Somos lo
que somos,
lo sabes
bien;
somos lo
que
fuimos,
lo que unos y
otros nos ayudaron a ser
–nature
más que nurture–
hasta
hacernos así.
(De «Esta
es la vida»)
Tiempos de Cuaresma,
el alma encogida
–que no
suene la radio, que no suene,
que la
música no se oiga, que nada resuene;
en este
valle de lágrimas solos–.
Viernes
de Dolores, de novenas y rezos;
Sábado
de
Pasión, anuncio de lo que vendrá,
de lo
que tiene que venir.
Y entonces
llega Domingo de Ramos:
¡Ojalá este
año sí que haya algo que estrenar!
Hay
alegría y alborozo en el ambiente:
Procesión
sobre carrizas, tomillo, lirios y flores multicolores;
ramas de
pino y palmas en las manos de los villahibierenses,
confundiendo
memoria y deseo:
Jesús,
que triunfante entró
domingo
en Jerusalén,
por
Mesías le aclamó
todo el
pueblo, y en tropel
a
recibirle salió.
¡Ay, alegría
y alborozo, cuán pasajeros, la Semana Santa
llamando
a la puerta está!
Las
campanas de la iglesia no suenan,
no
pueden sonar;
el Campanín,
enmudecido,
no debe
sonar;
que nada
resuene,
todos
compungidos –¡pura escatología!–,
todos
rememorando la pasión
y muerte
de Cristo Jesús, el Señor.
Por las
noches, en el Rosario de la buena muerte, los mozos,
allá en
el coro, desde lo alto, con voz poderosa y tonante:
¡Danos,
Señor, buena muerte,
por tu
santísima muerte!;
una y otra
vez, resonando
entre
las frías paredes de la iglesia,
mientras
voces en eco responden.
¡Danos,
Señor, buena muerte,
por tu
santísima muerte!,
entonan
voces de chavales traviesos y desarrapados
–mocosos
de pantalón corto–.
¡Danos,
Señor, buena muerte,
por tu
santísima muerte!,
cantan
niñas angelicales y núbiles mozas.
¡Danos,
Señor, buena muerte
por tu
santísima muerte!,
en coro mixto
de gargantas
de
hombres y mujeres enhiestos,
curtidos
por el sol, que, alienados y ajenos,
elevan
ojos, voces y mentes hacia lo más alto
desde
una tierra inmisericorde, desangrada y aleve.
Tiempos
aquellos de oficios religiosos
de
tardenoche de Jueves y Viernes Santo:
Viernes
Santo, ¡qué dolor!
Expiró
crucificado
Cristo
nuestro Redentor,
mas
antes dijo angustiado
siete
palabras de amor.
Un túmulo
vestido de fúnebre crespón negro y arabescos dorados;
aroma de
incienso y de mil velas encendidas;
las
imágenes de la iglesia bien ocultas tras un paño morado:
Que nada
se vea, que nada se oiga,
que solo
se sientan las siete palabras de Jesús:
Padre,
perdónalos, porque no saben lo que hacen.
Y luego,
compungidos:
¡Dios
mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?
(¡Elí,
Elí! ¿lama sabactaní!).
Tiempos
aquellos del Calvario por la cuesta arriba,
camino
de la Cruz, nuestro Gólgota,
mientras
un paño blanco pendente y sonoro
es
volteado una y otra vez por el frío viento en lo alto, junto al inri,
y todo
el pueblo a una –¡somos uno!
¡somos
lo que somos! ¡somos lo que fuimos!–
entona la
primera estación del Viacrucis (Jesús es condenado a muerte):
Jesús atormentado!
Llorad, pues, ojos míos;
llorad por vuestro Amado;
y la
segunda y la tercera y la cuarta y la quinta estación de Simón el Cireneo
y la
sexta de la valiente y generosa Verónica
y la
séptima, Jesús caído por segunda vez;
y,
cuando todo ya se ha consumado
(Padre,
en tus manos encomiendo mi espíritu),
llegar a
la decimoquinta estación
–larga
es la vida y el camino
que al
Gólgota nos ha de llevar:
En mi principio
está mi fin,
en mi
fin está mi principio–.
