29/6/25

De un chico de provincias que se vino a la Casa de León en Madrid


 

Sí, «Los papeles de Walter Benjamin» llegaron a la Casa de León en Madrid el día 26 de junio, de la generosa mano de Pilar Pacho y Ana López. De ello han dado fe algunos medios: https://www.heraldodeleon.es/articulo/cultura/demetrio-fernandez-presenta-casa-leon-madrid-nueva-novela-walter-benjamin/20250627110659034391.html?utm_medium=social&utm_source=whatsapp&utm_campaign=share_button.

En la grata compañía de muchos leoneses y de otros que ejercieron como si lo fuesen de toda la vida (pueden verse las dieciocho imágenes que José Rodríguez hizo del acto, para dar cuenta de ello; aunque tendrás que acceder a Facebook para ello: https://www.facebook.com/demetrio.fernandezgonzalez): Mercedes Galeano, Antonio Feliz, Eladio Rodríguez, Santiago Sánchez, Teodora Risco, Elena Rodríguez, Ángel Pajín y Beatriz, Teresa Allende, Alberto López, Miguel Ángel Martínez…).





El bueno de José Manuel Querol –¡cuánto sabe José Manuel, da gusto oírle y admirarle!: literatura como constructo; multiplicidad; segunda persona  inquietante que interpela; intertextualidad–, y este humilde escritor reflexionamos sobre el legado de Walter Benjamin, sobre el proceso de creación de la obra literaria en estos tiempos de ruido y furia, sobre cómo las ideas de Benjamin han contribuido a configurar la modernidad y sobre otros asuntos varios.

Y este chico de provincias, que se vino a la Casa de León en Madrid hace ya cincuenta años –¡cómo pasa el tiempo, cuando de casi todo hace ya cincuenta años!–, contó algunas peripecias de cuando érase una vez que se era un hombre ya muy viejecito que agonizaba en el Hospital La Paz y al que algunos no le dejaban morir a gusto ni querían que se muriera mientras aquel chaval de provincias iniciaba los estudios de Filología Hispánica en la Universidad Autónoma de Madrid (Fernando Lázaro Carreter, Juan Manuel Rozas, Violeta de Monte, Francisco Abad, Ignacio Bosque, Ramón Sarmiento, Antonio Rey y compañía, ya sabes).



Y el chaval de provincias contó que su sueño era llegar a Madrid, a la villa y corte, al lugar donde se ata a los perros con longaniza y donde se forjan los escritores y estos alcanzan la fama pública. Y enseguida logró que Ernesto Escapa le invitara a la tertulia vespertina que se realizaba en aquel momento en la Casa de León, en la calle del Pez, con Jesús Torbado, Luis Mateo Díez, José María Merino, Juan Pedro Aparicio y tutti quanti.

Todos los tertulianos alrededor de una mesa en la vieja Casa de León, con un café o un carajillo en una mano y mucho humo alrededor. Y, en medio de la mesa, una sempiterna botella de coñac (¿Garvey?, ¿acaso Soberano?, ¿puede que Fundador?). Todos bebiendo coñac como cosacos, como si no hubiese un mañana. Yo, defendiendo como podía que a mis pocos años de chico de provincias ya publicaba reseñas literarias en «Informaciones», el periódico vespertino de la época, que entonces dirigía Emilio Romero. El bueno de Pedro Miguel Lamet había logrado tal prodigio: y allí, un jueves por la tarde, qué bien lo recuerdo, apareció mi primera crítica, dedicada a «La noche que llegué al café Gijón» de Francisco Umbral. Y luego siguieron otras dedicadas al brasileño Autran Dourado y a todo aquel que cayó en mis manos –¡qué grato era para aquel chaval de provincias, pelo largo y vaquero sucio algo raído, acercarse a la sede del periódico a la calle de la Madera, ascender hasta la primera planta y salir con unas decenas de pesetas en efectivo en la mano: ¡un capital, entones, para quien nada tenía!–.




Aunque el grupo de escritores leoneses me acogía en su generoso seno y, a la hora pagar, no me dejaba pagar a escote –¡que el chico de provincias crezca primero, que para pertenecer al gremio de escritores leoneses, denominado la mafia leonesa, primero hay que haber publicado un libro, me reiteraba José María Merino: «¡Y tú no has publicado ninguno!», me apuntaba, inmisericorde, con el dedo.

De nada servía indicarles que en León me había enseñado Lengua española durante dos años en Bachillerato don Miguel Díez, el hermano de Luis Mateo; o que me había dado clases de Dibujo el tío cura de Andrés Trapiello –¡el único suspenso en toda mi vida!–; o que Julio Llamazares se acercaba a veces hasta Villahibiera para escribir o para contemplar el Puente Blanco sobre el río Corcos, ya que no sobre el Esla. «No, primero hay que publicar un libro; aunque puedes beber coñac gratis, que nosotros te invitamos».




