su voluntad de
estilo.
Y llegados hasta aquí, acaso haya que
preguntarse: ¿Qué lector? ¿Qué lectores?
Uno y todos, todos y cada uno, todos
ellos; a cada uno según su interés, a cada uno según su necesidad, a cada uno
según su voluntad.
Los lectores presentes y los lectores
futuros; todos los lectores que ya son y todos los que serán; y ese lector
especial que la obra habrá de crear, que la obra artística necesita para ser
finalmente la obra de arte total y única, a la búsqueda de la lectura de culto.
Del "Prospecto" de Sinfonía de Praga
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