Y ya, acogidos
entre las cuatro desnudas paredes de la iglesia vieja,
con la
Negrilla a nuestra vera, expectante,
cantar,
emocionados, la Salve:
Salve,
triste Reina, de dolores Madre;
solitaria
Virgen en la cruz estable.
Oh, mar
de amarguras; oh, mar de pesares;
oh, mar
de dolores, ¡salve, salve, salve!
Tiempos
aquellos de penitencia;
tiempos de
confesión y comunión,
de rezos
sinceros y entregados –los brazos en cruz–,
de matar
judíos,
de vigilia
y ayuno –si es que no hay bula–,
de sopas
de ajo y potaje de verduras.
Tiempos de
bacalao seco y salado para todos,
de
roscas de sartén, mantecadas y torrijas de Madre
y de esa
rica ensalada de huevos cocidos, escabeche y cebolla
–¡cómo
la disfruta Padre–.
Tiempos del
oficio de Sábado Santo:
está la
iglesia a oscuras,
el agua
bendecida está.
Y
entonces se hace la luz
porque
el Señor resucitó
(¡Resurrexit,
sicut dixit; alleluia, alleluia!):
¡Que las
campanas toquen a gloria,
que
Jesús resucitó!
¡Que
venga la Pascua, mozas;
mozas, que
se nos va la Pascua,
la
Pascua de Resurrección!
¿Y qué
hace ahí esa cuelga de huevos,
enhiesta
y colgada en lo alto?
–Ah, es
la huevada de los mozos:
¡Quién
fuera mozo toda la vida!
¡Quién
toda la vida mozo fuera!–.
¿Y este
ramo, de flores que no de cardos,
en la
reja de la ventana de esa moza casadera?
¡Quién
fuera ella, esa moza casadera,
la que
todos los quintos y mozos cortejan y pretenden!
Y
entonces todo lo ilumina la Pascua
y la
procesión del encuentro, festiva y gozosa,
dos
caminos que se juntan:
De hombres,
mozos y chicos;
de mujeres,
mozas y chicas.
Todos ya
casi uno, cantando a dos coros:
Quítate
ese manto negro
y
revístete de gala
que
viene resplandeciente
el que
Tú, muerto, llorabas.
Y la
melodía prosigue, gozosa y festiva:
Regocíjate,
María,
que ya
todo se cumplió,
pues
resucitó Jesús
antes de
salir el sol.
Y al fin
vendrá Pascuina:
Todos de
merendola,
a
Entrelosríos todos
–agua y
verde y agua–.
¡Oh,
tiempos aquellos, que no son estos,
tiempos
remembrados
de la
Semana Santa villahibierense!:
Somos lo
que somos; somos lo que fuimos,
lo que
unos y otros nos llegaron a ser.
Notas:
Como ya habían
hecho en otras ocasiones, Alejandro González Martínez y las gentes de
Villahibiera me solicitaron hace unos días el texto que querían integrar en el vídeo
que estaban preparando con motivo de la Semana Santa, donde se había de recordar
lo que durante tantos años por esta época hemos vivido los villahibierenses.
El vídeo
puede verse en: https://www.youtube.com/watch?v=FFQxQC0diDY.
El poema
que les hice llegar, como texto literario que es, integra un intenso juego de
recursos retóricos y estilísticos y de elementos literarios y paratextuales que
el lector habrá de descubrir.
E
integra, sobre todo, elementos religiosos y sociales que los villahibierenses
hemos compartido de generación en generación y que bien guardamos en nuestras
mentes y en nuestros corazones: Emotivos oficios religiosos de los días de
Semana Santa; estreno de ropa el Domingo de Ramos; canciones religiosas que se
entonaban en cada uno de los actos religiosos que se celebraban en comunidad; el
Rosario de la buena muerte; ¡Danos, Señor, buena muerte, /por tu
santísima muerte!; el Calvario por la Cruz; Llorad,
pues, ojos míos; /llorad por vuestro Amado;
el
Campanín; la Iglesia vieja; la Negrilla; Salve,
triste Reina, de dolores Madre; sopas de ajo y potaje de
verduras; la procesión de Domingo Ramos o la procesión del encuentro; Quítate
ese manto negro / y revístete de gala; las bulas; las roscas de
sartén, mantecadas y torrijas de Madre; la ensalada de huevos cocidos de vigilia
de Padre; ¡Resurrexit, sicut dixit; alleluia, alleluia!; la
huevada de los mozos; un ramo de flores en la reja de esa moza casadera; la
merienda de Pascuina…
Al
inicio del poema se citan unos versos de «Esta es la vida», el
poema que escribimos el pasado verano en la visita que hicimos al pueblo y que
define bien lo que somos (Somos lo que somos, somos lo que fuimos).
