«Wovon man nicht sprechen
kann, darüber muss man schweigen» [De lo que no se
puede hablar, lo mejor es callarse]: Ludwig Wittgenstein: Tractatus logico–philosophicus (Epígrafe 141
de “Un
mundo [libro] de citas”, de Memorabilia en Compleméntum: 186).
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Referencias a la muerte del arte, que
ya están en Hegel (Lecciones de estética).
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White
paintings de Robert
Rauschenberg (que ya estaba en Kazimir Malevich); o algo de Jaspers Johns, con un
poco de Black Mountain.
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«Y entonces no suena –arte del silencio, si es que
no es silencio del arte–, porque no deja sonar 4’33’’, su pieza insonora, John Cage.
En este
mundo desatado y confuso –tiempos de banalidad del bienestar, tiempos de
mediocridad plomiza y hasta de vacua trivialidad–, qué difícil se hace mantener
el tipo ante una obra como esta, presentada por Cage en 1952: composición en
tres movimientos –de 30’’, 2’23’’ y 1’40’’, respectivamente, separados entre sí
por una tapa de piano que se abre y una tapa de piano que se cierra–, donde en
cuatro minutos y treinta y tres segundos precisamente cronometrados todo es
silencio, todo es quietud e inmovilidad, toda la obra es silencio –donde todo
el resto es silencio, el resto es solo silencio, silencio solo, para que el
silencio de la obra creativa permita oír y escuchar otros silencios u otros
sonidos u otros ruidos circundantes que nos envuelven y no se dejan
habitualmente oír, arte del silencio convertido en silencio del arte.
Y la
obra de arte va a más. ¿Hacia dónde? ¿Hasta dónde? Arte del silencio, silencio
del arte. El arte que se niega a sí misma para ser de otro modo. ¿Dónde
progresa la creación y acaba el arte? ¿Dónde la obra artística culmina para
dejar de ser, o ser nada, para llegar a ser 0’00’’
–o la cosa que no es del reino de los Houyhnhnms–?» (Pág. 323 de esa novela que
tú y yo sabemos)
vvv
«Extraña e intensa sesión musical, con Dylan de
aperitivo, que ha hermanado a La Monte Young, John Cage, Olivier Messiaen y
Steve Reich. ¿Desacralización de la música clásica y del arte? ¿Progreso bajo
nuevas formas? ¿Evolución? ¿Acaso una nueva poética del arte? Aunque se podría
avanzar y llegar por mal camino a The
Factory de Andy Warhol, donde toda mistificación reiterativa encuentra
fácil reproducción y asiento, e ir más lejos, o más bajo... e incluir en el
recorrido tanto ready-made –siguiendo, prosiguiendo o persiguiendo la
estela de Duchamp, o de su urinario, más bien, que es una fuente que es un
mingitorio que es una fuente..., y hasta un orinal– y a tipos como Damien Hirst
o Jeff Koons... y seguir más abajo... ¿Se puede ir más abajo?» (Pág. 325).
vvv
«…quién pudiera llegar a purificarse en Black
Mountain, o la soledad y la tristeza infinitas de Hopper, qué difícil para las
gatas caminar erguidas sobre un tejado de cinc caliente, con una pizquita de
Rothko o de Lichtenstein y hasta de Motherwell, de Rauschenberg o de Jasper
Johns, de Josef Albers o de Cy Twombly, y el clan Kennedy o los Rockefeller y
tantos otros clanes y mafias haciendo de las suyas –como siempre han hecho–,
una refrescante Coca-Cola y una gran hamburguesa con muchas patatas fritas para
matar el hambre y pasar un rato, situados en frente, contemplando la Casa
Blanca, o escuchar los ruidos y los silencios de John Cage o a Steve Reich; y
así hasta el infinito... o casi» (Pág. 333).
