9/10/25

Decíamos ayer en el Ateneo de Madrid...

 

…tantas cosas sobre el legado de Walter Benjamin o sobre la poética de la novela y el arte de novelar en estos tiempos de ruido y furia.

 

 

Acompañados por la viola de Violeta Pérez Llorente, que abrió el acto con la magistral interpretación de un par de movimientos de la Partita n.° 2, en re menor, de J. S. Bach (BWV 1004), y con las sabias aportaciones de Paula Izquierdo y de Marifé Santiago –¡cuánto saben y qué bien lo expresan!–. Y, cómo no, arropados en la Biblioteca del Ateneo de Madrid por tantos amigos y amigas que acudieron a compartir la tarde con nosotros. ¡Así da gusto tener amigos!

Por todo ello, mi agradecimiento más sincero a todos y cada uno: ¡GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS!

Y, mientras tanto, parafraseando lo que Walter Benjamin escribió el lunes, 15 de julio de 1940, en Lourdes, cuando afanosamente buscaba salvar la vida y salir a toda prisa de la Francia ocupada por los nazis (Pág. 23 de Los papeles de Walter Benjamin), en estos tiempos de ruidos y furia, habitado por tus pensamientos, has de seguir escribiendo, solo escribir, como hacía Kafka, escribir la vida ajena, y hasta la vida propia: «El que escribe y reescribe, reescribiendo –y desescribiendo– se escribe, a la vez que escribe el mundo que le ha tocado vivir».

O, desde otra perspectiva: «Cuídate y sé feliz, que lo demás no importa», según escribió Walter Benjamin el domingo, 22 de septiembre de 1940, cuando se estaba despidiendo del Vieux-Port marsellés y ya se encaminaba al encuentro con la muerte, que le estaba esperando, cuatro días después, en Portbou (Pág. 214 de Los papeles de Walter Benjamin).






 




3/10/25

Invitación benjaminiana al Ateneo de Madrid

 

 

Si a bien lo tienes y nos quieres acompañar, el próximo miércoles, 8 de octubre, en el Ateneo de Madrid, a las 19h, reflexionaremos sobre el legado de Walter Benjamin, paradigma de la modernidad, a la vez que sobre la poética de la novela y el arte de novelar en estos tiempos de ruido y furia.

 


Abrirá el acto Violeta Pérez Llorente, que interpretará dos movimientos de la Partita n.° 2 de J. S. Bach, y nos acompañará Marifé Santiago Bolaños, poeta, filósofa y profesora de Estética en la Universidad Complutense.





Un fuerte abrazo benjaminiano.



30/9/25

Así es la vida...

 

 

…que llevamos vivida en estos días.

Ayer, con Marifé Santiago Bolaños (Soy guardiana de lo que nunca pasará (Resurrecciones), en el Café Comercial, con José Manuel Lucía Megías y otros amigos y amigas.

Hoy, con Julio Llamazares (El viaje de mi padre), en el Instituto Cervantes, con David Uclés y tutti quanti.

Y dentro de unos días…





4/9/25

¿Va de dos hombres buenos?

  

          En la «Cátedra de la amistad», de su blog «Cervanteando», hoy mi buen amigo Eduardo Aguirre habla de dos hombres buenos:

https://www.cervanteando.com/catedra-de-la-amistad?fbclid=IwY2xjawMmyx9leHRuA2FlbQIxMQABHhgoey4GODxU9hPZIKMFMDkehrHSpTPoO5bRJvDG44AXSB_j0IKvncisGwoZ_aem_cMaEB92aeajARd-7x_t7XA.

 


Desde hace años, Demetrio Fernández González me insta a que deje de denominarme “juglar de columnas” y me autoascienda a trovador. Siempre le hago caso... menos en esto, aunque le agradezco mucho que me ponga más galones. Catedrático de Literatura, inspector de Educación, con amplia experiencia profesional en el extranjero, me hizo en la Casa de León madrileña una preciosa presentación -con Elisa Romero- de mi ensayo Cervantes y la ternura humorística. Dijo de mí que soy “bueno”, supongo que quiso decir buena pieza.