Elementos de esos versos se reiteran en el interior del poema (Versos 70-71) y
se parafrasean en la estrofa final que cierra y concluye el texto.
Verso 13
(confundiendo memoria y deseo): Ya estaba en el poema «¡Todos juntos!», que
escribimos para los villahibierenses en su día. Y estaba también en Sinfonía de Praga, y en
más de una ocasión en el blog que acompaña a la novela, donde hemos hecho
referencia a los versos que abren Tierra baldía de Eliot, tal como se
parafrasea en la novela (Pág. 307).
Verso 45
(hombres y mujeres enhiestos): Como ya hicimos en el poema «¡Todos juntos!», se
homenajea a los hombres y mujeres de Villahibiera, que no son muy distintos de
los hombres y mujeres de tantos otros pueblos de nuestra España, de esa España
vacía y vaciada: Seres humanos firmes, recios, enhiestos a pesar de la
adversidad o de las inclemencias del tiempo o de los embates de la naturaleza;
con sus ojos dirigidos hacia el cielo, con mentalidad religiosa acendrada –mirando
hacia arriba, hacia el cielo– y escrutando la naturaleza –mirando
hacia el horizonte, intentando adivinar si iba llover o si escampaba, si hacía
sol o iba a helar–; y, aunque alienados y ajenos, asentados firmemente en una
tierra inmisericorde, desangrada y aleve.
Los
versos parafrasean el texto de nuestra contribución a la exposición de
fotografías que sobre la escultura del escultor villahibierense Amancio
González Andrés “La Negrilla”, ubicada en el centro de la ciudad de León, se
realizó en la primavera de 2019 en el Museo Gaudí–Casa Botines.
Puede
verse al respecto:
http://sinfoniadepraga.blogspot.com/2019/05/la-negrilla-de-villahibiera.html
http://sinfoniadepraga.blogspot.com/2019/05/la-negrilla.html.
Y los chavales
traviesos y desarrapados –mocosos de pantalón corto– (Versos
38 y 39) o las niñas angelicales y núbiles mozas (Verso 42) han de
situarse en el mismo contexto indicado.
Versos 85 y 86
(En mi principio está mi fin, / en mi fin está mi principio): En un
juego antitético, se citan los versos que abren y cierran el “East Cocker” de
Eliot, a los que ya aludimos en el poema «¡Por ti, por cada uno de los que os
habéis ido! –en memoria y homenaje–», que
escribimos en memoria y homenaje a los fallecidos en la pandemia del
coronavirus Covid-19.
Por otra
parte,
en el epígrafe 94 de “Taller” de 1.11 “Mena, ganga, esquirlas y virutas (Making of)” de Compleméntum (Manifiesto)
de Sinfonía de Praga escrito está lo siguiente [http://www.sinfoniadepraga.es/index.php/aaaa]:
«En mi principio está mi fin... en mi fin está mi
principio».
Escribe
T. S. Eliot (East Coker) para abrir y
cerrar el segundo de sus Cuartetos,
asociando principio –beginning–y fin –end–que
puede recordar a Heráclito (El principio y el fin son la misma cosa) si fin tiene el significado de final, o casi limitarse a parafrasear el lema bordado en el trono de
María Estuardo de Escocia (“En ma fin est mon commencement”, o un bien conocido
lema moralizante de la Edad Media, bien ejemplificado por el rondó de Guillaume
de Machaut).
Ahora
bien, si, tal como sucede en español, fin
tiene también el significado de finalidad,
podríamos abrir así una caja de pandora, un ciclo infinito o bucle, o una
novela proteica y miscelánea, o no.
