4/12/19

Los papeles de Kafka, que vienen nuevamente a nuestro encuentro




Como muy bien conocen los buenos lectores de esa novela que tú y yo sabemos, son varias las historias que se entrecruzan en la peripecia de la obra.




El diario desde 1930 a 1945 de Lieser Einstein, la encantadora hija de Albert, bien asentada en la Praga centroeuropea, que nos cuenta una historia de placeres y satisfacciones que se convierte en historia de ruido y furia durante la Guerra Mundial. Y con el diario de Lieserl se entremezclan las andanzas de Meme, la espía israelí de tez morena, media melena de pelo oscuro, falda corta y hermosas piernas largas que se entretiene con el narrador de la novela y entretiene a los lectores.

Y habrá que seguir la peripecia del relato para encontrar la conexión entre ambas mujeres, que bien seguro que existe.

Aunque esa conexión hay que buscarla en Kafka, presente en toda la novela, y muy especialmente en los papeles de Kafka y de Max Brod —como muy bien sabemos todos, no habría papeles de Kafka sin la intermediación de su albacea, Brod, que decidió no destruir los papeles de Kafka y su obra toda, incumpliendo así el mandato que su amigo le había hecho.




De este modo las peripecias del juicio que se va llevando a cabo en Tel Aviv y esa pelea por quién es el heredero de los papeles de Kaka —y los papeles de Brod, su albacea— van pautando la historia y ocupando la mente del lector de la novela.

Y sí, hubo juicio en Tel Aviv acerca de la propiedad de los papeles y manuscritos de Kafka y de Brod, tal como se va relatando en diversos momentos de Sinfonía de Praga; y a ello se alude ya desde el inicio de la obra.

Para acreditarlo el lector puede acudir a los enlaces que se le ofrecen en la novela al diario Haaretz —bueno será que se lo agradezcamos al periodista Ofer Aderet—y a diversos periódicos para poder seguir los ires y venires del proceloso juicio.

De ese modo, cuando el viernes, 12 de octubre de 2012, «el Tribunal de Familia de Tel Aviv, después de un largo proceso que ha durado más de cuatro años, ha dictado sentencia» (Pág. 515) sobre la propiedad de los papeles y manuscritos de Kafka y de Max Brod, la novela ha de concluir y darse por consumada la peripecia que se narra.

Como bien seguro que los lectores de Sinfonía de Praga querrán conocer más acerca de ese pleito judicial, pueden acudir a El último proceso de Kafka, que acaba de aparecer en nuestras librerías, el libro del norteamericano-israelí Benjamin Balint, publicado por Ariel, y al que el suplemento “El Cultural” del periódico El Mundo (https://elcultural.com/el-ultimo-proceso-de-kafka) dedica un par de páginas la semana pasada.




Así, los lectores podrán saber algo más sobre Eva, Ruth y Esther Hoffe y muy especialmente sobre la sin par Meme, que parece que tenía acceso directo a los papeles de Kafka y de Brod —depositados en una casita de la calle Spinoza 23 de Tel Aviv— y los ha puesto a disposición de los lectores en Sinfonía de Praga.

De ese modo se llega al final, que no cierre, de la novela, donde está escrito lo siguiente:

«Cuando todo se ha consumado en Tel Aviv, esta historia, pues, ha de acabar. Con la herencia Brod pasando a manos de la Biblioteca Nacional de Israel y con el Diario de Lieserl en nuestro poder, esperando salir a la luz pública, bien integrado en esta singular aventura, formando parte de esta historia o novela —nowwwela o nowebla, obra de arte, al fin— […] todo y solo para ella, como homenaje y tributo para ella, para que lo que hubiera existido permanezca por siempre, indeleble, y continúe eternamente en el tiempo, de manera que, lograda su finalidad y plenamente realizada, encuentre su final, principio y fin —intentio operis— finalmente conjuntados, que ya ha llegado».


Los buenos lectores recordarán que en “Carta al padre” (Pág. 195), la carta que la joven Lieserl Einstein escribe a Albert, emulando la carta que Kafka escribió en su día a su padre, y que constituye el capítulo 7 de Sinfonía de Praga Lieserl explica cómo comenzó a escribir su Diario —¡qué buenos maestros tenía!—:

Fue Max quien me animó a escribir mi Diario, quien me enseñó los Diarios manuscritos de Kafka –sus famosos cuadernos con tapa de hule negra, que había entregado a Milena y que luego Max consiguió recuperar (aunque aún no he logrado que me enseñe los diarios y dibujos que Kafka se quedó y que no se atrevió a entregar a Milena: ¡Max los guarda tan celosamente!).


Y en una entrada del Diario de Lieserl en 1937 podemos leer las sugerencias que le hace Otto Schödinger (Pág. 261):

Y luego añade que si quiero saber algunas de las cosas non sanctas de K debo acudir a Max, que tiene guardados bajo siete llaves los diarios que K escribió, y pedirle que me enseñe especialmente los cuadernos que K se quedó cuando entregó sus diarios a Milena Jesenská o que le pida que me enseñe algunos de los dibujos que K hacía y que tenía bien escondidos en el último cajón de su escritorio.



O en una entrada de 1944, con Max Brod a salvo en la Palestina británica (Pág. 382), Lieserl escribe:

Nueva carta de Max, escrita hace cuatro meses (parece que no es nada fácil hacer llegar una carta desde Tel Aviv a Praga en estos tiempos). Me cuenta muchas cosas sobre sus actividades, las ilusiones que tiene puestas en el futuro del pueblo judío en Israel –si es que al final de esta guerra queda algo del pueblo judío–. Me insiste una vez más en que le envíe mi Diario o que haga una copia e intente hacérsela llegar.

¿Debo enviar mi Diario a Max? Ponerlo en sus manos –o en las de Esther Hoffe, tal como parece que van las cosas entre ellos– es entregar mi alma a quien le van a dar tentaciones de editarlo y publicarlo. ¿Es eso lo que me gustaría?

¿Para quién se escribe un diario? ¿Para quién escribo? ¿Para mí? ¿Para Otto? ¿Para Max, que, aunque ausente, está siempre presente cuando cojo la pluma para proseguir este Diario? ¿Es acaso Max el lector para quien escribo mi Diario? ¿O cuando pienso en Max pienso en el editor que podría publicarlo?

¿Para qué se escribe un diario? ¿Para qué escribo? ¿Para liberarme de mis demonios? ¿Acaso a imitación de lo que hizo K o de lo que le vi hacer a Max? ¿Para reflejar una migajita de la sangrienta tragedia en que vivimos? ¿Para dar a conocer a los demás un poco de lo que somos, de lo que hemos sido, de lo que fuimos, de lo que creemos ser?



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