Nació en un pueblín leonés, Villahibiera, y eso no le ha impedido llevar a cabo excelentes novelas ensayísticas y experimentales acerca de los pilares contemporáneos de Europa, tan amenazada antes y ahora por el mal, o por los males. A poco que puede, Demetrio incluye referencias cervantinas. Lleva al gran Miguel en su corazón. En los próximos años, estará centrado en cerrar las ya publicadas Sinfonía de Praga y Los papeles de Walter Benjamin con una nueva entrega, esta vez sobre la alegría y las vanguardias pictóricas.  Imposible no querer a este humanista, doctorado en Afecto.  Su obra es compleja, él es sencillo.  O sea, bueno.

 

        ¿Será verdad? ¿Dos hombres buenos? ¡Así da gusto tener amigos!

 

27/8/25

L’Artiste et le modèle nu

  

          Como tú bien sabes, en la página 90 de los Papeles, Walter Benjamin escribe a principios de agosto de 1940 que sigue enamorado de La joie de vivre y que sigue creyendo que de ese cuadro de Matisse nació casi todo lo que vendría después en el arte de vanguardia de la época.

          Y en la nota 89 (Pág. 309 del libro), se cuenta algo acerca de la historia de La joie de vivre de Matisse, cuadro que se ha constituido en núcleo central de lo que va a ser la tercera entrega y culminación de la trilogía Constelaciones de Europa, que estamos escribiendo, encerrados en el taller del artista, en el locus amoenus escurialense.

          


          Pero el bueno de Benjamin, como bien sabes, el 22 de septiembre de 1940 ha dejado escrito en la página 233 de los Papeles:

 

          «Ya te gustaría, ya, tener contigo el pequeño óleo sobre lienzo Lartiste et le modèle nu, que Matisse pintó en Niza en 1921; o, al menos, saber dónde se encuentra y quién se entretiene y goza ante ese maravilloso cuadro».

 

          Por ello, en la nota 288 (Página 345 del libro) se da a conocer la historia conocida del cuadro Lartiste et le modèle nu desde el momento en el que fue pintado por Matisse en Niza en 1921 hasta que fue vendido por teléfono por Christie‘s Europe el 24 de junio de 2014 (lote 7) a un comprador desconocido, que por una orden de teléfono pagó £ 6.802.500 / $ 11.577.855 por el cuadro.

          


          Investigando, investigando ya hemos logrado saber quién «se entretiene y goza» con el famoso cuadro, quién es su propietario desde 2014. La familia Nahmad, su propietaria, lo tiene depositado –¡así es la vida!– en un inmenso edificio impersonal y bien protegido, libre de impuestos, ubicado en las inmediaciones del aeropuerto de Ginebra –¡ay, si ese edificio hablara y dijera todo lo que en él se esconde y oculta a los curiosos ojos ajenos!–.

          ¿Y quién es la familia Nahmad, la propietaria del cuadro de Matisse y que en la actualidad posee la colección privada de cuadros de pintura moderna más importante del mundo? Una familia multimillonaria, de ascendencia judía sefardí, procedente de Alepo (Siria), que a mediados del siglo pasado se asentó en Beirut (Líbano), luego en Milán y hoy día reside en Mónaco, aunque algunos de sus miembros se encuentran en Nueva York, Londres o París. Familia que comercia y colecciona arte moderno (un Picasso que compraron por 2,6 millones de dólares lo vendieron unos años después por 30,8 millones de dólares). Familia afectada por pleitos diversos, a la que se menciona en los Papeles de Panamá y que se enfrenta a demandas y reclamaciones sobre cuadros que poseen y fueron usurpados a los judíos durante el nazismo.

          Aunque también es verdad que a la familia Nahmad le gusta exponer los cuadros que posee. Según hemos podido constatar Lartiste et le modèle nu de Matisse ha sido expuesto en Niza en 2015 (Museo Matisse, 12 de junio4 de octubre), en Nueva York (Hammer Galeries, 3 de noviembre de 201526 de febrero de 2016), nuevamente en Niza en 2018 (Museo Matisse, 23 de junio-29 de septiembre) o en Mannheim (Kunsthalle, 27 de septiembre de 201919 de enero de 2020).