Hace
todo ello referencia a las frases que abren y cierran la novela Sinfonía de
Praga, donde las palabras principio y fin tienen una especial
relevancia y significación, como bien saben los buenos lectores de la obra.
Verso
113 (mozas, que se nos va la Pascua): Se
cita el poema de la lírica popular de Góngora, que glosa el carpe diem horaciano,
lírica popular en octosílabos que está muy presente a lo largo de todo nuestro
poema.
Verso
117 (la huevada de los mozos): El significado de la cuelga de huevos, enhiesta y colgada en lo alto de la iglesia no es necesario explicárselo a los
villahibierenses. ¡Qué rica la tortilla de patata para comenzar la celebración
de la Pascua el Sábado Santo por la noche tal como hacían los mozos! ¿Y con qué
huevos? Huevos de gallina robados uno a uno, de casa en casa ajena, que tenía
más mérito y era ms gratificante –y acaso porque ni los había en la casa
propia ni tampoco dinero para comprarlos en Casa Petra, la Fea–.
Y en
paralelismo con la huevada de los mozos, ese ramo, de flores que no
de cardos, en la reja de la ventana de esa moza casadera.
Versos
126 y siguientes (dos caminos que se juntan): Se
rememora la procesión del encuentro de Pascua de Resurrección, con los hombres,
mozos y chicos con Jesús saliendo de la iglesia por un lado, y las mujeres,
mozas y chicas acompañando a la Virgen por el otro. Y en la mente, como no
podía ser de otro modo, Borges y los senderos que se bifurcan, y, a veces, se
encuentran.
Versos 141 y
142 (a Entrelosríos todos / –agua y verde y agua–): ¡Oh, parajes de la
infancia, remembranza de gozosa merienda el día de Pascuina, al día siguiente
de la Pascua de Resurrección, reunidos en familia!
Y los
versos reiteran
palabras que ya aparecían en «¡Todos juntos!».
Versos
146 y 147: Concluye el poema parafraseando los versos que se citan al inicio
del texto, extraídos de «Esta es la vida», el
poema que escribimos el pasado verano en la visita a Villahibiera. Aunque, si
bien se observa, con alguna alteración en su contenido. ¡Así es la literatura,
así son los creadores de arte!
¡Qué gran trabajo, Demetrio! Pura historia, memoria y vida este docupoema o reportaje poético sobre tu puebo. Nos entra por los poros de nuestra sensibilidad y nos recuerda algo grandioso en nuestra -insignificante- infancia.
ResponderEliminarEs un pasaje, como otros que han asomado a tu pantalla, que muestra lo que fue y ya nunca será, para bien y para mal. Ha tardado menos décadas en borrarse la vida y la cultura de nuestros pueblos que siglos en hacerse y perdurar. Parece una contradicción pero los ritmos del tiempo han cambiado vertiginosamente. Tú y yo lo sabemos bien porque lo hemos vivido.
Pero hay algo aquí y ahora que le da un sentido especial a tu glosa de silencios y polifonías, de espinas y flores. Pasó el verano y fuiste testigo consciente. Se ha cumplido un año y sigue tu mirada como perdida, con Villahibiera y la infancia tomando forma poética en tu pantalla ¿Estaba previsto? Es como si hubiera de nuevo cambiado el ritmo del tiempo, el 'cronos' -del cruel χρόνος-.
Puede que sea solo una impresión mía pero creo que tu poema resulta especialmente oportuno en este momento, alguien dirá que por analogía con una especie de calvario, yo creo que simplemente significa una nueva mirada. La que necesitamos cuando parece que el tiempo se ha parado.
Creo que es un gran gesto por tu parte ese tratamiento poético hacia tu pueblo y tu gente, sin distorsionar, delicadamente, con leves y profundas conexiones que te definen, pero dejando que fluya el mensaje rotundo, transparente. Debe valorarse lo que omites, tanto en la forma como en el fondo.
'Palabra esencial en el tiempo' es la poesía para Machado. En este tiempo que nos ha tocado, tu poesía fluirá 'esencial' en cientos y miles de pantallas honrando a tu pueblo, insignificante y grandioso, honrándote a ti, aunque -y por eso mismo- no era ese tu objetivo.
Fidel Alonso