Y tampoco habría servido de nada que les hablara de «Claraboya» y de José Antonio Llamas –¡y no amanece!, que el viejecito que agonizaba en el hospital La Paz no moría ni a tiros– o de Agustín Delgado (con quien luego coincidí en la Inspección Central del Ministerio de Educación); o de «Espadaña» y de Victoriano Crémer (conservo algunas de las cartas manuscritas que este me enviaba); o que coincidí en mi primer año de profesor dando clases con Rogelio Blanco. O que les anunciara, que ya era mucho predecir, lo que iba a ser «La negrilla» del villahibierense Amancio González.

De modo que aquel chico de provincias que aspiraba a ser escritor en la villa y corte al que invitaban a coñac en la Casa de León en Madrid tuvo que dejar sus sueños de escritor y convertirse en catedrático de Lengua y Literatura, en marido de Mercedes, o en padre de Arturo y de María, y dedicarse a escribir sobre proyectos curriculares y la organización de los centros docentes o sobre el procedimiento administrativo aplicado a las instituciones docentes y hasta a ejercer como Inspector de Educación y asumir diversas responsabilidades públicas, o convertirse en Agregado de Educación en la embajada de España en Praga y tantas otras cosas que le ayudaran a sobrevivir durante las pasadas décadas.




Aunque, cincuenta años después de todo aquello, sin que se haya formado pelotón de fusilamiento alguno ni tenga que recordar la tarde en que su padre le llevara a conocer el hielo –que los leoneses bien conocemos el hielo desde niños, ¡y sabemos muy bien qué son los sabañones del frío invierno!–, ni asumir el nombre de Aureliano Buendía, después de «Sinfonía de Praga» hace siete años, después de «Los papeles de Walter Benjamin» ahora y después de lo que vendrá («La alegría de vivir»), ¿ya me admitirán en el gremio, digo en la mafia de escritores leoneses?

Y para más mérito leonés les diré que hace unos días «Los papeles de Walter Benjamin» llegaron hasta París (donde el bueno de Justo Zambrana, que no es leonés pero como si lo fuese, porque está casado con una leonesa, acogió a los «Papeles» en el Colegio de España en París); o que el próximo 9 de octubre ya hay fecha señalada para que dos leoneses, Marifé Santiago Bolaños y Julio Llamazares reflexionen junto con este autor en el Ateneo de Madrid sobre el legado de Walter Benjamin, paradigma de la modernidad.

O que Reyes Mate, aunque vallisoletano –que no hay que confundir con leonés–, uno de los pioneros benjaminianos en España desde los años sesenta, después de leer los «Papeles», escriba a su autor para felicitarlo y le agradezca una “composición coral, tan creativa y enriquecedora”.

¿Habrá llegado ya el momento de que este chico de provincias…? ¿O es que en los nidos de antaño…?

 


21/6/25

Yo, ética y estética

 

En estos tiempos de ruido y furia, el pasado 11 de junio tuvimos ocasión de reflexionar sobre “Identidad del escritor: la fusión entre el yo, la ética y la estética” en las IX Jornadas de Literaturas Hispaofroamericanas en la Biblioteca Histórica Marqués de Valdecilla de la Universidad Complutense de Madrid, organizadas por el Grupo editorial Sial Pigmalión.

Las imágenes de José Belló dan buen cuenta de ello.





 



18/6/25

Habiendo tanto y tan bueno que leer...

 

…uno agradece en lo que vale que alguien publique lo siguiente, referido a las lecturas que se propone realizar este verano:

«Me gusta centrarme en libros extensos o que exijan más concentración; y en los publicados por mis amigos. Empezaré con Los papeles de Walter Benjamin (Sial), del leonés Demetrio Fernández-González, quien acaba de presentarlo en el Colegio de España en París; la suya no es literatura de tumbona, me interesan mucho sus novelas ensayísticas, así las llama; sin duda, un día serán incorporadas a la historia de las vanguardias literarias siglo XXI».

  https://www.diariodeleon.es/opinion/250617/2051337/lector-anejo.html

 ¿Qué más se puede pedir?

¡Mil gracias Eduardo Aguirre! Como bien sabes, tu columna «Al trasluz» en Diario de León es muy grata para lectores como yo, y si además le mencionan a uno...

Uno es bien consciente de lo que hemos reiterado en diversas ocasiones, y que aparece recogido la página 195 de Los papeles de Walter Benjamin:

 

«Un proyecto artístico, un proyecto literario ha de ofrecer al lector un relato bien estructurado –où tout se tient–, una peripecia motivadora –hechos sorprendentes que conecten el pasado con el presente–, una voluntad de estilo que cautive y una anagnórisis final que sorprenda y arrobe.