          Así estamos; así queremos seguir, entregados a un único juguete, que complete la trilogía Constelaciones de Europa.

 

23/8/25

Ulises en busca de su destino final

          Por unas horas, he salido del taller de La alegría de vivir, de mi locus amoenus escurialense, para recrearme con la película El regreso de Ulises, que acaban de estrenar.

         ¿Me gustó? Solo a medias. Demasiado melodramática, demasiada sobreactuada. Aunque, ¿cómo ponerle peros a esa realidad en fábula homérica, a la que nos hemos referido  en Sinfonía de Praga (Pág. 271) y hemos reiterado en Los papeles de Walter Benjamin (Pág. 138)?:

 

         El buen lector bien recordará aquello de:

          «Después de tan largo viaje, lleno de peripecias, Ulises llega a su tierra, Ítaca, y ni siquiera la reconoce ni se reconoce en ella «¡Ay de mí! ¿En tierra de qué gentes me hallo?». Los extensos caminos, las rocas recortadas o los árboles frondosos no coinciden con los caminos, las rocas o los árboles que están fijados en su mente; ni siquiera el puerto al que arriba es el añorado puerto al que tanto le ha costado llegar. Y la culpa no es de la niebla que Palas Atenea ha extendido para engañar al taimado y astuto Odiseo sino de la añoranza e idealización que el viajero ha ido haciendo de lo que bien sabe y mejor conoce, idealización de la historia, de la realidad convertida en fábula, en ficción, donde lo importante es el viaje y no el destino, ya que es el largo viaje el que ha transformado la realidad conocida en sueño idealizado y ficticio, en ensueño que todo lo trastoca.

         Solo el fiel porquerizo Eumeo y la inestimable ayuda de su hijo Telémaco van a ayudar al héroe homérico a reconstruir la realidad y a reconquistarla, reconquistando a su amada Penélope y reconquistándose a sí mismo en el intento.»

 

         O algunas de las diversas ocasiones en que Walter Benjamin se transforma en un Ulises moderno:

         «Ítaca, siempre ansiando retornar a Ítaca, siempre ansiando llegar a Ítaca ¿Y si no hay una Ítaca a la que regresar? ¿Y si ni tan siquiera hubo una Ítaca de la que partir?» (Pág. 190).

 

«Remar, remamos; remamos con todas nuestras fuerzas, con denuedo y sin desmayo. ¡Mira que si remamos con todas nuestras fuerzas en sentido contrario a Ítaca, a lo que queremos que sea nuestro destino! Pasado y futuro conjuntado en un presente compartido que se deshilacha entre ruinas –muerte y destrucción por doquier–. ¡Mira que si, a pesar de todo, consigues llegar a Ítaca!» (Pag. 197).

 

         Con profunda desesperanza, en septiembre de 1940, Benjamin escribe cuando está llegando al final de sus días:

         «Mientras sigues buscando afanosamente los imprescindibles visados, duermes en una escuela que el ayuntamiento de Marsella ha convertido en centro de acogida para gentes sin hogar. ¡Quién te ha visto y quién te ve, Benjamin! ¡A dónde has llegado, Walter! Tú, que aspirabas a dormir en el lecho de madera tallado en el tronco de un olivo, como en su día logró aquel varón ingenioso que anduvo errante durante mucho tiempo por el mundo y conoció muchos pueblos y gentes, hete aquí, ahora, en Marsella, acogido como uno más entre todas estas gentes sin hogar y sin futuro» (Pág. 157).

          

         ¡Sed felices, mientras uno se reintegra al taller de creación literaria de su locus amoenus escurialense, que la musa nos está esperando!

 

 


17/8/25

«Walter Benjamin revisitado»

 

 

Ese es el título de la columna en el Diario de Salamanca con la que acaba de sorprenderme hoy mi buen amigo José Luis Puerto cuando estaba regresando de pasar tres días de descanso por las tierras villahibierenses (https://salamancartvaldia.es/noticia/2025-08-17-walter-benjamin-revisitado-374473?rc=2).

