16/8/20

Amancio amigo, ¿a qué Alfonso VI has querido homenajear?

  


Puede que lamentablemente no sean castillos, como defiende mi buen amigo Amancio; puede que sean catedrales románicas o góticas (pórtico, rosetón, etc.), como escribe el escultor villahibierense frente a tanto descreído; puede que sean castillos, como defienden gentes diversas (¿castillos de León, castillos de Castilla?), pero son gigantes, ¡y bien parlanchines!, los que adornan la corona del rey Alfonso VI en el nuevo monumento funerario o panteón real que se acaba de inaugurar hace unos días en Sahagún (León).
¿Son galgos? ¿Son podencos? Qué más da, que da lo mismo en estos tiempos que corren. ¡Es arte!
 Puede que estén bien o mal traídos algunos de los elementos que configuran y adornan esa real corona de Alfonso VI; pero es arte; arte valioso del siglo XXI; arte grato a la vista y a nuestros corazones; arte sublime a las emociones y a los sentimientos de leoneses, españoles y ciudadanos del mundo.
 A partir de la reciente inauguración en Sahagún del monumento funerario o panteón real de un rey muerto hace ya más de 900 años, se ha desatado la polémica en los medios de comunicación y en las redes sociales a raíz de la simbología que aparece o no aparece en la corona que porta en el monumento funerario el rey muerto en 1109.

Imagen del monumento funerario o panteón real recientemente inaugurado,
obra del villahibierense Amancio González Andrés.

Sí, monumento funerario o panteón real inaugurado hace unos días de ese rey Alfonso VI, rey de Asturias, León, Astorga, El Bierzo, Zamora con Tierra de Campos, así como de las parias de la taifa toledana. Y todo ello por haber sido el segundo hijo varón del rey de León y conde de Castilla, Fernando I, y de la reina Sancha de León, según los doctos historiadores afirman.
 Sí, monumento funerario o panteón real inaugurado hace unos días de ese rey Alfonso VI que peleó con su hermano Sancho, que había sido coronado como rey de Castilla, reino recién creado por su padre para que su hijo mayor reinara sobre él, y de las parias de la taifa de Zaragoza, según señalan los sabios eruditos.
 Sí, monumento funerario o panteón real inaugurado hace unos días de ese rey Alfonso VI que junto con su hermano Sancho, con el que se había reconciliado después de mucho batallar, se enfrentan a su hermano García, lo apresan en Santarém y se apoderan de su recién heredado reino de Galicia (que se extendía hacia el sur hasta el río Mondego en Portugal y que acogía las parias de la taifa de Badajoz y Sevilla), según los ilustres expertos consultados.
 Sí, monumento funerario o panteón real inaugurado hace unos días de ese rey Alfonso VI que enfrentado nuevamente a su hermano Sancho de Castilla, es derrotado en la batalla de Golpejera, enviado por su hermano al monasterio de Sahagún, donde se le rasura la cabeza y se le obliga a tomar la casulla, y que luego se le destierra a la taifa de Toledo, según se puede leer en las crónicas verdaderas que narran las andanzas de esta peculiar y malavenida familia.
 Sí, monumento funerario o panteón real inaugurado hace unos días de ese rey Alfonso VI que desde su refugio toledano intriga para recuperar el poder y lo logra tras la muerte de su hermano mayor el rey Sancho en Zamora (ya saben todos ustedes, Vellido Dolfos asesina vilmente al rey Sancho —o valerosamente, según otros cuando el rey castellano estaba sitiando la Zamora de su hermana doña Urraca; e igualmente todo el mundo sabe lo que se dice que sucedió después con Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid, hombre de confianza y portaestandarte del rey Sancho, y la famosa jura de Santa Gadea de Burgos («¡qué buen vassallo, si oviesse buen señor!», está escrito por el juglar en el Poema de Mío Cid), etc., etc.: Lo que la historia no atestigua lo inventa la leyenda y lo narran las ficciones creadas por los juglares y el romancero, que para eso está la literatura y el arte, que no siempre es muy amiga de la historia, mal que les pese a tantos.
 Sí, monumento funerario o panteón real inaugurado hace unos días de ese rey Alfonso VI que tuvo cinco esposas (Inés de Aquitania, Constanza de Borgoña, Berta de Saboya, Isabel ¿de Francia? y Beatriz ¿de Poitiers? —¿o fueron solo cuatro, como indican algunos viejos cronicones?—) y dos concubinas nobilissimas (Jimena Muñoz y la mora Zaida, que puede que fuera la Isabel mencionada, una vez se cristianizó), según el Chronicon regum legionensium del obispo Pelayo de Oviedo.
 ¿A cuál de todos estos variados Alfonsos que acaecieron hace más de 900 años le has erigido un monumento funerario, amigo Amancio? ¿A qué Alfonso VI has querido homenajear? ¿En cuál de sus múltiples imágenes legadas a la posteridad te apoyaste, porque todos muy bien sabemos que fotografías no nos dejó y retratos ciertos tampoco?