Y aunque es justo y necesario que el creador de una obra literaria ofrezca esos cuatro elementos –relato bien estructurado, peripecia motivadora, voluntad de estilo y anagnórisis final sorprendente–, ha de ofrecer mucho más: Ha de ofrecer una cosmovisión poderosa que cree un nuevo mundo y que cree un nuevo lector y permita a este ser más, ser otro y distinto a aquel que era en el momento en que inició la lectura de la obra».

 

O, como se recogía en la página 19 de Compleméntum (Manifiesto) de Sinfonía de Praga, y se reitera en la página 201 de Los papeles de Walter Benjamin:

 

«¿Dó están los lectores? ¿Qué se hizo de…? ¿Qué se hicieron…?

Acaso haya que preguntarse: ¿Qué lector? ¿Qué lectores?

Para inmediatamente responder: Uno y todos, todos y cada uno, todos ellos; a cada uno según su interés, a cada uno según su necesidad, a cada uno según su voluntad.

Los lectores presentes y los lectores futuros; todos los lectores que ya son y todos los que serán; y ese lector especial que la obra ha de crear, que la obra artística necesita para ser finalmente la obra de arte total y única, a la búsqueda de la lectura de culto».

 

Un fuerte abrazo, Eduardo Aguirre amigo.

 

15/6/25

Para los leoneses en Madrid...

 

...y para todos los que nos queráis acompañar, Walter Benjamin va a estar el jueves, 26 de junio, a las 19h, en la Casa de León en Madrid (Calle del Pez, 6 – 1ª).

Será un placer compartir con vosotros reflexiones sobre el proceso de creación de la obra literaria, sobre el legado de Walter Benjamin, sobre cómo las ideas de Benjamin han contribuido a configurar la modernidad y sobre todo lo que bien queráis.

A pesar de lo sido, todo sigue siendo siempre igual.

«Teatro, el mundo es puro teatro… y fuegos artificiales» (PdB: 396).




 

10/6/25

Identidad del escritor

 

 

        Mañana nos toca reflexionar sobre “Identidad del escritor: la fusión entre el yo, la ética y la estética” en la Biblioteca histórica Marqués de Valdecilla de Madrid.

        En estos tiempos de ruido y furia, hay mucho que decir al respecto.




 

7/6/25

¡París bien vale...

 


…lo que le des, porque la Ciudad de la luz, generosa ella, te lo devuelve con creces!

Y así fue en esta ocasión, en la presentación de «Los papeles de Walter Benjamin», que hicimos el 2 de junio en el Colegio de España (https://www.colesp.org/events/presentacion-de-libro-47/).

El Colegio de España, esa institución señera que el Gobierno de España tiene en la Cité Internationale Universitaire de París para acoger a profesores, investigadores, estudiantes universitarios y artistas abrió sus puertas para recibirnos y presentar en París los PdB. Las imágenes 1 a 6 dan buena cuenta de ello, con Justo Zambrana ejerciendo de generoso anfitrión.










«¡Mala la hubisteis, franceses, en esa de Roncesvalles!», me viene en este momento a la mente, mientras esto escribo en el hotel y la televisión, al fondo, sitúa el marcador en 1-0 a favor de la selección española de fútbol en Stuttgart (Gol de Nico Willians 22´).

Pero en París (y antes en el Lycée International Montebello de Lille), examinamos de Approfondissement Culturel et Linguistique en español a los alumnos de la Cité Scolaire Honoré de Balzac del Baccalauréat Français International (BFI) (Véase la imagen 7).

¡Cuánto saben estos jóvenes franceses! ¡Cuánto les han enseñado los profesores españoles de las Secciones Internacionales! ¡Cómo controlan la lengua y la literatura española! Así da gusto formar parte del jury, del tribunal examinador.

«¡Mala la hubisteis, franceses!», mientras en el marcador aparece ya 2-0 a favor de la selección española (Manuel Merino 25´).

Acudí esta tarde a la Galerie Dina Vierny (rue Jacob 36) para buscar algunos datos e informaciones imprescindibles para la tercera entrega de la trilogía que, como bien sabes, llevará el título de «La alegría de vivir», con la que se cerrará la trilogía «Constelaciones de Europa». Allí me recibió, generoso él, Alexandre Lorquin, nieto de Dina Vierny y director de la galería. Las imágenes 8 y 9 dan buena cuenta de ello.