Y lo mismo ha publicado en el Ateneo Virtual Mirobrigense, el blog de opinión de Ciudad Rodrigo (https://ateneovirtualmirobrigense.blogspot.com/2025/08/walter-benjamin-revisitado-por-jose.html?m=1).

Después de su lectura reflexiva de «Los papeles de Walter Benjamin», mi buen amigo José Luis tipifica la obra como «consistente, sólida, documentadísima, creada y elaborada con tiempo…».

Y afirma que «Los papeles de WB» es «un libro sólido que, además, se enriquece con no pocas claves eruditas, que se encuentran en las notas a pie de página, en los documentos visuales y gráficos, en los apéndices… que hacen que estemos ante un libro muy recomendable sobre las aventuras y desventuras de Europa».

¡Así da gusto tener amigos!

Aunque después de la convivencia familiar en Villahibiera durante unos días y de recrearse un año más ante el Roble de Camperas (Ver la imagen) o de maravillarse al lado del nido de golondrinas que hay en casa (Ver los dos vídeos de las golondrinas alimentando a sus polluelos), ya hemos retornado a nuestro locus amoenus escurialense y nos hemos entregado nuevamente a la escritura de «La alegría de vivir», la tercera entrega que va a cerrar la trilogía «Constelaciones de Europa» y que completa a las dos obras anteriores ya publicadas («Sinfonía de Praga» y «Los papeles de Walter Benjamin»).





Durante unos cuantos días de este tórrido mes de agosto permaneceremos entregados a un solo juguete, recordando los versos de Quevedo:

Retirado en la paz de estos desiertos,

con pocos, pero doctos libros juntos,

vivo en conversación con los difuntos

y escucho con mis ojos a los muertos.

Como tú bien sabes, con los versos de “Esta es la vida”, seguimos afirmando: «Somos lo que somos, / lo sabes bien; / somos lo que fuimos, / lo que unos y otros nos ayudaron a ser».

 

3/8/25

Yo también...

 

 

¿Ya saben el d’aquel en què ella diu: «Yo también»?

Pero no van por ahí los tiros, que van por otros derroteros, más tristes y sombríos, ya que yo también he leído, con razonable pasión y aprovechamiento, «La Península de las casas vacías», de David Uclés, que en este momento está leyendo media España y la otra media haría bien en leer.

  

 

Tiene mucho mérito la obra y más aún su autor, a pesar de algunos fallos y errores disculpables, que se habrán de subsanar en sucesivas ediciones.

Y sí, merece la penar leerla, merece la pena ser leída «La Península de las casas vacías», de David Uclés, en esta España nuestra. Parece como si la Guerra Civil española, con todo su desgarro, con tanta muerte y dolor, con tanta destrucción, hubiera existido para que David Uclés nos la contara del modo como lo ha hecho en estos tiempos de ruido y furia.

Me ha gustado la voluntad de estilo de su autor, la recuperación que hace de esa España rural de viento solano y palabras terruñeras, que nos retrotrae a tiempos no tan lejanos ni tan ajenos.

Me ha resultado satisfactorio –aunque, a veces, se hace cansina, por reiterativa– la aparición continuada del narrador, deus ex machina que estructura, ordena y determina el relato. No debió ser nada fácil encontrar el mecanismo que propiciara la integración de elementos tan inconexos, tan heterogéneos en un todo, où tout se tient, tal como tantas veces hemos defendido que se ha lograr en la novela.

Es ilustrativa de todo ello esa imagen dada a conocer por el propio autor durante su estancia en los Alpes, «atando cabos y jugando con el tiempo» cuando estaba trabajando en la novela.

  


 Disfruten y lean, lean y disfruten –y aprendan algo por el camino–, que el verano lo propicia.

 

13/7/25

¡Quién estuviera en Barcelona…

 

…del 19 al 21 de julio para acudir al Gran Teatre del Liceu!

En ese caso, uno podría disfrutar del estreno absoluto de la ópera «Walter Benjamin a Portbou».