 
Fachada del Monasterio de las Monjas Benedictinas de Sahagún, donde yacen los restos de Alfonso VI con el monumento funerario o panteón real inaugurado hace unos días y esculpido por Amancio González Andrés.

O si quieres te cuento la historia, parece que bastante bien documentada, de los restos mortales del rey Alfonso VI que desde hace unos días ya reposan en el nuevo panteón real: Cuando muere en Toledo en 1109, su cadáver es trasladado al Monasterio de San Benito de Sahagún y depositado en un sepulcro de piedra, que fue colocado a los pies de la iglesia del monasterio para cumplir la voluntad del monarca. Más de cien años después, durante el reinado de Sancho IV, este ordenó trasladar el sepulcro al interior del templo y colocarlo en el crucero de la iglesia, un lugar más noble para acoger la sepultura del rey.
 El sepulcro que acogía los restos del rey Alfonso VI, que se sustentaba sobre leones de alabastro, estaba constituido por un arca de mármol blanco con una tapa de pizarra negra y cubierto por un tapiz de seda en el que aparecía el rey coronado y armado, ubicándose en los lados la representación de las armas de Castilla y de León y en la parte de la cabecera del sepulcro un crucifijo.
El sepulcro que contenía los restos de Alfonso VI fue destruido en 1810 como consecuencia del incendio que sufrió el monasterio de San Benito. Los restos mortales del rey y los de varias de sus esposas fueron recogidos y conservados en la cámara abacial hasta el año 1821, en que fueron expulsados los religiosos del monasterio, siendo entonces depositados por el abad Ramón Alegrías en una caja, que fue colocada en el muro meridional de la capilla del Crucifijo. En enero de 1835, los restos del monarca fueron recogidos de nuevo, introducidos en otra caja y llevados al archivo, donde ya se hallaban en esos momentos los despojos de las esposas del soberano.
 Pero en ese año de 1835, cuando se produce la desamortización del monasterio de San Benito, las dos cajas que contenían los restos del rey y de sus esposas son acogidas por un parroquiano que era pariente de un religioso. ¡Así se escribe la historia!
 Ambas cajas fueron halladas en 1902 por el catedrático del Instituto de Zamora Rodrigo Fernández Núñez y permanecían situadas hasta hace unos días en un arca de piedra lisa con cubierta de mármol en el Monasterio de las Monjas Benedictinas.
   
Así se ha escrito la historia, nuestra historia, como bien manifiestan los eruditos trabajos de Ricardo del Arco y Garay (1954), de Juan C. Elorza, Lourdes Vaquero, Belén Castillo y Marta Negro (1990), de Serafín Moralejo (1992), de Manuel Carriedo Tejedo (2006), de Raquel Alonso Álvarez (2007), o las investigaciones más recientes de José Luis Senra o de Julio Manuel Vidal, María Luz González y María Encina Prada.

 Vídeos hechos públicos por Amancio González Andrés desde su taller del monumento funerario erigido a Alfonso VI y a sus esposas.

Y qué decirte de los tres guiños que confiesas que has integrado en el monumento funerario al rey Alfonso VI y a sus esposas.
Nadie te habrá objetado nada al primero de ellos que mencionas (bases de los sepulcros en piedra de Boñar, rematadas por sendas cabezas de león, símbolo que ya en tiempos de Alfonso VI lucía en la fachada de San Isidoro de León y del que, según cuentan las crónicas, el monarca hacía uso en sus labores de gobierno).
 Ya veremos qué se te dice de los dos ángeles románicos que custodian cada uno de los sepulcros y que confiesas haber copiado de la tapa del sarcófago de piedra de Alfonso Ansúrez, realizados en Sahagún y hoy en el Museo Arqueológico Nacional.
 Pero veremos a ver qué pasa con el guiño que confiesas haber puesto en los pies del monarca: «Vestimos sus pies con babuchas, calzado común de los árabes con quienes convivió y compartió amistades y enfrentamientos». ¿Vestir al monarca cristiano con calzado árabe? ¿Y señalas que compartió amistad con los moros? ¡Ay, amigo Amancio, en qué berenjenales te me metes, por qué andurriales te me andas! Mira que lo tuyo es el arte, que eso es lo que sabes hacer tan bien, arte sublime, y debes dejar esas historias para los otros.
 Como ya hemos escrito en las redes sociales al hilo de la polémica surgida acerca de la corona del rey Alfonso VI: «¡Ay, cuando se entrecruzan los sentimientos y las razones!». Para luego añadir: «Y entonces las sinrazones pretenden imperar».
 Amancio amigo, sigue con tu arte para disfrute de los pobres mortales, y como hemos promovido y defendido en Sinfonía de Praga y promovemos en toda nuestra creación artística, arte con voluntad ética y estética conjuntadas: Expresión estética de la ética humana (Nulla aesthetica sine ethica).

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