30/11/19

Pegados a la pantalla...




de la televisión (RTVE 2) a las 8:00 h.

Así vamos a estar quienes queráis acompañarme para deleitarnos con la sinfonía “Praga” de Mozart.

Y a los buenos lectores de una novela que tú y yo sabemos no habrá que explicarles por qué.

Aunque a lo mejor no está de más advertir que esa novela tuvo muchos títulos en el proceso de su creación; que no tuvo uno, ni dos, ni tres, ni cuatro… que hubo que llegar hasta el doscientos cincuenta para encontrar el título que la definiera.

Y bien es verdad que Meme –unos cuarenta años muy bien llevados, tez morena y tersa curtida por el sol, media melena de pelo oscuro, falda corta, hermosas piernas largas y un collar de perlas cayéndole por entre los pechos–, tuvo mucho que ver en el invento, como podréis comprobar si acudís a la Pág. 523 de la novela.

Y ahí podréis leer:

Entonces caí en la cuenta –una nueva epifanía que venía a nuestro encuentro–: La Sinfonía n.º 38, en re mayor, de Mozart, está catalogada como K. 504, según el catálogo de clasificación de Köchel. Y los primeros compases del primer movimiento era lo que estaba sonando en mi móvil en ese momento.

Inmediatamente me puse a investigar acerca de la sinfonía n.º 38 de Mozart. Así descubrí que a finales de 1786 Mozart fue invitado a Praga para asistir a una de las representaciones que se estaba haciendo en el Státní opera de Las bodas de Fígaro. Con ese motivo Mozart acude a Praga en los primeros días del año 1787 y aprovecha el viaje para dirigir el 19 de enero en el Stavovské divadlo la primera ejecución pública de la Sinfonía n.º 38, en re mayor, ejecución que es acogida con gran éxito y le reporta buenos beneficios económicos.

Asimismo descubrí que habitualmente la sinfonía n.º 38 ha sido conocida y denominada como Sinfonía Praga o Sinfonía de Praga, por haberse considerado que fue en Praga, en ese viaje de 1787 mencionado, cuando fue compuesta la obra –aunque parece que se debe a un error, ya que la sinfonía ha de ser datada, sin embargo, en el mes de diciembre de 1786.

Y si queréis saber más, podéis acudir a la Pág. 63 de Compleméntum donde se os explicará todo y por lo menudo (aunque también podréis leerlo en http://www.sinfoniadepraga.es/images/Complementum/Taller3.pdf):

El título de una obra es o puede ser, según los viejos principios de los formalistas rusos, el archilexema del texto, que ha de integrar el archisemema que resume y recoge el contenido del relato. Pero, por lo mismo —extrañamiento como principio generador de la literariedad—, también puede apartarse de la norma, desviándose de ella y hasta incluso enfrentarse radicalmente a ella —¿Dónde está? ¡Que salga ya! ¡Queremos ver en escena a la cantante calva que se nos ha anunciado!

La obra, al principio de su creación, fue Novela, porque esa era la mejor forma de no–definirse, entendiendo que en ella, adscrita a un género proteico y misceláneo por excelencia, cogía todo, se prestaba a todo, incluso a cualquier capricho de un ser experimentado que se las sabía casi todas y quería y deseaba nuevos goces, una vuelta de tuerca más en la serie literaria, en el canon concebido y conocido bajo el epígrafe de novela.

Más tarde se definió con más precisión y fue La parte de Lieserl, dando el protagonismo a quien lo tenía y le correspondía, e insertándose muy bien en la serie literaria: Desde las partes en que se publicaban las obras dramáticas del Siglo de Oro —siempre Lope in mente—, hasta, en otro sentido, Mourad y su princesa muerta o las partes heterogéneas y complementarias de 2666 de Bolaño y muy especialmente Á la recherche du temps perdu —ya sea por la parte de Swann o por la parte de Guermantes—. Esa vía encontraba una fácil transmisión a las lenguas más próximas: Le côté de Lieserl, The Lieserl way —¿o acaso mejor Lieserl’s way?—, Die Welt der Lieserl, La parte di Lieserl, etc.

Y luego pudo haber sido Diario de Lieserl; o Encuentro en Praga; o Dios, el Viejo, no juega a los dados; o Realidad en fábula; o Ni es cielo ni es azul; o Escila y Caribdis; o Muerte y destrucción; o El resto es silencio; o PRG, tomando la parte por el todo; pero pasó a ser Ruido y furia, con Faulkner en el horizonte, pero especialmente con Shakespeare —Macbeth, V, V— en lontananza, recordando «life is... a tale... full of sound and fury, signifying nothing». Para ser finalmente lo que había sido desde el principio, lo que tenía que ser, lo que no podía dejar de ser —bien es verdad que con la ayuda de la sin par Meme.

Y a la hora de determinar el título —con eufonía, con mnemotecnia, con propiedad y adecuación, generando ansiedad por la lectura a la vez que anticipando el contenido de la obra—, ha sido también, y por este orden cronológico...

Así es, así será, si así lo queréis y me acompañáis.


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