         

Escrita en dos actos y 13 escenas por Antoni Ros-Marbà, a partir del libreto de Anthony Carroll Madigan, la obra está centrada en la vida Walter Benjamin.

 El libreto de la ópera es una obra de arte de lenguaje literario que pide ser musicado en una propuesta semiescénica que ayudará a contar visualmente la historia del último capítulo de la vida del filósofo Walter Benjamin, que vino a morir en Portbou, como muy saben los lectores de «Los papeles de Walter Benjamin».





 




9/7/25

¿Hay alguien ahí? ¿Conoce alguien a un tal Francisco de Quevedo y Villegas en Torre de Juan Abad?

  

Aprovechando el viaje a Almagro para asistir al 48 Festival de Teatro Clásico, me hice casi doscientos kilómetros más para acudir a rendirle homenaje a Francisco de Quevedo.

Por ello, en la tarde del día 3 de julio, me desplacé hasta Torre de Juan Abad. ¿Hay alguien ahí?, me pregunté varias veces al llegar a la localidad ciudadrealeña, ubicada en el campo de Montiel, ya en las proximidades de Andalucía, mientras la heroica villa –que no vetusta ciudad– seguía durmiendo la siesta a las siete de la calurosa tarde y nadie asomaba la cabeza por parte alguna.

¿Conoce alguien en Torre de Juan Abad a un tal Francisco de Quevedo y Villegas?, me preguntaba. ¿Sabe alguien algo acerca de la Casa-Museo de Quevedo? ¿De verdad que nadie conoce a Francisco de Quevedo en este pueblo? Y nada ni nadie me respondía, ni atendía a mis súplicas.



¿Sabe alguien en ese pueblo que, entre 1610 y 1645, Quevedo vivió durante muchos años en esa localidad, donde tenía casa propia, y que Francisco de Quevedo fue señor de esa villa?

El origen de la vinculación de Quevedo con este pueblo manchego se remonta a los veintidós pleitos que, durante toda la vida del escritor, mantuvo con el concejo por el cobro de la deuda contraída por su madre, María de Santibáñez, quien el 24 de noviembre de 1598 entregó a la villa la cantidad de 3.084.500 maravedíes, a través de un préstamo hipotecario.

Por otra parte, en dos ocasiones le señalaron a Quevedo por cárcel su casa de la Torre de Juan Abad, con orden de «no salir de ella en sus pies ni en ajenos sin licencia».

Pero si nos atenemos a sus palabras, aquellos forzados destierros fueron aprovechados por el escritor como agradables y provechosos retiros: «Los jueces me han condenado a destierro de la Corte; yo a ellos a permanencia en la Corte y en la cortedad», escribió nuestro autor.

Asimismo, en la Torre de Juan Abad pasó Francisco de Quevedo varios periodos de retiro voluntario. De esa actividad solitaria del poeta en la localidad ciudadrealeña –largos meses de estudio y de creación literaria–, surgieron veintisiete obras. Allí redacta tratados como «Política de Dios», obras morales como «Virtud militante», la extensa sátira «La hora de todos». Allí completa su «Sueño de la muerte» y «El mundo por de dentro», y escribe uno de sus más conocidos sonetos: «Retirado en la paz de estos desiertos»:

Retirado en la paz de estos desiertos,

con pocos, pero doctos libros juntos,

vivo en conversación con los difuntos

y escucho con mis ojos a los muertos.

 En esa villa histórica y literaria –en el año 1621 el Consejo Real reconoció a Francisco de Quevedo como «señor de la Villa de Torre de Juan Abad»–, Quevedo recibía a los personajes más influyentes de la política y la sociedad de su tiempo, incluido el rey Felipe IV, y mantenía correspondencia con papas, reyes y personajes de la política y la cultura europea.

Como, pasadas las siete de la calurosa tarde, la villa no tan heroica –y tampoco ciudad vetusta– seguía durmiendo la siesta, me adentré en la farmacia de la localidad, que parecía el único sitio habitado de la villa. El generoso y amable titular me indicó dónde quedaba la Casa-Museo de Francisco de Quevedo, para inmediatamente advertirme: «Pero no va usted a poder visitarla, que la chica que la atiende está de vacaciones».

