Primera mañana de domingo estival, ¡y de
vacaciones! No es este un mal momento para comenzar a primera hora leyendo a
Enrique Vila-Matas en Impón tu suerte.
En el Prefacio, a modo de prólogo, Vila-Matas nos dice que «la ficción… tiene
más posibilidades de acercarse a la verdad que cualquier representación de la
realidad»; y se apoya en Nabokov para afirmar que las historias basadas en
hechos reales «son un insulto al arte y la verdad».
O antes de darnos por enterados de que España y
Croacia tienen los líderes políticos más jóvenes de Europa, según se anuncia en grueso titular en la portada del periódico, nos recreamos con El
País Semanal.
Nos acompaña Javier Cercas, para remontarse hasta Michel de Montaigne y afirmar que todos
estamos obligados a decirnos la verdad. Aunque luego Cercas matiza:
«Esta norma rige incluso para los autores de
ficción, salvo cuando escribimos ficción, en cuyo caso se nos autoriza a
saltárnosla para escribir algo que no es exactamente una mentira, aunque se le
parece bastante (en latín, mentire
significa a la vez mentir e inventar: Atque
ita mentitur, dice Horacio en elogio de Homero, sic veris falsa reminiscet [¡Ay, ay, ay! ¿No debiera ser remiscet, amigo Javier? Aliquando dormitat…]; o sea: “Y así miente/inventa, así mezcla lo falso con
lo verdadero”».
Y luego arribamos al museo Guggenheim: «La verdad
siempre tiene dos caras», para sorprendernos ante la artista portuguesa Joana
Vasconcelos.
Y quién nos lo iba a decir, Cervantes y Lope
frente a frente en El País Semanal.
Aunque, según Santiago Roncagliolo:
«En el fondo, ambos escritores encarnan el gran conflicto
esencial del arte moderno: romanticismo o mercado, expresar el mundo interior o
satisfacer al público».
Para concluir su comentario, por si alguien creía
que teníamos algo de originales en esa novela que tú y yo sabemos:
«Casi sin quererlo, por venganza y no por
voluntad literaria, [Cervantes en la segunda parte del Quijote] acaba de romper los límites entre realidad y ficción. Como
harían mucho después Woody Allen o Borges, el manco atravesaba los umbrales de
la realidad, inventando la novela moderna. Fuese quien fuese Avellaneda, al
final su envidia solo sirvió para convertir a Cervantes en autor universal».
Y a todo esto, ¿qué va a decir Javier Marías?
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