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«¿Búsqueda? Acaso a
la búsqueda de Walden Tres, o puede que de la no cosa que no es en la isla de
los Houyhnhnms –si es que no en Venusberg o en Hörselberg; o hasta en Erewhon o
en Camelot o en la isla de Avalon– tras un período de purificación en Black
Mountain a la búsqueda del Grial» (Pág. 458).
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«…el Coronel me retuvo con el brazo para decirme
que le había dado una vuelta más al John Cage ese, mientras se aburría en
Bratislava, y que no era un mal tipo ese Cage; que le habían sorprendido su Lecture in Nothing o sus inventos de happenings y performances en Black Mountain;
que había podido ver en internet algo de la exposición que había montado el
MACBA de Barcelona en 2009 bajo el título de La anarquía del silencio y le había resultado interesante; que
hasta podía entender alguna de sus ideas sobre el ruido y la música, lo que no
era capaz de lograr con el Schoenberg dodecafónico, según precisó; pero que con
4’33’’ no podía, por no decir ya nada
de 0’00’’; o que el vídeo que había
encontrado en YouTube con la intervención de Cage en un programa de televisión
en 1960 llamado I’ve got a Secret y
su interpretación de Water Walk en el
plató televisivo, cronómetro en mano, le había resultado simpático, pero no así
los mesósticos de Roaratorio sobre el
Finnegans Wake de Joyce, de los que
no tenía ni pajolera idea y en los que se perdía absolutamente sin entender ni
papa» (Pág. 507).
vvv
«La
Orquesta Agon,
dirigida por Petr Kofroň,
comenzó con Brian Eno: Discreet
Music (Resonido de fondo, zumbante; ritmos cambiantes a primer plano –la
orquesta dividida en subgrupos, repartidos por todo el museo, convertido para
la ocasión en un único espacio escénico–). Y siguió con John Cage: Water Walk (Aleatoriedad del sonido –y
mucha agua– llevado a primer plano; original partitura, con la composición
musical avanzando lentamente a través de la pantalla), Root
of an Unfocus (Búsqueda del eco
–que no se encuentra– a través de un resonar ritmado) y And the Earth Shall Bear Again (Armonía rítmica que viene y va, que
nos acoge y se destruye, una y otra vez, siempre recomenzando).
El programa incluyó asimismo a Michal
Nejtek: Not I (–Estreno mundial–
Sonidos que fluyen y permanecen, entregándose a un ritmo que busca armonías
disarmónicas), la composición Imaginary Landscape No. 4 de John Cage (Paisaje de microsonidos cambiantes a
un ritmo de 4/4, sintonemas que llegan sincopados y que el cerebro no consigue
desentrañar, por más que lo intenta), así como a Frank Zappa: Revised Music for Low-Budget Orchestra
(Estructura de ritmo que se medio mantiene, donde diversos sonidos –a veces
callejeros, a veces de aire popular y festivo– adensan disarmonías), a Petr Kofroň: Imaginary
Symphony (Imaginární symfonie) (–Estreno mundial– Composición armónica que se sustenta en la batería
en primer plano, marcando el ritmo, hasta alcanzar una sintonía que se hace
aprehensible), a David Lang: Pierced
(Frase reiterativamente rítmica e inarmónica, que sufre pequeñas variaciones, y
que a base de iteraciones se hace comprensiblemente armónica o armónicamente
comprensible), y, finalmente, a Ivan Acher: Iz
iz am am dž i t'ing (–Estreno mundial– Tirachinas arrojando bolas a un piano arreglado;
voz del recitador elevada al primer plano; grabaciones que se incorporan sincopadas
y a buen ritmo. Calla la palabra y llegan los instrumentos, para, finalmente,
volver la palabra grabada, semicantada» esta vez) (Págs. 497–498).
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«A la búsqueda del silencio (Homenaje a John
Cage). Para escuchar el
verdadero sonido, el ruido –que no la furia–: No more music, no more radio,
no TV, but writing, just writing. Palabra, la sola palabra; dejar que la
palabra llegue y fluya libre, sin resonancia alguna, natural, incontaminada, la
palabra sola»
(Pág. 509).
