…desde
la cuarta fila de butacas de la «sala dorada» del Musikverein
de la excelsa Viena para abrir el año nuevo de la mejor manera que puede
abrirse y trasladar a todos vosotros mis mejores deseos para este año 2022.
Y entonces,
cuando ya se va acercando el final del glamuroso concierto, llega la hora de El
Danubio azul (An der schönen blauen Donau) de Johann Strauss. Ese extraordinario
vals, «con sus claras ondas discurriendo –como bien describe la Canción III de
Garcilaso–», por parafrasear una novela que tú y yo sabemos (Pág. 177).
El vals,
este año interpretado a tempo lento, lentísimo, marcando cuidadosamente la
dinámica de la composición, bajo la dirección del maestro Daniel Barenboim.
Ese delicioso
vals que tantas veces hemos bailado, no siempre satisfactoriamente, como bien
saben nuestros lectores (https://sinfoniadepraga.blogspot.com/2018/01/baile-del-vals.html),
si acuden a la página 175 y siguientes de esa novela que bien saben.
Sí, es entonces
cuando uno se emociona hasta llorar. Es entonces cuando uno, que está habitado
por sus pensamientos, y casi ensimismado un único juguete, se emociona y llora.
Y entonces deja a un lado la literatura y se deja arrobar por la música. Deja a
un lado a Benjamin y lo que este escribió el 23 de septiembre de 1940, a solo
tres días de su infausta muerte en Portbou:
«No; tú no eres malo, te dices a ti mismo
y les dices a quienes quieran oírte en estos tiempos de tribulación, que son tiempos
de ruido y furia desatada en esta Europa convulsa, que se desangra día a día y
una y otra vez repite sus errores del pasado.
No; tú no eres malo, como tampoco lo son
los miles y miles de seres humanos que, como ratas enjauladas, estáis
intentando huir de la furia nazi desatada en Alemania y en esta Europa
humillada, que está cayendo de manera ineluctable en manos de Hitler y de sus
secuaces, antes de que la destrucción y la muerte se apodere definitivamente de
todos vosotros.
No; tú no eres malo, a pesar de que
estás desesperadamente buscando con todas tus fuerzas escapar de esta ratonera,
ansiando la libertad y la vida que ni esta Francia ya te puede garantizar.
Es verdad que durante toda tu vida has
estado dando tumbos de aquí para allá sin decidirte de manera firme a cosa
alguna y sin apenas lograr nada, eligiendo siempre la peor opción entre todas
las posibles. ¿Estarás ahora y aquí haciendo lo mismo? ¿Estás ahora y aquí
luchando
desesperadamente por la libertad y la
vida o acaso te estás dirigiendo de manera ineluctable hacia la destrucción y
la muerte?
Mientras tanto, escribes, que eso sí que
sabes bien hacerlo. Escribes sobre lo que eres, sobre lo que sientes; sobre lo
que has sido o aspirabas a ser; sobre el futuro que ansías tan pronto salgas en
unos días de esta Francia sometida.
No; tú no eres malo, como no lo son
tantos miles y miles de personas que vais camino de la muerte en esta Europa
baldía, en esta tierra ocupada si no encontráis un poco de luz al otro lado del
túnel.
¿Qué eres tú, pues? ¿Quién eres tú?».
Así escrito
está en ese manuscrito que Walter Benjamin valoraba más que su vida, como le
dijo a Lisa Fittko cuando le guiaba para pasar de manera irregular desde Francia
a España a través de los Pirineos, buscando la salvación y la vida y huyendo de
la furia desatada por los nazis: «Debe usted entender que esta cartera y lo que
contiene es lo más importante para mí. No puedo arriesgarme a extraviarla. Es
necesario que este manuscrito se salve. Es muy importante. Mucho más que yo».
El famosísimo manuscrito que pronto habrá de ver la luz y que Benjamin llevaba en la pesada cartera negra de viaje que portaba bajo el brazo y de la que no se quería desprender. Ese manuscrito y esa cartera que todo el mundo busca y nadie, hasta ahora, ha encontrado.
Y
entonces la Marcha Radeztky, este año sí, con el acompañamiento de las
palmas de un público enfervorecido y entregado, exige tu participación activa y
abandonas el ensimismamiento en el que te habías adentrado. Aunque, como bien
recuerdas, escrito está en Sinfonía de Praga (Pág. 459 y en otros varios
lugares de la obra):
«autoría.
Todos los autores mienten, escribió nuestro autor.
Si el desmentido no desmiente...».
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