En la «Cátedra de la amistad», de su blog «Cervanteando», hoy mi
buen amigo Eduardo Aguirre habla de dos hombres buenos:
Desde hace años, Demetrio
Fernández González me insta a que deje de denominarme “juglar de columnas” y me
autoascienda a trovador. Siempre le hago caso... menos en esto, aunque le
agradezco mucho que me ponga más galones. Catedrático de Literatura, inspector
de Educación, con amplia experiencia profesional en el extranjero, me hizo en
la Casa de León madrileña una preciosa presentación -con Elisa Romero- de mi
ensayo Cervantes y la ternura humorística. Dijo de mí que soy
“bueno”, supongo que quiso decir buena pieza.
Nació en un pueblín
leonés, Villahibiera, y eso no le ha impedido llevar a cabo excelentes novelas
ensayísticas y experimentales acerca de los pilares contemporáneos de Europa,
tan amenazada antes y ahora por el mal, o por los males. A poco que puede, Demetrio
incluye referencias cervantinas. Lleva al gran Miguel en su corazón. En los
próximos años, estará centrado en cerrar las ya publicadas Sinfonía de
Praga y Los papeles de Walter Benjamin con una nueva
entrega, esta vez sobre la alegría y las vanguardias pictóricas.
Imposible no querer a este humanista, doctorado en Afecto. Su obra
es compleja, él es sencillo. O sea, bueno.
¿Será verdad? ¿Dos hombres buenos? ¡Así da gusto tener amigos!
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