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John Cage: 4’33’’
- En
un mundo desatado, una composición de 1952, pieza insonora, en tres movimientos
–de 30’’, 2’23’’ y 1’40’’, respectivamente, bien cronometrados, separados entre
sí por una tapa de piano que se abre y una tapa de piano que se cierra–, donde
en cuatro y treinta y tres segundos precisamente cronometrados todo es
silencio, todo es quietud e inmovilidad, todo la obra es silencio –donde todo
el resto es silencio, el resto es solo silencio, silencio solo, para que el
silencio de la obra creativa permita oír y escuchar otros silencios u otros
sonidos u otros ruidos circundantes que nos envuelven y no se dejan
habitualmente oír, arte del silencio convertido en silencio del arte.
- Y
la obra va a más. ¿Hacia dónde? ¿Hasta dónde? Arte del silencio, silencio del
arte. El arte que se niega a sí misma para ser de otro modo. ¿Dónde progresa
tanto la creación que acaba el arte? ¿Dónde la obra culmina para dejar de ser,
o ser nada, para llegar a ser 0’00’’ –o
la cosa que no es del reino de los Houyhnhnms–? (Epígrafe 17 de “Músicas”, de Bacstage en Compleméntum: 145).
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«No subject
No image
No taste
No object
No beauty
No message».
Escribe
John Cage sobre las White paintings de Rauschenberg; y al escribir se
escribe a sí mismo y escribe el arte contemporáneo que va a la búsqueda de algo
ignoto o desconocido, hacia la creación absoluta o puede que hacia ninguna
parte (Epígrafe 77
de “Un
mundo [libro] de citas”, de Memorabilia en Compleméntum: 174)
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De nobis
ipsis silemus. De re autem, quae agitur… (viene de Bacon y abre la Crítica
de la razón pura de Kant): Callemos acerca de nosotros mismos, pues de lo
que se trata es de la cosa…
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Y
mientras tanto, Javier Cercas declara que “he abandonado la novela sin ficción,
la autoficción,
que practiqué a espuertas” (Babelia, El País: 27 de febrero de
2021); el rey emérito, Juan Carlos I, expatriado en Emiratos Árabes Unidos, ha
pagado a la Agencia Tributaria una nueva regularización fiscal de 4.395.901,96
euros por rentas no declaradas durante varios ejercicios, que suman más de ocho
millones de euros de pagos en especie; el último gran poeta de la generación
Beat, Lawrence Ferlinghetti, que impulsó el movimiento contracultural en los Estados
Unidos en los años 50, ha muerto a los 101 años; el presidente de USA, Joe
Biden, ordena su primer ataque militar y bombardea a milicias proiraquíes en
Siria; la incidencia acumulada por el coronavirus Covid-19 los últimos catorce
días en esta Comunidad de Madrid de la ínclita Isabel Díaz Ayuso es de 305,7
casos por cien mil habitantes, la más alta de todas las Comunidades españolas, que la mantiene en riesgo extremo.
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Y tú te
entretienes con El canto de las sirenas; Poeta en Madrid; La
luz en su ausencia; Calle de sentido único; Poeta chileno; Espejos
de la nada; Infancia berlinesa hacia mil novecientos; Un verdor
terrible; Sontag; Cuando Einstein encontró a Kafka; Ensayos;
Walter Benjamin. Una vida crítica; Atlas Mnemosyne; Madrid.
Vida y obra; The bright book of life; Beethoven. Tormento y
triunfo; Filosofía y consuelo de la música; Las armas y las
letras; Música, solo música; Un pueblo traicionado; El
final del affaire; Decreación; Poemas impersonales, y tantas
otras obras como vienen a acompañarte.
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Y
mientras… ¿The New Yorker qué dice? ¿Hacia dónde apunta The New York
Review of Books?
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¡Cuánta palabra para reclamar silencio!
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