6/11/19

De las letras, que no de las armas




Estamos enfrascados estos días con la nueva edición, revisada y aumentada (Barcelona, Editorial Destino, 2019), de Las armas y las letras. Literatura y guerra civil (1936-1939), de Andrés Trapiello, mi paisano de las cada vez más vaciadas tierras leonesas (aún recuerdo las clases de Dibujo que me dio su tío César Trapiello cuando yo era un chaval desarrapado y ansioso de doce años, aunque solo sea porque el Dibujo fue el único suspenso que tengo en mi historial académico y don César me obligó a ir al examen de septiembre).



Aunque no es el único juguete que tengo entre manos como muy bien saben nuestros amigos, hay un Working in progress en camino y los papeles que guardaba Walter Benjamin en la vieja cartera de piel que llevaba consigo cuando se suicidó aquel día infausto de 26 de septiembre de 1940 ocupan buena parte de mis afanes—, estoy disfrutando nuevamente con el texto y la música que se desborda a raudales de esta nueva edición del libro de Trapiello, recomendable a todas luces en los tiempos que corren.

Y sí, me gusta el texto, y acaso más aún las imágenes que el libro integra y que nos hacen revivir aquellos tiempos, que no son estos, ¿o sí, aunque de otra manera? ¡Pobres de nosotros! La tercera España, cada vez más extensa y sufriente.

Y sí, me gusta Trapiello y su amor a los libros —¡quién pudiera adentrarse en su biblioteca!—; me gusta su amor al papel y a la tipografía de los libros —me recuerda a JRJ, al que tanto admiro, y muy especialmente después de haber tenido ocasión de disfrutar de materiales de primera mano que pasaron antes por las suyas: ¡mi tesina con el título de Biografía y bibliografía de Juan Ramón Jiménez, allá por el ya lejano año de 1980, tiene la culpa!



Y me gusta también su Salón de pasos perdidos, ese diario admirable en el que ya lleva publicados 22 volúmenes (Diligencias, Valencia, Editorial Pre-Textos, 2018, es el último publicado hasta ahora, si no me equivoco) ¡Pobre Karl Ove Knausgård, si algo se hubiera creído!

Y me gusta su amor a don Miguel de Cervantes y al Quijote, que nos ha puesto en el román paladino de los tiempos que corren para disfrute de los pobres mortales en este mundo desatado y confuso —tiempos de banalidad del bienestar, tiempos de mediocridad plomiza y hasta de vacua trivialidad—, que se dice en esa novela que tú y yo sabemos (Pág. 323) cuando se reflexiona  sobre el arte del silencio, si es que no sobre el silencio del arte a partir de 4’33’’, la pieza insonora de John Cage —la música siempre acompañándonos.



Y me gusta casi todo lo que hace y escribe Andrés Trapiello. Vamos, que casi compartiría con él hasta el aliento, como le he dicho hace pocos días a mi buen amigo el periodista Eduardo Aguirre.

Y sí, los libros, los buenos libros —que también los hay malos, y son muchos, ¡son tantos, demasiados!—, los excelentes libros como Las armas y las letras. Literatura y guerra civil (1936-1939) de Andrés Trapiello son un magnífico escape para estos tiempos de banalidad del bienestar, tiempos de mediocridad plomiza y hasta de vacua trivialidad. Animaos, pues, con un excelente libro entre las manos.


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