18/5/20

Con Mahler en el Real Concertgebouw de Ámsterdam



En estos tiempos tan extraños nos hemos refugiado con Gustav Mahler en el Real Concertgebouw de Ámsterdam.

Sí, ya sé que Mahler es mucho Mahler. ¿Y todo Mahler?

Porque todo Mahler es lo que hemos disfrutado a manos llenas durante estos días (Mahler festival online).




Así, nos hemos recreado con la Sinfonía n.º 1.

O hemos resucitado con la Sinfonía nº 2 (¡Ay, ese último movimiento!):

«Interpretación emotiva, sincopada, emocionante, de ritmo lento para degustar los diversos sonidos e instrumentos y las voces de las solistas y del coro. Solistas y coro que unas veces discurren como un mero susurro en la tierra profundamente silenciosa, que no dormida —mientras germinan las semillas que han de brotar algún día, en la primavera que tiene que venir—, y otras veces se transforman y llegan a un primer plano de fuerza y de majestuoso sonido que te hace estremecer y te envuelve en la naturaleza emergente que explota, esplendorosa y feliz» (Pág. 411 de esa novela que tú y yo sabemos).




O hemos disfrutado con la Sinfonía nº 5, famoso Adagietto incluido.

Y qué decir de la Sinfonía n.º 8, en mi bemol mayor? Los recuerdos nos han llevado a otros tiempos, que ya no son estos, cuando el narrador de Sinfonía de Praga se fue con Meme un día muy señalado, el 18 de mayo de 2011, a festejar (Págs. 409-410):

«…perdidos entre la multitud, aunque ubicados en el lugar más preferente de todo el pabellón, Meme y yo, junto con otros varios miles de melómanos, acudimos al O2 Arena de Praga a deleitarnos con la Sinfonía n.º 8, en mi bemol mayor, “Sinfonía de los Mil”, de Gustav Mahler. Era esa nuestra forma de celebrar, de manera tan gloriosa, el día del centésimo aniversario de la muerte del compositor.

»Más de quinientas personas en escena, entre los músicos de la Orquesta Sinfónica de la Radio del Norte de Alemania y de la Orquesta Filarmónica Checa, los miembros de los seis coros –Coro de la Radio del Norte de Alemania, Coro Filarmónico de Praga, Coro Kühn de Praga, Coro del Festival de Música de la Academia de Schleswig-Holstein, Coro Knabenchor de Hannover y Coro “Boni Pueri” Niños de Praga– y ocho solistas, todo ello bajo la dirección de Christoph Eschenbach.

»Aunque el concierto no puede compararse con la première –dirigida por el propio Mahler el 18 de septiembre de 1910 en Múnich (850 miembros en el coro –entre ellos, 350 niños–, 146 miembros en la orquesta, 8 solistas y el director, componiendo un total de 1.005 personas, y 3.200 expectantes y encantados asistentes en el auditorio del Neue Music-Festhalle de Múnich)–, se le parecía mucho: el entero universo resonando en el recinto del O2 Arena de Praga en un sentido homenaje al gran Mahler, rememorando los 100 años de su muerte y de su azarosa vida –ay, Alma Maria, ¿por qué, dime, por qué?; ¿por qué diste tanto para tanto quitar?

»Con la última escena del Fausto de Goethe al fondo, se invoca al espíritu –Veni, creator spiritus– con las intervenciones del Pater Ecstaticus y del Pater Profundus o del Doctor Marianus y de la Magna Peccatrix, de la Mulier Samaritana o de Maria Aegyptiaca, de modo que el gran formato de la orquesta, el multitudinario coro y los diversos solistas entonan una composición grandiosa que acoge al universo todo, que nos engulle y profundamente emociona.

»Majestuosa creación sinfónica, desde el Veni, creator spiritus, con el que se abre la sinfonía, hasta el final, con la última intervención del Doctor Marianus y el cierre del Coro, fáustico, goethiano: Das Ewig-Weibliche zieht uns hinan [El eterno femenino nos impulsa]».




Y de recuerdo en recuerdo, nos fuimos también de cena con Meme, tras concluir la sinfonía, al restaurante kosher King Solomon, situado en pleno corazón del barrio judío praguense, en la calle Široká.

O rememoramos lo que hubo después del Carp paté with fresh grated mixture of horseradish, beetroot and honey, acompañado por Red Muscat, Tishbi 2008, de la sopa Feast gold chicken broth with fine matzoh balls and organic pasta; y del Baked duckling drumstick with schollet and sauteed cabbage, regado todo ello con un maravilloso vino francés Château Giscours Margaux 1995, tras concluir con un delicioso sorbete de fruta, bien fresquito, casi helado.

Sí, que, tal como el poeta escribió, «y entrando en el jardín de los amores, / cogí las tiernas flores / con el fruto dichoso: / ¿quién vio nunca pastor tan venturoso?».




La canción de la tierra, (Das Lied von der Erde), compuesta durante 1907 y 1908 por Mahler, una vez desatadas las furias que le habían arrebatado la vida a María, su hija mayor, muerta a los cuatro años, y le habían diagnosticado un problema cardiaco que le habría de llevar pronto a la tumba, también ha venido a acompañarnos:




«Sinfonía vocal a partir de la poesía de Li-Tai-Po, Mong-Kao-Jen y Wang-Wei, con adiciones del propio Mahler –como los versos finales que concluyen el sexto movimiento con un reiterado Ewig... ewig... (Eternamente... eternamente...)–, basada en “La Flauta China” de Hans Bethge. Filosofía de la naturaleza, que se renueva año tras año, y que permanece estable a pesar de que el hombre camine, inexorablemente, hacia la muerte. Sonidos exóticos con instrumentos novedosos como el tam-tam o la celesta» (Pág. 413).

O, por reproducir un fragmento de la versión extendida de Sinfonía de Praga, que no han podido conocer los lectores:

«El primer movimiento (Das Trinklied vom Jammer der Erde), canción báquica de la miseria terrenal: el vino brilla en la dorada copa mientras el firmamento es eternamente azul y la tierra, que ha permanecido inmutable durante largo tiempo, se llena de flores en primavera, en contraste con el hombre, que, cual un mono, vive una corta vida. Segundo movimiento (Der Einsame im Herbst): el solitario en otoño, con nieblas que ondean, azules, en el mar. Tercer movimiento (Von der Jugend): la juventud en el pabellón de porcelana verde y blanca, en el centro del estanque. Cuarto movimiento (Von der Schönheit): la belleza de las chicas jóvenes que cogen flores de loto bajo el sol dorado mientras los chicos se acercan presurosos en valerosos caballos. Quinto movimiento (Der Trunkene im Frühling): el borracho en primavera, que apura la copa de la vida. Sexto movimiento (Der Abschied): la despedida en el ocaso de la naturaleza mientras el corazón del poeta ya espera su hora, eternamente... eternamente... (Ewig... ewig...)».

Y ante el último movimiento de la Sinfonía n.º 9, en re mayor, solo resta callar y sentir, sentir y callar cuando las notas se convierten en silencio o el silencio se hace notación musical en las manos del Mahler, que ya apela a lo que vendrá después de su próxima muerte.


¡Silencio!







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