«¿De vacaciones? En la página web se indica el horario de visitas y, en buena lógica, debería estar abierta un día laborable a estas horas», le respondí.

«Ya, pero sé por la fámula que me ayuda en la farmacia, que es hermana de la chica que atiende la Casa-Museo, que su hermana está de vacaciones y la Casa está, por ello, cerrada».

¡Ay, esta España mía, esta España nuestra; mientras la heroica villa, imperturbable, duerme la siesta!

Menos mal que luego me desplacé unos kilómetros y acudí hasta Villanueva de los Infantes y pude honrar la memoria de Quevedo, acudiendo hasta el lugar donde este suspiró el 8 de septiembre de 1645, a los 64 años de edad, en el convento de los Dominicos; y, finalmente, homenajearle en su tumba en la iglesia de san Andrés (Pueden verse las imágenes que lo acreditan. Aunque tendrás que acceder a Facebook para ver todo: https://www.facebook.com/demetrio.fernandezgonzalez).







Y el placentero viaje manchego me llevó a asistir al 48 Festival de Teatro Clásico de Almagro. Grata la Plaza Mayor rectangular, magnífico el Corral de Comedias, espléndido el Museo Nacional de Artes Escénicas o la escenografía y el vestuario de la compañía Morboria.

Disfrute de «Fuenteovejuna» (Lope de Vega), de «Los dos hidalgos de Verona» (Shakespeare) y de los versos de «Amor místico».








Para concluir, me acerqué hasta el lugar de la Mancha de Argamasilla de Alba y me adentré en la Cueva de Medrano. Tú, desocupado lector, ya bien sabes aquello de «En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme…», o eso otro de «¿Qué podía engendrar el estéril y mal cultivado ingenio mío, sino la historia de un hijo seco, avellanado, antojadizo y lleno de pensamientos varios y nunca imaginados de otro alguno, bien como quien se engendró en una cárcel, donde toda incomodidad tiene su asiento y donde todo triste ruido hace su habitación?».




 




2/7/25

Va del Teatro de la Zarzuela y del arte de la música en estos tiempos; va de Walter Benjamin

 

 

De camino al Teatro de la Zarzuela, ayer, inesperadamente, me encontré con Walter Benjamin. ¿Quién me lo iba a decir?

Iba caminando hacia el ambigú (Música poética) del Teatro de la Zarzuela, que se abría ayer con un Spanischer Liederspiel de Robert Schumann y otro de Hugo Wolff, para luego presentarnos las obras ganadoras del IV Premio de composición del Teatro de la Zarzuela:

Interpretación de mezzosoprano, barítono y piano, con textos de Pedro Calderón de la Barca, Miguel de Cervantes, sor Juana Inés de la Cruz, Lope de Vega y Fray Luis de León en las diversas obras dadas a conocer en el ambigú en la tórrida tarde madrileña.



Tempos musicales y dinámicas desatadas; disonancias expresas y provocadas, que fluyen casi libremente, desatadas; expresionismo atonal; rechazo de la cadencia; disolución del ritmo, la armonía y la melodía en beneficio de la creación de sonidos nuevos y nunca usados ni antes oídos; compleja arquitectura tímbrica; exuberancia cromática; riqueza de texturas –urdimbre y trama–; minimalismo aleatorio; espectralismo; fractalismo… ¡Así es el arte de la música de estos tiempos de ruido y furia!

Y de camino, cuando pasaba junto al Centre cultural – Llibreria Blanquerna me encontré con Walter Benjamin: Exposición fotográfica de Espe Pons, Flucht: «Las huidas de Walter Benjamin».


Flucht, escapada, fuga: un ensayo fotográfico de Espe Pons (Barcelona, 1973), que muestra algunos lugares que acompañaron al filósofo alemán Walter Benjamin durante sus últimos días de vida, huyendo del fascismo camino de Portbou, ese no lugar donde la muerte le estaba esperando aquel aciago 26 de septiembre de 1940. Memoria de un paisaje construido con las ideas de frontera, huida y libertad.

