1/1/21

Es triste, muy triste...

 

 

…lo que hoy han visto nuestros empañados ojos, lo que hoy hemos oído; acaso tan triste como la rama que deja caer su fruto para nadie, que dijo el poeta.

Demasiado triste; a pesar de que haya sido casi tan grato como siempre a nuestro oído —la Sala Dorada del Musikverein tan vacía, tan sola, tan sin sentido, con todos sus 1.744 asientos vacíos…




Aunque bien recordábamos otros tiempos mejores, que no son estos, que otras veces hemos rememorado:

http://sinfoniadepraga.blogspot.com/2018/01/baile-del-vals.html.

Oberturas, gavotas, polcas y valses, a pesar de los esfuerzos y la voluntad de Riccardo Muti y la Orquesta Filarmónica de Viena, sonaban tan de otra manera; les faltaba alma, les faltaba afecto, les faltaba sentimiento.

«El Danubio azul de Johann Strauss, con sus claras ondas discurriendo —como bien describe la Canción III de Garcilaso—, resultó un fracaso», por parafrasear a una novela (Pág. 177), que tú y yo sabemos.

La Marcha Radeztky sin el acompañamiento de las palmas de un público enfervorecido y entregado no podía cerrar de manera adecuada ese concierto que durante todo el año tantos millones de personas de más de noventa países esperamos, cuando no podemos apretujarnos en el interior de la Sala Dorada, que bien quisiéramos hacerlo para comenzar de la mejor manera posible todos los años.




Ay, tiempos estos, tan extraños y quebradizos; «tiempos horrendos y horribles», según ha dicho Muti en la sentida felicitación del Año Nuevo.

Como dicen los versos:

…hoy nos hemos encontrado más solos

–¡demasiadas sillas vacías a nuestro alrededor!

 

¡Nos faltáis tantos!

¡Nos faltas tú!

 

Nos faltáis cada uno de los que os habéis ido

en estos tiempos tan extraños

que nos ha tocado vivir.

 

A pesar de las hermosas imágenes del estado federado de Burgenland —¡ay, Austria de mis amores!—; a pesar de la visión tan gratificante de la Casa de Adolf Loos (a quien se homenajea en la segunda entrada del Diario de Lieserl allá por 1930: Pág. 129 de esa novela que tú y yo sabemos), o del Palacio Liechtenstein —¡ay, Viena de mis ensueños!—.

Sí, ya sabemos con el poeta que «no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo, /ni mayor pesadumbre que la vida consciente», pero tal como nos deseó a todos Martín Llade al final del concierto, sean felices en este 2021 que ahora comienza.

 

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