2/10/19

Principio y fin





Aunque mi buen amigo Antonio Fernández Lentisco no necesita mucha ayuda para ello —con lectores como él el escritor que uno pretende ser tiene ganado el cielo en la tierra—, a raíz de la publicación que hicimos ayer (desde los Cuartetos de Eliot reflexionábamos sobre el tiempo: http://sinfoniadepraga.blogspot.com/2019/10/en-mi-comienzo-esta-mi-fin.html), algunas citas hemos querido ponerle ante los ojos.

Y así, le hemos recordado el inicio de la peripecia de esa novela que tú y yo sabemos:
«Toda historia tiene un principio y un fin, aunque para ello es necesaria la participación de un narrador o autor y de un receptor o lector.» (Pág. 15).

O le hemos invitado a adentrarse en la página 326, que seguro que iluminará la lectura de la obra:
«Y entre principio y fin —entre principio y final, entre principios y finalidad— está lo que el autor, dios todopoderoso y eterno a través de su creación, ha considerado que ha de estar —acto de reflexión—, ha querido que esté —acto de voluntad—, ha decidido que tiene que estar —acto de resolución.»

Y hasta acercarse nuevamente a la página 454, que aportará claves de interés:
«Cumplidos los malos presagios, que Otto supo de algún modo captar a la llegada del tren a Hlavní nádraží aquel 16 de junio de 1930 —malos presagios que se repiten a raíz del sueño que tuvo Otto el 14 de julio de 1943—, convertida la familia feliz del inicio del Diario y de Anna Karénina en la familia desgraciada que ha resultado ser, asistimos al cierre del círculo —principio y fin conjuntados—, y al fin de la historia, «que ya ha llegado», últimas palabras que Lieserl escribe en la última anotación de su Diario.»

O dejar que el coronel HH reaparezca nuevamente en esta historia (Pág. 507):
«Mucho sabía, pues, el coronel Huberto Heco y mucho daba a entender. Parecía obvio que hasta aquí habíamos llegado, que nada más podíamos hacer ni nada más podíamos esperar —una vez bien entrelazados los diversos hilos del tapiz que estamos tejiendo—, que ya solo quedaba hacer avanzar la novela —y esa tarea era mía—, a la búsqueda del final, que lo que teníamos teníamos, sin que pudiéramos esperar nada más u otra ayuda alguna, que principio y fin habían de confluir y cerrarse y que dos años más de trabajo debía de ser suficiente para ello, de manera que el 8 de mayo de 2014 —día señalado, el Día de la Victoria (Den vítězství)— pudiéramos escribir la última palabra de nuestra parte en esta historia.»

Para llegar, finalmente, al cierre de la peripecia de la historia narrada, que no de la novela, como saben muy bien los lectores, que la novela es mucho más que la peripecia narrada (Pág. 516):
«Cuando todo se ha consumado en Tel Aviv, esta historia, pues, ha de acabar. Con la herencia Brod pasando a manos de la Biblioteca Nacional de Israel y con el Diario de Lieserl en nuestro poder, espe­rando salir a la luz pública, bien integrado en esta singular aventura, formando parte de esta historia o novela —nowwwela o nowebla, obra de arte, al fin— a la que todavía le falta poco más de año y medio para llegar a la fecha señalada, debo aislarme totalmente del mundo de los vivos, abandonar todo trabajo y ocupación y entregar­me de lleno, en cuerpo y alma, a concluirla —todo y solo para ella, como homenaje y tributo para ella, para que lo que hubiera existido permanezca por siempre, indeleble, y continúe eternamente en el tiempo, de manera que, lograda su finalidad y plenamente realiza­da, encuentre su final, principio y fin —intentio operis— finalmente conjuntados, que ya ha llegado.»

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Artículos guardados