«¿De qué nos hablan estas fotografías?», se pregunta Pilar Parcerisas en el extraordinario foto libro del cual surge esta exposición. «De sombras y rastro en caminos con memoria que han vivido intensamente el paso del hombre labrando senderos poco explorados, entre viñedos y rebaños, entre cimas que miran al cielo y el horizonte del azul del mar».

29/6/25

De un chico de provincias que se vino a la Casa de León en Madrid


 

Sí, «Los papeles de Walter Benjamin» llegaron a la Casa de León en Madrid el día 26 de junio, de la generosa mano de Pilar Pacho y Ana López. De ello han dado fe algunos medios: https://www.heraldodeleon.es/articulo/cultura/demetrio-fernandez-presenta-casa-leon-madrid-nueva-novela-walter-benjamin/20250627110659034391.html?utm_medium=social&utm_source=whatsapp&utm_campaign=share_button.

En la grata compañía de muchos leoneses y de otros que ejercieron como si lo fuesen de toda la vida (pueden verse las dieciocho imágenes que José Rodríguez hizo del acto, para dar cuenta de ello; aunque tendrás que acceder a Facebook para ello: https://www.facebook.com/demetrio.fernandezgonzalez): Mercedes Galeano, Antonio Feliz, Eladio Rodríguez, Santiago Sánchez, Teodora Risco, Elena Rodríguez, Ángel Pajín y Beatriz, Teresa Allende, Alberto López, Miguel Ángel Martínez…).





El bueno de José Manuel Querol –¡cuánto sabe José Manuel, da gusto oírle y admirarle!: literatura como constructo; multiplicidad; segunda persona  inquietante que interpela; intertextualidad–, y este humilde escritor reflexionamos sobre el legado de Walter Benjamin, sobre el proceso de creación de la obra literaria en estos tiempos de ruido y furia, sobre cómo las ideas de Benjamin han contribuido a configurar la modernidad y sobre otros asuntos varios.

Y este chico de provincias, que se vino a la Casa de León en Madrid hace ya cincuenta años –¡cómo pasa el tiempo, cuando de casi todo hace ya cincuenta años!–, contó algunas peripecias de cuando érase una vez que se era un hombre ya muy viejecito que agonizaba en el Hospital La Paz y al que algunos no le dejaban morir a gusto ni querían que se muriera mientras aquel chaval de provincias iniciaba los estudios de Filología Hispánica en la Universidad Autónoma de Madrid (Fernando Lázaro Carreter, Juan Manuel Rozas, Violeta de Monte, Francisco Abad, Ignacio Bosque, Ramón Sarmiento, Antonio Rey y compañía, ya sabes).



Y el chaval de provincias contó que su sueño era llegar a Madrid, a la villa y corte, al lugar donde se ata a los perros con longaniza y donde se forjan los escritores y estos alcanzan la fama pública. Y enseguida logró que Ernesto Escapa le invitara a la tertulia vespertina que se realizaba en aquel momento en la Casa de León, en la calle del Pez, con Jesús Torbado, Luis Mateo Díez, José María Merino, Juan Pedro Aparicio y tutti quanti.

Todos los tertulianos alrededor de una mesa en la vieja Casa de León, con un café o un carajillo en una mano y mucho humo alrededor. Y, en medio de la mesa, una sempiterna botella de coñac (¿Garvey?, ¿acaso Soberano?, ¿puede que Fundador?). Todos bebiendo coñac como cosacos, como si no hubiese un mañana. Yo, defendiendo como podía que a mis pocos años de chico de provincias ya publicaba reseñas literarias en «Informaciones», el periódico vespertino de la época, que entonces dirigía Emilio Romero. El bueno de Pedro Miguel Lamet había logrado tal prodigio: y allí, un jueves por la tarde, qué bien lo recuerdo, apareció mi primera crítica, dedicada a «La noche que llegué al café Gijón» de Francisco Umbral. Y luego siguieron otras dedicadas al brasileño Autran Dourado y a todo aquel que cayó en mis manos –¡qué grato era para aquel chaval de provincias, pelo largo y vaquero sucio algo raído, acercarse a la sede del periódico a la calle de la Madera, ascender hasta la primera planta y salir con unas decenas de pesetas en efectivo en la mano: ¡un capital, entones, para quien nada tenía!–.




