Pero aunque es justo y
necesario que el creador de una obra de arte ofrezca eso, ha de ofrecer mucho
más: Ha de ofrecer una cosmovisión poderosa que cree un nuevo mundo y que cree
un nuevo lector y permita a este ser más, ser otro y distinto al del momento en
que inició la lectura de la obra.
Obra dulce y útil, pues;
obra para los lectores, múltiples y variados, para el lector presente y para el
lector futuro, para todos ellos.
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