27/8/25

L’Artiste et le modèle nu

  

          Como tú bien sabes, en la página 90 de los Papeles, Walter Benjamin escribe a principios de agosto de 1940 que sigue enamorado de La joie de vivre y que sigue creyendo que de ese cuadro de Matisse nació casi todo lo que vendría después en el arte de vanguardia de la época.

          Y en la nota 89 (Pág. 309 del libro), se cuenta algo acerca de la historia de La joie de vivre de Matisse, cuadro que se ha constituido en núcleo central de lo que va a ser la tercera entrega y culminación de la trilogía Constelaciones de Europa, que estamos escribiendo, encerrados en el taller del artista, en el locus amoenus escurialense.

          


          Pero el bueno de Benjamin, como bien sabes, el 22 de septiembre de 1940 ha dejado escrito en la página 233 de los Papeles:

 

          «Ya te gustaría, ya, tener contigo el pequeño óleo sobre lienzo Lartiste et le modèle nu, que Matisse pintó en Niza en 1921; o, al menos, saber dónde se encuentra y quién se entretiene y goza ante ese maravilloso cuadro».

 

          Por ello, en la nota 288 (Página 345 del libro) se da a conocer la historia conocida del cuadro Lartiste et le modèle nu desde el momento en el que fue pintado por Matisse en Niza en 1921 hasta que fue vendido por teléfono por Christie‘s Europe el 24 de junio de 2014 (lote 7) a un comprador desconocido, que por una orden de teléfono pagó £ 6.802.500 / $ 11.577.855 por el cuadro.

          


          Investigando, investigando ya hemos logrado saber quién «se entretiene y goza» con el famoso cuadro, quién es su propietario desde 2014. La familia Nahmad, su propietaria, lo tiene depositado –¡así es la vida!– en un inmenso edificio impersonal y bien protegido, libre de impuestos, ubicado en las inmediaciones del aeropuerto de Ginebra –¡ay, si ese edificio hablara y dijera todo lo que en él se esconde y oculta a los curiosos ojos ajenos!–.

          ¿Y quién es la familia Nahmad, la propietaria del cuadro de Matisse y que en la actualidad posee la colección privada de cuadros de pintura moderna más importante del mundo? Una familia multimillonaria, de ascendencia judía sefardí, procedente de Alepo (Siria), que a mediados del siglo pasado se asentó en Beirut (Líbano), luego en Milán y hoy día reside en Mónaco, aunque algunos de sus miembros se encuentran en Nueva York, Londres o París. Familia que comercia y colecciona arte moderno (un Picasso que compraron por 2,6 millones de dólares lo vendieron unos años después por 30,8 millones de dólares). Familia afectada por pleitos diversos, a la que se menciona en los Papeles de Panamá y que se enfrenta a demandas y reclamaciones sobre cuadros que poseen y fueron usurpados a los judíos durante el nazismo.

          Aunque también es verdad que a la familia Nahmad le gusta exponer los cuadros que posee. Según hemos podido constatar Lartiste et le modèle nu de Matisse ha sido expuesto en Niza en 2015 (Museo Matisse, 12 de junio4 de octubre), en Nueva York (Hammer Galeries, 3 de noviembre de 201526 de febrero de 2016), nuevamente en Niza en 2018 (Museo Matisse, 23 de junio-29 de septiembre) o en Mannheim (Kunsthalle, 27 de septiembre de 201919 de enero de 2020).

          Así estamos; así queremos seguir, entregados a un único juguete, que complete la trilogía Constelaciones de Europa.

 

23/8/25

Ulises en busca de su destino final

          Por unas horas, he salido del taller de La alegría de vivir, de mi locus amoenus escurialense, para recrearme con la película El regreso de Ulises, que acaban de estrenar.

         ¿Me gustó? Solo a medias. Demasiado melodramática, demasiada sobreactuada. Aunque, ¿cómo ponerle peros a esa realidad en fábula homérica, a la que nos hemos referido  en Sinfonía de Praga (Pág. 271) y hemos reiterado en Los papeles de Walter Benjamin (Pág. 138)?:

 

         El buen lector bien recordará aquello de:

          «Después de tan largo viaje, lleno de peripecias, Ulises llega a su tierra, Ítaca, y ni siquiera la reconoce ni se reconoce en ella «¡Ay de mí! ¿En tierra de qué gentes me hallo?». Los extensos caminos, las rocas recortadas o los árboles frondosos no coinciden con los caminos, las rocas o los árboles que están fijados en su mente; ni siquiera el puerto al que arriba es el añorado puerto al que tanto le ha costado llegar. Y la culpa no es de la niebla que Palas Atenea ha extendido para engañar al taimado y astuto Odiseo sino de la añoranza e idealización que el viajero ha ido haciendo de lo que bien sabe y mejor conoce, idealización de la historia, de la realidad convertida en fábula, en ficción, donde lo importante es el viaje y no el destino, ya que es el largo viaje el que ha transformado la realidad conocida en sueño idealizado y ficticio, en ensueño que todo lo trastoca.

         Solo el fiel porquerizo Eumeo y la inestimable ayuda de su hijo Telémaco van a ayudar al héroe homérico a reconstruir la realidad y a reconquistarla, reconquistando a su amada Penélope y reconquistándose a sí mismo en el intento.»

 

         O algunas de las diversas ocasiones en que Walter Benjamin se transforma en un Ulises moderno:

         «Ítaca, siempre ansiando retornar a Ítaca, siempre ansiando llegar a Ítaca ¿Y si no hay una Ítaca a la que regresar? ¿Y si ni tan siquiera hubo una Ítaca de la que partir?» (Pág. 190).

