El
pasado 15 de agosto, día festivo, vacacional y arrellanado, después de leer el
periódico y tras una rápida ojeada a FB, escribí en el muro lo siguiente:
Y en el ejemplar
de “El País” de hoy, Ángela Molina reflexiona sobre cómo recorrer el museo del
Prado en sesenta minutos y contrapone tres gracias a las tres gracias de
Rubens.
Si queréis podéis
contraponer ambas fotografías y decidir y opinar y contrastar.
Lo que yo me
pregunto es qué estará pensando la joven gracia (fotografía de Álvaro García),
tan ensimismada y tan ajena.
Mi buena amiga María Alejandra Fuenzalida no pudo resistirse acerca de lo que se decía o se insinuaba en
mi mensaje y contestó enseguida:
Esas son unas niñas chicas!
Mil gracias por compartir la fotografía.
Adoro la pintura, quizá por mi incapacidad para pintar. He
pasado buenos ratos absorta, ensimismada mirando fijamente un cuadro sin dar
crédito a lo que mis ojos veían.
Mi mirada solo puede descubrir belleza en esta foto, quiero
pensar que la joven con el vestido naranja está mirando un cuadro que llama más
su atención que el que refleja el cuerpo femenino, por ella harto conocido.
Maravillosa foto!!!!
Gracias de nuevo!!!!!!
Recatado que es uno, yo no había querido hacer pública la
fotografía de mi buen amigo Carlos Caballero, que mencionaba en mi mensaje. Pero él, más osado, vino a nuestro
encuentro y decidió publicar el siguiente mensaje en mi muro, con la imagen de
marras incluida:
Lo siento, amigo Demetrio, pero hasta la chica de la foto, que
está de frente, se aburre!
Mi foto me parece mucho más sugerente y las chicas se lo están
pasando...
Me quedo con la mía, lo siento!
Así las cosas, me pareció conveniente dar respuesta al
comentario de María Alejandra Fuenzalida:
Podemos preguntarnos cuál sería la intención de Álvaro García
cuando hizo la fotografía o la de Ángela Molina cuando la seleccionó para
documentar su artículo en el periódico.
Porque me temo que la fotografía que ha publicado Carlos Caballero sí que es suficientemente
explícita y que no necesita de muchas aclaraciones.
Y
María Alejandra cerró la conversación con este mensaje:
Como tu digas
Disculpa haber dado
mi opinión
Buenas tardes
Preocupado por el tono de la respuesta de María Alejandra, no pude
por menos de escribirle en público:
Querida María Alejandra Fuenzalida, sé bienvenida a este muro
abierto, sin disculpa alguna. Soy yo quien te da las gracias por emitir tu
opinión sincera y personal.
La obra de arte,
los textos no solo obedecen a las razones de quien los crea e inicia la
comunicación sino que lo verdaderamente importante es la razón que les da cada
uno de los receptores del proceso de comunicación, de observación o de lectura.
Y el ilustre don Pedro Crespo
Refoyo, que no se pierde una ni se
le escapa ocasión para ello, escribió inquiriéndome:
No pierde usted ocasión para predicar la teoría de la RECEPCIÓN.
(Disculpe la incierta cacofonía).
Y no satisfecho, mi buen amigo
don Pedro metió su cuarto a espadas con nueva intervención en el muro:
Dos opciones
encuentro yo a tu curiosa pregunta:
a) escucha lo que
leen en el cartelito de información sus amigas, por turnos. (Repara que miran
el cartelito y no la obra).
b) piensa que el
arte es un rollo, que no lo soporta, que es una pérdida de tiempo y dinero
acudir a las pinacotecas bla blablabla bla bla…
A mi las “siete gracias” de Carlos Caballero me parece un montaje fotográfico un poco gamberro, más que una sola foto (sea una cosa o la otra). La de las “seis gracias” de Álvaro García, por el contrario, me parece espontánea y que refleja la reacción de unas muy jóvenes espectadoras ante una famosísima obra de arte que muestra un concepto de belleza femenina bastante diferente al actual. Y una curiosidad: ¿de quién es el cuadro de la foto de Carlos Caballero?
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