Los lectores de «Los papeles de Walter Benjamin» bien saben que Dina Vierny aparece hasta cinco veces en la obra. ¿Recuerdas lo que escrito está en «Ante Litteram», el epígrafe que abre la obra? ¿O lo que está escrito en la pág. 265 del libro cuando nuestro autor ya se encontraba a la vera de los Pirineos para encaminarse hacia España y en la terraza de un café de Banyuls-sur-Mer, a la sombra de un árbol frondoso, junto al alcalde Azéma y a Lisa Fittko, el bueno de Benjamin solo estaba pendiente de una mujer morena, sentada sola en una mesa, muy atractiva y sensual, que llevaba puesto un ajustado vestido rojo?

Y en la novela se menciona a Dina Vierny también en la pág. 234 y en la pág. 270. Aunque acaso hayas tenido que esperar a la pág. 360 (Nota 316) para saber que Dina Vierny era la estrecha colaboradora y la modelo preferida del escultor Aristide Maillol, que Dina era una antigua militante trotskista que organizaba una de las rutas clandestinas de paso hacia España por los Pirineos desde agosto de 1940.

Y has sabido también que el vestido rojo de «Didi», que ella utilizaba como señal para que las personas a las que iba a ayudar a pasar por los Pirineos hacia España se reuniesen con ella en la terraza de un café de Banyuls-sur-Mer, sirvió de inspiración a Maillol para pintar en 1940 el retrato titulado Dina con el vestido rojo.

«¡Mala la hubisteis, franceses!», pues ya en el marcador aparece 3-0 a favor de la selección española (Lamine Yamal 54´).

Luego me acerqué al Musée Maillol para seguir recopilando esos datos que necesito para ir configurando lo que va a ser la próxima entrega novelística y admiré la obra del artista y me recreé también con las numerosísimas imágenes del fotógrafo Roberto Doisneau («El beso del Hotel de Ville», incluido, como se observa en las imágenes 10 y 11 formaba parte de la exposición temporal). Sí. Me fotografié al lado del cuadro de Maillol titulado Dina con el vestido rojo, que se menciona en «Los papeles de Walter Benjamin» (Véase la Imagen 12).







¿Recuerdas un epígrafe de la novela «Los papeles de Walter Benjamin» (Pág. 227) que lleva por título «Stefan Zweig en Charavay o el misterio de la creación artística»? Te ofrezco una imagen al respecto (Véase la imagen 13).



Y a ver quién dice que no me acerqué a deleitarme a Shakespeare and Company (Véanse las imágenes 14 y 15) o a rendir los honores a Notre Dame (Véase la imagen 16).






«¡Mala la hubisteis, franceses!», pues ya en el marcador acoge 4-0 a favor de la selección española (Pedri 55´).

Y también peregriné hasta el Jardín des Tuileries para seguir contemplando a Dina Vierny en las estatuas de André Maillol, en el museo de esculturas al aire libre a la vera de la pirámide que abre paso al museo del Louvre (Véanse las imágenes 17 a 19).








Luego fui en busca de Walter Benjamin. Y aunque no pude recorrer los once espacios en los que habitó en París, le homenajeé en el Passage Walter Benjamin, bien emplazado en el Marais parisiense, entre la rue de Rivoli y la rue du Roi de Sicile, muy cerca de la parada del metro de Saint-Paul (Véase las imágenes 20 a 22):

«Si bien recuerdas y no cuentas mal, desde que abandonaste Alemania a mediados de marzo de 1933 –huyendo del nazismo, para nunca más volver a tu país– y te asentaste en París, has utilizado en estos siete años al menos once domicilios distintos –y serían dieciocho si contaras los otros siete en los que, en tus escapadas de París, has pasado algunas temporadas–.

En verdad, lo tuyo no ha sido habitar propiamente los espacios ocupados hasta que no te instalaste hace un par de años, en enero de 1938, en un pequeño estudio un poco más decente que alquilaste en la séptima planta del número 10 de la rue Dombasle, en el distrito 15, cerca de la estación de metro de Convention, donde ya pudiste colgar nuevamente tu Angelus Novus, lo que dio un nuevo sentido al espacio que ocupabas» (Los papeles de Walter Benjamin: Pág. 191).








Menos mal que un gol de penalti de Kylian Mbappé, en el minuto 59, ha salvado el honor de los franceses y en el marcador ya aparece 4-1.

Y en París hasta he disfrutado de una sesión de jazz en «Le Duc des Lombards» con Manouche (Giacomo Smith, Mozes Rosenberg, Wiliam Brunard y Remi Oswald), que no solo de pan –o de literatura– vive el hombre (Véase la imagen 23).



«¡Mala la hubisteis, franceses!», ¡pobrecitos ellos!, pues ya en el marcador aparece 5-1 a favor de la selección española (Lamine Yamal 67´).

Aunque nunca hay que menospreciar a Francia ni a los franceses, ya que Rayan Cherki, Dani Vivian y finalmente Randal Kolo Muani casi aguan la fiesta española, dejando el marcador final en 5-4.

¡París, siempre nos quedará París!



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