Después de días y días, después de tantos años en el
taller (donde aún sigue y seguirá durante algún tiempo), después de muchas
vueltas y revueltas, hoy he presentado a los lectores elegidos lo que en este
momento se llama Papeles de Benjamin (otros nombres ha tenido la cosa y
aún no se sabe si ha logrado el que le corresponde y se merece).
Está razonablemente cerrada la perspectiva de
narración de la obra, que tiempo ha costado lograrlo; está coherentemente estructurado
el conjunto y los elementos que lo integran (où tout se
tient, como tantas veces hemos defendido); está bien definido el estilo de la novela (como “novela” se la define y
presenta); y no hay anagnórisis final sorprendente, que, en este caso, eso no
era posible.
Manuscrito
de Walter Benjamin en el cuaderno de piel negra
La obra está estructurada en dos partes, plenamente
diferenciadas:
1.
La novela propiamente dicha (194 páginas, donde he tentado a los dioses y hasta los he suplantado),
que presenta el manuscrito del legado de Walter Benjamin. ¡Tamaño atrevimiento:
Abducir al mismo Walter Benjamin!
Los lectores bien recordarán una frase que Benjamin reiteraba a quien
quisiera oírle al final de su vida, Lisa Fittko incluida, cuando no se apartaba
nunca de su cartera negra
de cuero, muy gastada por el uso, que siempre
llevaba consigo: «Debe usted entender que esta cartera y lo que contiene es lo
más importante para mí. No puedo arriesgarme a extraviarla. Es necesario que
este manuscrito se salve. Es muy importante. Mucho más que yo».
2.
El extenso epígrafe titulado «Notas
y comentarios»: 93 páginas, con una treintena de imágenes, que acoge
296 notas finales e integra también una veintena de notas a pie de página [la
nota 296, la nota final, la más importante de todas ellas, se extiende durante
veintiocho páginas y acoge una decena de imágenes y muchas informaciones que hasta
ahora no habían sido bien determinadas].
Manuscrito
de Walter Benjamin
Es verdad que la obra sigue en el taller y que mañana
será distinta de lo que hoy es, pero hay algunas dudas que me asaltan y que no
tengo del todo bien resueltas todavía:
1.
La obra consta de siete capítulos. Se inicia el 15 de
julio de 1940, en Lourdes, el día que Walter Benjamin cumple 48 años, tras
haber huido de París el día anterior a la llegada del ejército alemán a la capital
francesa, y concluye, como no podía ser de otro modo, poco más de dos meses
después, el 25 de septiembre de 1940, en Portbou, donde el lector podrá asistir
al suicidio y muerte de Benjamin.
¿Y si en lugar de narrarla de ese modo, siguiendo la línea cronológica,
hiciéramos aparecer en la obra en primer lugar el último capítulo, el séptimo («¿Quién
eres tú, Walter ¿Qué eres tú, Benjamin?»), y se contara la obra desde el final,
retomando a partir de ese capítulo final el orden cronológico de la historia?
[«Una historia se ordena
siempre desde el final; es el final lo que da sentido al conjunto.
¿Dónde está ese final? ¿Dónde ese fin que es el principio de todo? En tu fin
está tu principio, replicando al poeta», aparece escrito en la página 14].
¿O es más acertado dejar
que el lector, aunque tenga in mente el final de la vida de
Benjamin, vaya llegando a ese momento a pasos contados y observando cómo poco a
poco se va acercando ese final que ya todos sabemos antes de
comenzar a leer la obra?
Fotografía de Walter Benjamin, grapada en la inscripción nº 25
del
Libro de defunciones del Registro civil del Ayuntamiento de Portbou
(Tomo
26, correspondiente a 1940)
2.
La obra ha de ser coherente, autónoma, autosuficiente
y ha de aspirar a ser una obra de arte total. Desde esa perspectiva, creo que
no le falta nada, pero podrían sobrarle algunas cosas que os agradeceré me
ayudéis a señalar. ¿Qué ramas del árbol, que hojas del mismo afean el conjunto
y sería mejor cortar y suprimir? Como casi siempre uno está escribiendo lo
mismo, y creando el mismo libro, os recojo un par de citas de la obra:
«Bien sabes que hay y
tiene que haber artificio, que hay invención, disposición y elocución, que hay
toma de decisiones –y decidir es cortar por lo sano todo lo mucho que no ha de
estar para permitir que logre ser únicamente lo que tiene que ser–» (Pág. 43).
«Sabes bien, como ya has
escrito anteriormente en esta historia, que hay y ha de haber artificio, que ha
de haber invención, disposición y elocución, toma de decisiones, cortando por
lo sano todo lo mucho que no ha de ser –killing
all our darlings–, para permitir que logre ser únicamente lo que tiene que
ser, que ese es el arte de la novela y ese es el arte de esta historia, que
camina con paso firme y voluntad decidida» (Pág. 150).
James Joyce
En vuestras manos y a vuestro criterio dejo lo que hoy es Papeles de Benjamin, cerrado muy provisionalmente este día glorioso en la historia de la literatura, un 16 de junio (Bloomsday). ¡Mira que si, finalmente, la obra se cierra y se publica este año, cien años después de 1922, el annus mirabilis para la historia literaria (Véase la Pág. 144)!
Siento que, hoy por hoy, no vais a tener ocasión de
leer un libro bien maquetado, editado e impreso (que es lo que os gustaría y
merecéis), pero es el pago por poder entrar en el taller del artista. Y si algo
observáis (una coma que falta o está mal puesta, un punto y coma inadecuado, una
reiteración indebida, un elemento impertinente, etc., etc.), os agradezco me lo
indiquéis. Así la obra será mejor antes de que vea, finalmente, la luz.
Ah, y todo ello sin compromiso alguno. Si después de
ojear y hasta hojear la obra y cuando lleguéis a la página 49 (es esa la página
que miran los editores y si no les va, ya tienen decidida su valoración de la
obra toda) no os encontráis satisfechos o cómodos, podéis mandar la obra a
paseo, y a este autor junto con ella, sin recelo ni remordimiento alguno.
Marilyn
Monroe leyendo Ulises, o puede que Papeles de Benjamin
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