29/7/18

Y a todo esto, ¿qué dice Javier Marías? (Primera mañana de vacaciones en un domingo estival de finales de julio)



Primera mañana de domingo estival, ¡y de vacaciones! No es este un mal momento para comenzar a primera hora leyendo a Enrique Vila-Matas en Impón tu suerte. En el Prefacio, a modo de prólogo, Vila-Matas nos dice que «la ficción… tiene más posibilidades de acercarse a la verdad que cualquier representación de la realidad»; y se apoya en Nabokov para afirmar que las historias basadas en hechos reales «son un insulto al arte y la verdad».



          Y con la cabeza apoyada en la mano, nos quedamos reflexionando con otra de sus afirmaciones: «La obra solo es una y dentro de ella todo está conectado», escribe Vila-Matas.




O antes de darnos por enterados de que España y Croacia tienen los líderes políticos más jóvenes de Europa, según se anuncia en grueso titular en la portada del periódico, nos recreamos con El País Semanal.

Nos acompaña Javier Cercas, para remontarse hasta Michel de Montaigne y afirmar que todos estamos obligados a decirnos la verdad. Aunque luego Cercas matiza:

«Esta norma rige incluso para los autores de ficción, salvo cuando escribimos ficción, en cuyo caso se nos autoriza a saltárnosla para escribir algo que no es exactamente una mentira, aunque se le parece bastante (en latín, mentire significa a la vez mentir e inventar: Atque ita mentitur, dice Horacio en elogio de Homero, sic veris falsa reminiscet [¡Ay, ay, ay! ¿No debiera ser remiscet, amigo Javier? Aliquando dormitat…]; o sea: “Y así miente/inventa, así mezcla lo falso con lo verdadero”».




Y luego arribamos al museo Guggenheim: «La verdad siempre tiene dos caras», para sorprendernos ante la artista portuguesa Joana Vasconcelos.

Y quién nos lo iba a decir, Cervantes y Lope frente a frente en El País Semanal. Aunque, según Santiago Roncagliolo:

«En el fondo, ambos escritores encarnan el gran conflicto esencial del arte moderno: romanticismo o mercado, expresar el mundo interior o satisfacer al público».

Para concluir su comentario, por si alguien creía que teníamos algo de originales en esa novela que tú y yo sabemos:

«Casi sin quererlo, por venganza y no por voluntad literaria, [Cervantes en la segunda parte del Quijote] acaba de romper los límites entre realidad y ficción. Como harían mucho después Woody Allen o Borges, el manco atravesaba los umbrales de la realidad, inventando la novela moderna. Fuese quien fuese Avellaneda, al final su envidia solo sirvió para convertir a Cervantes en autor universal».

Y a todo esto, ¿qué va a decir Javier Marías?



25/7/18

Verdad y ficción






«Con objeto de exponer la verdad, debemos darle carácter de ficción».

Dice Rudolf Born —que como saben los buenos lectores no es familia de Bertran de Born, que aparece retratado en los últimos versos del canto veintiocho del Inferno de Dante—, que en la vida real no se llama con ese nombre, escribe Jim (James Freeman), que se presenta con un nombre que no es su verdadero nombre, escribe Paul Auster en Invisible



Cita 7, en 3. “Memorabilia” de Compleméntum (Manifiesto).



19/7/18

El clavo en la pared: A vueltas con la pragmática de Chéjov


 


          Podría ser poco ortodoxo —y acaso nada recomendable para la unidad y coherencia interna de la obra artística— que el clavo estuviera en la pared y no llegara a aparecer el protagonista al que ahorcar (por no mencionar la pistola que hay que disparar), contraviniendo la pragmática de Antón Chéjov.


          Pero qué me diríais si tuviéramos el personaje para ahorcar y no hubiera modo de encontrar clavo en que colgarle... ¿Le dejamos vivito y coleando, pues? ¿O acaso le llevamos ante el paredón de ejecución, o le aplicamos garrote vil, o le instalamos en la silla eléctrica, o le premiamos con una inyección letal? Y en esas preguntas está el principio de la novela, el principio de la obra artística.

Así hemos escrito en la Proposición 23 de “1.11 Mena, ganga, esquirlas y virutas (Making of)”, en 1. “Taller” de Compleméntum (Manifiesto).

          Pero como quiera que el amigo don Pedro Crespo Refoyo ha puesto en duda algunas de las aseveraciones que hemos formulado y nos ha obligado a investigar sobre el asunto, algo más podemos añadir y precisar, a partir de las sabias indicaciones del profesor Alexander Bondarev, de la Universidad Lingüística de Moscú.
 

 

          Hay dos referencias documentadas en cartas del propio Chéjov que hacen mención al rifle-fusil-escopeta (que no pistola); y una tercera, de otra persona, en la que se hace mención a una pistola, pero que no es de Chéjov, sino que se refiere a lo que había escrito Chéjov.

          Antón Chéjov ha realizado diversas observaciones sobre el rifle en diferentes momentos y en varias ocasiones, siempre en el marco de debate acerca de la cuestión del argumento e integridad compositiva de la obra literatia, que es fundamental para el estética de finales del siglo XIX y principios del XX.

