Si recién destinado a la embajada de España en la República Checa, en la inauguración de una exposición en el Instituto Cervantes de Praga, sin saber muy bien cómo, te encuentras hablando con una mujer joven, de buen ver —tez morena y tersa curtida por el sol, media melena de pelo oscuro, falda corta, hermosas piernas largas, un collar de perlas cayéndole por entre los pechos—, que parece llamarse Meme y es un sí es no es espía que se mueve como pez en el agua por la embajada de Israel en Praga.
Si a los
pocos días Meme empieza a hacerte llegar a tu despacho sobres de tamaño
mediano, de color hueso, cerrados y dirigidos a tu nombre y puesto de trabajo
en la embajada de España, sin remite, logo o indicación alguna, y sin ningún
rastro de franqueo o de haberse utilizado el servicio postal o cualquier otro
sistema de mensajería. ¿Cómo puede Meme hacer llegar los sobres hasta el
interior de la embajada, burlando los sofisticados sistemas de seguridad que
tenemos establecidos? Y lo que es aún más sorprendente: ¿cómo puede ella
controlar tus teléfonos y hasta lo que sucede en el interior de tu despacho o
lo que allí hace tu secretaria?
Si a
través de ese complejo juego de sobres y de medias verdades —verdad engañosa,
engaño a los ojos, o a la mente, donde el cielo azul que todos vemos ni es
cielo ni es azul— Meme te va llevando hasta el bueno de Albert Einstein, hasta
el anillo de Otto Schödinger —¿qué será eso del anillo de Otto Schödinger?—,
hasta Lieserl —la hija que Albert Einstein y Mileva Marić tuvieron cuando eran
una pareja de jóvenes enamorados, antes de su matrimonio, a la que no
reconocieron y que ha quedado oculta y desaparecida en las sombras de los
tiempos— o hasta Max Brod, el amigo y albacea de Franz Kafka.
Si luego,
en un nuevo sobre, recibes cuarenta hojas del Diario que la desaparecida
Lieserl escribió a principios de los años treinta del pasado siglo en Praga, y
poco después, en un sobre más a escena, recibes la Carta al padre que Lieserl le escribió a Albert Einstein, emulando
la Carta que Kafka le escribió a su
padre.
Si además
te precias de ser escritor y de saber escribir, la epifanía es obligada: Tienes
que escribir esa historia, tienes que dar a conocer al mundo la historia de
Lieserl Einstein. Meme, la sin par Meme, te ha elegido a ti para que escribas
la historia de Lieserl, una historia de realidades y ficciones entretejidas, de
documentos y manuscritos, donde el presente más rabioso se entremezcla y
explica a través de un pasado no tan lejano en el que Lieserl escribe y
escribe, bien emplazada en Praga, Lieserl escribe su Diario desde 1930 a 1945 y
avanza, siempre Lieserl —atracción por los trenes—, a la búsqueda de lo que no
ha de lograr.
Tienes
que escribir la historia del Holocausto, cada vez más asfixiante en un mundo de
ruido y furia, y de un Kafka casquivano y esquivo, mientras Max Brod y Otto
Schödinger recorren la Praga milenaria y mágica en la que Lieserl escribe su
Diario, cuenta historias de la época, narra sucesos y personajes de la época y,
al escribir, se narra a sí misma y nos narra el mundo, el presente cambiante
que le ha tocado vivir en la Europa bulliciosa y atropellada de los años 30 del
siglo pasado.
Tienes
que escribir esa historia. Tienes que escribir Sinfonía de Praga.
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