Aunque el grupo de escritores leoneses me acogía en su generoso seno y, a la hora pagar, no me dejaba pagar a escote –¡que el chico de provincias crezca primero, que para pertenecer al gremio de escritores leoneses, denominado la mafia leonesa, primero hay que haber publicado un libro, me reiteraba José María Merino: «¡Y tú no has publicado ninguno!», me apuntaba, inmisericorde, con el dedo.

De nada servía indicarles que en León me había enseñado Lengua española durante dos años en Bachillerato don Miguel Díez, el hermano de Luis Mateo; o que me había dado clases de Dibujo el tío cura de Andrés Trapiello –¡el único suspenso en toda mi vida!–; o que Julio Llamazares se acercaba a veces hasta Villahibiera para escribir o para contemplar el Puente Blanco sobre el río Corcos, ya que no sobre el Esla. «No, primero hay que publicar un libro; aunque puedes beber coñac gratis, que nosotros te invitamos».




Y tampoco habría servido de nada que les hablara de «Claraboya» y de José Antonio Llamas –¡y no amanece!, que el viejecito que agonizaba en el hospital La Paz no moría ni a tiros– o de Agustín Delgado (con quien luego coincidí en la Inspección Central del Ministerio de Educación); o de «Espadaña» y de Victoriano Crémer (conservo algunas de las cartas manuscritas que este me enviaba); o que coincidí en mi primer año de profesor dando clases con Rogelio Blanco. O que les anunciara, que ya era mucho predecir, lo que iba a ser «La negrilla» del villahibierense Amancio González.

De modo que aquel chico de provincias que aspiraba a ser escritor en la villa y corte al que invitaban a coñac en la Casa de León en Madrid tuvo que dejar sus sueños de escritor y convertirse en catedrático de Lengua y Literatura, en marido de Mercedes, o en padre de Arturo y de María, y dedicarse a escribir sobre proyectos curriculares y la organización de los centros docentes o sobre el procedimiento administrativo aplicado a las instituciones docentes y hasta a ejercer como Inspector de Educación y asumir diversas responsabilidades públicas, o convertirse en Agregado de Educación en la embajada de España en Praga y tantas otras cosas que le ayudaran a sobrevivir durante las pasadas décadas.




Aunque, cincuenta años después de todo aquello, sin que se haya formado pelotón de fusilamiento alguno ni tenga que recordar la tarde en que su padre le llevara a conocer el hielo –que los leoneses bien conocemos el hielo desde niños, ¡y sabemos muy bien qué son los sabañones del frío invierno!–, ni asumir el nombre de Aureliano Buendía, después de «Sinfonía de Praga» hace siete años, después de «Los papeles de Walter Benjamin» ahora y después de lo que vendrá («La alegría de vivir»), ¿ya me admitirán en el gremio, digo en la mafia de escritores leoneses?

Y para más mérito leonés les diré que hace unos días «Los papeles de Walter Benjamin» llegaron hasta París (donde el bueno de Justo Zambrana, que no es leonés pero como si lo fuese, porque está casado con una leonesa, acogió a los «Papeles» en el Colegio de España en París); o que el próximo 9 de octubre ya hay fecha señalada para que dos leoneses, Marifé Santiago Bolaños y Julio Llamazares reflexionen junto con este autor en el Ateneo de Madrid sobre el legado de Walter Benjamin, paradigma de la modernidad.

O que Reyes Mate, aunque vallisoletano –que no hay que confundir con leonés–, uno de los pioneros benjaminianos en España desde los años sesenta, después de leer los «Papeles», escriba a su autor para felicitarlo y le agradezca una “composición coral, tan creativa y enriquecedora”.

¿Habrá llegado ya el momento de que este chico de provincias…? ¿O es que en los nidos de antaño…?

 


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