Podría ser poco ortodoxo —y acaso nada recomendable para
la unidad y coherencia interna de la obra artística— que el clavo estuviera en
la pared y no llegara a aparecer el protagonista al que ahorcar (por no
mencionar la pistola que hay que disparar), contraviniendo la pragmática de
Antón Chéjov.
Pero qué me diríais si tuviéramos el personaje para
ahorcar y no hubiera modo de encontrar clavo en que colgarle... ¿Le dejamos
vivito y coleando, pues? ¿O acaso le llevamos ante el paredón de ejecución, o
le aplicamos garrote vil, o le instalamos en la silla eléctrica, o le premiamos
con una inyección letal?
Y en esas preguntas está el principio de la novela, el
principio de la obra artística.
(Proposición 23 de “1.11 Mena, ganga, esquirlas y virutas
(Making of)”, en 1. “Taller” de Compleméntum
(Manifiesto) de Sinfonía de Praga).
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