30/12/20

Toda historia tiene un principio y un fin...

 

 

…así comienza, como muy bien recuerdas, esa novela que tú y yo sabemos.

Aunque hay otros mundos, que también están en este, que han comenzado de otra manera —segundo cuarteto (East Coker) de Eliot):

«En mi principio está mi fin… [In my beginning is my end

«…en mi fin está mi principio […in my end is my beginning]».

 

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«It was the best of times, it was the worst of times» (Abre Dickens A tale of two cities).

 

¡Hay tanto donde elegir...! ¡...y todo mío!


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«A story has no beginning or end: arbitrarily one chooses that moment of experience from which to look back or from which, to look ahead» (Green: The end of the affair). [Una historia no tiene principio ni fin: uno elige arbitrariamente ese momento desde el que mirar hacia atrás o desde el que mirar hacia adelante].

 

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Aunque, a veces, lo importante no es cómo se abre sino cómo se prosigue la historia, o la vida, que viene a ser lo mismo:

«Life is... a tale... full of sound and fury, signifying nothing», con Macbeth, V, V; y un Compleméntum (Manifiesto) que tú yo sabemos dónde va.

 

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«El resto es silencio» (Hamlet V, ii)

A partir de 4’33’’, la pieza insonora de John Cage, con “Sinfonía de Praga” siempre in mente (Pág. 323):

…donde todo el resto es silencio, el resto es solo silencio, silencio solo, para que el silencio de la obra creativa permita oír y escuchar otros silencios u otros sonidos u otros ruidos circundantes que nos envuelven y no se dejan habitualmente oír, arte del silencio convertido en silencio del arte.

 

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«I am that I am», que escribió Shakespeare en el soneto 121, y que escrito está en otros muchos textos, lugares y vericuetos, desde «Yo soy el que soy» o «Yo sé quién soy», hasta «Je est un autre» de Rimbaud.

Para proseguir y no parar con el «Legendo simulque peragrando» del Guzmán de Alfarache del pobre Mateo Alemán —¡ay, tiempos aquellos, que son estos!

O con otros versos:

Pero estáis en nosotros, conteniendo multitudes,

que la muerte no es el final del camino

–en el principio está nuestro fin

(in my end is my beginning,

por el poeta escrito está).

 

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Somos lo que somos,

lo sabes bien,

somos lo que fuimos,

lo que unos y otros nos ayudaron a ser

—nature más que nurture—

hasta hacernos así.

 

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El resto de vida que en mí está

está contigo

—vivir conjuntamente—.

[…]

El resto de vida que en mí no está…

 

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Y, aunque encerrados con un solo juguete, la novela o la historia que poco a poco va desarrollándose y espera hacerse presente en el futuro –«Los judíos mueren en Europa y se los entierra como a perros», mal escribía Hannah Arendt en tiempos de ruido y furia allá por 1940–, también queremos tener tiempo para otras historias y músicas –¡Viva Bthvn!– y otros libros. ¡Son tantos los intereses que nos acogen, las músicas que nos acompañan y los pensamientos que nos habitan!

 

¡Mi tesoro!


Y ahora que ya hemos superado el mezzo del cammin di nostra vita y sabemos con el poeta que la vida iba en serio y que envejecer y morir es el único argumento de la obra –«Ibant obscuri sola sub nocte per umbram» (Eneida 6:268)–, ya no nos sirve refugiarnos en el interior de “Sinfonía de Praga”, en lo que ha de quedar de lo habido –monumentum aere perennius–.

De nada nos vale adentrarnos en el interior de Auschwitz, que ya es decir (Págs. 400-401). Ni de nada nos sirve acudir hasta el Diario de Lieserl (Pág. 365), que bien escribe en 1943 desde Praga:

dejar fama pública a través de nuestra obra; que sea nuestra obra la que nos sobreviva y dé fe cierta de que hemos existido, de que hemos pasado por este mundo dejando alguna huella: Ese es mi deseo.

 

Ni siquiera nos consuela rememorar lo ya escrito en las Págs. 371-372:

Así es; así será, si así les parece, que esta historia está dando ya mucho de sí, y más que habrá, que la vida es corta, el tiempo apremia y cuando tengamos puesto ya el pie en el estribo y con las ansias de la muerte, como Él escribió, yo solo quiero, aunque de manera anónima —si es que no apócrifa—, dejar fama y fortuna de lo que ha sido, de poco más que una quincena de años en una Europa convulsa, que se desangra y una y otra vez repite sus errores del pasado, una historia que camina, o cabalga más bien, a caballo entre dos mujeres en aquella Praga que es esta, donde Lieserl y Meme parecen convivir tan a su gusto, mientras yo asumo, anónimo, un papel subordinado, que es, sin embargo, el del dios todopoderoso y eterno —fama y fortuna— que a trancas y barrancas va haciendo avanzar su creación y su obra.

 

¡Sorprendido!


Mientras, escuchamos la obra completa de Beethoven y leemos a JRJ:

… Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros

cantando

[…]

Y yo me iré; y estaré solo, sin hogar, sin árbol

verde, sin pozo blanco,

sin cielo azul y plácido…

Y se quedarán los pájaros cantando.

 

O nos acercamos hasta Wisława Szymborska:

Todo principio

no es más que una continuación,

y el libro de los acontecimientos

se encuentra siempre abierto por la mitad

[…]

Nada sucede dos veces

ni sucederá, y por eso

sin experiencia nacemos,

sin rutina moriremos.

[…]

Eres y por eso pasas.

Pasas, por eso eres bella.

[…]

Concluida la fábula el mundo es gris y hay niebla.

 

¿Y tú por dónde me recomendarías que siguiera, qué libro crees que habría de acoger entre mis manos para que me inundara la mente y el corazón mientras sigo acompañado por Beethoven?

 

¿Proseguir con mi Benjamin? ¿Adentrarme en el Madrid de Trapiello? ¿Buscar el consuelo de la música con Ramón Andrés? ¿Acudir a los ensayos de Montaigne? ¿Refugiarme en los poemas impersonales de JRJ? ¿O bucear en la vida y en la obra de Sontag? ¿Acaso buscar con Marifé a Tsvietáieva y a Zambrano? ¿O a la ciencia hecha literatura con Labatut? ¡Ay, las cartas de F! ¿O la vida sencilla de Glück? ¿O encontrarme con el pueblo español una y otra vez traicionado de Preston?

 

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