          He aquí el consejo que A. P. Chéjov le hace al sacerdote Serguéi Nikoláevich Schukin, profesor de la escuela parroquial de Yalta, acerca de dónde reside la fuerza en la literatura: “Prueba a quitar la primera parte de tu historia, sólo tendrás que cambiar un poco el principio de la segunda, y entonces la historia se entenderá perfectamente. Y no hace falta nada más. Todo lo que no tenga relación directa con el relato, todo eso tiene que quitarse sin miramientos. Si dices en el primer capítulo que en la pared hay colgado un rifle, en el segundo o en el tercer capítulo este tiene que dispararse inevitablemente. Si no va a dispararse, no debería estar ahí”. (Schukin, S.N.: De los recuerdos de Chéjov / A. P. Chéjov en el recuerdo de los contemporáneos. Serie de memorias literarias – M.: Ficción, 1960. – Págs. 462-463 [Щукин С. Н.: Из воспоминаний об А. П. Чехове // А. П. Чехов в воспоминаниях современников. Серия литературных мемуаров. – М.: Художественная литература, 1960. – С. 462–463]).

          La expresión “Si al principio de la obra de teatro cuelga de la pared un rifle, (al final de la obra) este tiene que dispararse” se presenta como una paráfrasis de la expresión de Chéjov formulada en la carta al escritor Aleksandr Lazarev (alias A.S. Gruzinskyi), fechada el 1 de noviembre de 1889. Amistosamente, para desmontar el vodevil de Lazarev, Chéjov comenta: “El primer monólogo de Dasha sobra completamente. Si estuviese en su lugar, si desearas hacer de Dasha no solo un papel secundario y si el monólogo prometiese mucho para el espectador, este tendría que tener alguna relación con la trama de la obra. Si no, es mejor que Dasha se calle”. (Chéjov, A.: Colección Completa de ensayos y cartas en 30 tomos // Carta en 12 tomos: Ciencia, 1976, T. 3 Pág. 273 [Чехов А.: П. Пол. Собр. сочинений и писем в 30 т. // Письма в 12 т. – М.: Наука, 1976 – Т. 3. – С. 273]). Como se puede concluir de la cita “el arma que no se dispara” en el monólogo de Dasha, que se presenta vacío, no tiene relación con el propio desarrollo del argumento [Нельзя ставить на сцене заряженное ружье, если никто не имеет в виду выстрелить из него].

          Por último, nos ha llegado la memoria de Ilya Gurland, quien conoció a Chéjov en 1889 en Yalta. Reproduce las palabras de Chéjov: “Si en el primer acto cuelgas de la pared una pistola, entonces en el último acto debe de dispararse. De lo contrario, no la cuelgues”. (Gurland, I:. «De los recuerdos de a. P. Chéjov». – El teatro y el arte, 1904, nº 28, de 11 de julio, Pág. 521 [Гурлянд И.: Я. «Из воспоминаний об А. П. Чехове». – Театр и искусство, 1904, № 28, 11 июля, стр. 521]).
 

 
          Resulta que la discusión entre literatos y críticos españoles respecto a las armas y clavos agrava el debate sobre el asunto de si el arma (el rifle) está colgada, debería usarse únicamente por consideración a la trama, para que no se piense que el autor se ha dejado sin terminar algún detalle de la obra.  En lo referente a la imagen del clavo, este no encaja en la poética de Chéjov como un argumento que salve la coherencia interna de la obra artística. Además, en sus tramas el clavo no se asocia de ninguna manera al suicidio. En el relato “En el clavo” (1883) el clavo cumple una función cómica: en el pasillo de Struchkov cuelgan alternativamente la gorra y el gorro de los amantes de su mujer.

          En la obra El tío Vania el profesor Serebryakov invita en broma al público a fijarse en este detalle: “Os pido, señores, cuelguen sus orejas en el clavo”. El suicidio no está relacionado ni con las armas de fuego ni con los clavos, tiene relación con algunas réplicas de los personajes de Chéjov. Elena Andreeva vagamente lanza al vacío: “Buen tiempo hoy, no hace calor”. Y Vojnitski maliciosamente responde “Un buen tiempo para colgarse”.

           En “Idea y poéticas del cuento”, de Francisco Rico, que aparece como epílogo a la monumental Todos los cuentos. Antología universal del relato breve (Planeta, Barcelona, 2002, 2 volúmenes), se recuerda la receta de Chéjov: "Si al comienzo de un relato se ha icho que hay un clavo en la pared, ese clavo debe servir al final para que se cuelgue el protagonista" (II, Pág. 1384).
          Aunque también se puede acudir al texto de La sala número seis de Chéjov: El clavo desnudo sobre la pared, al inicio de la peripecia de la obra, no le sirve al asesino para colgar a su víctima del cuello y desangrarla en el acto final. De hecho, ese clavo sostiene un bonito cuadro impresionista con la figura de un arenque rojo, y todos, incluidos policías, familiares y lectores, siguen creyendo al final de la obra que el hombre murió de un infarto. Todos menos el asesino y Chéjov.

          La genialidad de la herencia literaria de Chéjov llena de manera espontánea la memoria del lector con imágenes vívidas. Se adhieren en  nuestra memoria y después, por alguna ley misteriosa de asociaciones inconscientes, entran en una extraña contaminación la unas y la otra.

 
 


 

18/7/18

Una novela en la cabeza


 

«Una novela... tengo una novela en la cabeza, veo las ilimitadas posibilidades que se abren de pronto para nosotros. Podemos decir la verdad, sí, pero también contamos con la libertad de inventarnos cosas».

Dice Rudolf Born, que no se llama así —como sabe el lector—, escribe en Invisible Paul Auster

 

Cita 8, en 3. “Memorabilia” de Compleméntum (Manifiesto).

 

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