 

«Remar, remamos; remamos con todas nuestras fuerzas, con denuedo y sin desmayo. ¡Mira que si remamos con todas nuestras fuerzas en sentido contrario a Ítaca, a lo que queremos que sea nuestro destino! Pasado y futuro conjuntado en un presente compartido que se deshilacha entre ruinas –muerte y destrucción por doquier–. ¡Mira que si, a pesar de todo, consigues llegar a Ítaca!» (Pag. 197).

 

         Con profunda desesperanza, en septiembre de 1940, Benjamin escribe cuando está llegando al final de sus días:

         «Mientras sigues buscando afanosamente los imprescindibles visados, duermes en una escuela que el ayuntamiento de Marsella ha convertido en centro de acogida para gentes sin hogar. ¡Quién te ha visto y quién te ve, Benjamin! ¡A dónde has llegado, Walter! Tú, que aspirabas a dormir en el lecho de madera tallado en el tronco de un olivo, como en su día logró aquel varón ingenioso que anduvo errante durante mucho tiempo por el mundo y conoció muchos pueblos y gentes, hete aquí, ahora, en Marsella, acogido como uno más entre todas estas gentes sin hogar y sin futuro» (Pág. 157).

          

         ¡Sed felices, mientras uno se reintegra al taller de creación literaria de su locus amoenus escurialense, que la musa nos está esperando!

 

 


17/8/25

«Walter Benjamin revisitado»

 

 

Ese es el título de la columna en el Diario de Salamanca con la que acaba de sorprenderme hoy mi buen amigo José Luis Puerto cuando estaba regresando de pasar tres días de descanso por las tierras villahibierenses (https://salamancartvaldia.es/noticia/2025-08-17-walter-benjamin-revisitado-374473?rc=2).

Y lo mismo ha publicado en el Ateneo Virtual Mirobrigense, el blog de opinión de Ciudad Rodrigo (https://ateneovirtualmirobrigense.blogspot.com/2025/08/walter-benjamin-revisitado-por-jose.html?m=1).

Después de su lectura reflexiva de «Los papeles de Walter Benjamin», mi buen amigo José Luis tipifica la obra como «consistente, sólida, documentadísima, creada y elaborada con tiempo…».

Y afirma que «Los papeles de WB» es «un libro sólido que, además, se enriquece con no pocas claves eruditas, que se encuentran en las notas a pie de página, en los documentos visuales y gráficos, en los apéndices… que hacen que estemos ante un libro muy recomendable sobre las aventuras y desventuras de Europa».

¡Así da gusto tener amigos!

Aunque después de la convivencia familiar en Villahibiera durante unos días y de recrearse un año más ante el Roble de Camperas (Ver la imagen) o de maravillarse al lado del nido de golondrinas que hay en casa (Ver los dos vídeos de las golondrinas alimentando a sus polluelos), ya hemos retornado a nuestro locus amoenus escurialense y nos hemos entregado nuevamente a la escritura de «La alegría de vivir», la tercera entrega que va a cerrar la trilogía «Constelaciones de Europa» y que completa a las dos obras anteriores ya publicadas («Sinfonía de Praga» y «Los papeles de Walter Benjamin»).





Durante unos cuantos días de este tórrido mes de agosto permaneceremos entregados a un solo juguete, recordando los versos de Quevedo:

Retirado en la paz de estos desiertos,

con pocos, pero doctos libros juntos,

vivo en conversación con los difuntos

y escucho con mis ojos a los muertos.

Como tú bien sabes, con los versos de “Esta es la vida”, seguimos afirmando: «Somos lo que somos, / lo sabes bien; / somos lo que fuimos, / lo que unos y otros nos ayudaron a ser».

 

3/8/25

Yo también...

 

 

¿Ya saben el d’aquel en què ella diu: «Yo también»?

Pero no van por ahí los tiros, que van por otros derroteros, más tristes y sombríos, ya que yo también he leído, con razonable pasión y aprovechamiento, «La Península de las casas vacías», de David Uclés, que en este momento está leyendo media España y la otra media haría bien en leer.

  

 

Tiene mucho mérito la obra y más aún su autor, a pesar de algunos fallos y errores disculpables, que se habrán de subsanar en sucesivas ediciones.

Y sí, merece la penar leerla, merece la pena ser leída «La Península de las casas vacías», de David Uclés, en esta España nuestra. Parece como si la Guerra Civil española, con todo su desgarro, con tanta muerte y dolor, con tanta destrucción, hubiera existido para que David Uclés nos la contara del modo como lo ha hecho en estos tiempos de ruido y furia.

Me ha gustado la voluntad de estilo de su autor, la recuperación que hace de esa España rural de viento solano y palabras terruñeras, que nos retrotrae a tiempos no tan lejanos ni tan ajenos.

Me ha resultado satisfactorio –aunque, a veces, se hace cansina, por reiterativa– la aparición continuada del narrador, deus ex machina que estructura, ordena y determina el relato. No debió ser nada fácil encontrar el mecanismo que propiciara la integración de elementos tan inconexos, tan heterogéneos en un todo, où tout se tient, tal como tantas veces hemos defendido que se ha lograr en la novela.

Es ilustrativa de todo ello esa imagen dada a conocer por el propio autor durante su estancia en los Alpes, «atando cabos y jugando con el tiempo» cuando estaba trabajando en la novela.

  


 Disfruten y lean, lean y disfruten –y aprendan algo por el camino–, que el verano lo propicia.

 

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