4/12/19

Los papeles de Kafka, que vienen nuevamente a nuestro encuentro




Como muy bien conocen los buenos lectores de esa novela que tú y yo sabemos, son varias las historias que se entrecruzan en la peripecia de la obra.




El diario desde 1930 a 1945 de Lieser Einstein, la encantadora hija de Albert, bien asentada en la Praga centroeuropea, que nos cuenta una historia de placeres y satisfacciones que se convierte en historia de ruido y furia durante la Guerra Mundial. Y con el diario de Lieserl se entremezclan las andanzas de Meme, la espía israelí de tez morena, media melena de pelo oscuro, falda corta y hermosas piernas largas que se entretiene con el narrador de la novela y entretiene a los lectores.

Y habrá que seguir la peripecia del relato para encontrar la conexión entre ambas mujeres, que bien seguro que existe.

Aunque esa conexión hay que buscarla en Kafka, presente en toda la novela, y muy especialmente en los papeles de Kafka y de Max Brod —como muy bien sabemos todos, no habría papeles de Kafka sin la intermediación de su albacea, Brod, que decidió no destruir los papeles de Kafka y su obra toda, incumpliendo así el mandato que su amigo le había hecho.




De este modo las peripecias del juicio que se va llevando a cabo en Tel Aviv y esa pelea por quién es el heredero de los papeles de Kaka —y los papeles de Brod, su albacea— van pautando la historia y ocupando la mente del lector de la novela.

Y sí, hubo juicio en Tel Aviv acerca de la propiedad de los papeles y manuscritos de Kafka y de Brod, tal como se va relatando en diversos momentos de Sinfonía de Praga; y a ello se alude ya desde el inicio de la obra.

Para acreditarlo el lector puede acudir a los enlaces que se le ofrecen en la novela al diario Haaretz —bueno será que se lo agradezcamos al periodista Ofer Aderet—y a diversos periódicos para poder seguir los ires y venires del proceloso juicio.

De ese modo, cuando el viernes, 12 de octubre de 2012, «el Tribunal de Familia de Tel Aviv, después de un largo proceso que ha durado más de cuatro años, ha dictado sentencia» (Pág. 515) sobre la propiedad de los papeles y manuscritos de Kafka y de Max Brod, la novela ha de concluir y darse por consumada la peripecia que se narra.

Como bien seguro que los lectores de Sinfonía de Praga querrán conocer más acerca de ese pleito judicial, pueden acudir a El último proceso de Kafka, que acaba de aparecer en nuestras librerías, el libro del norteamericano-israelí Benjamin Balint, publicado por Ariel, y al que el suplemento “El Cultural” del periódico El Mundo (https://elcultural.com/el-ultimo-proceso-de-kafka) dedica un par de páginas la semana pasada.




Así, los lectores podrán saber algo más sobre Eva, Ruth y Esther Hoffe y muy especialmente sobre la sin par Meme, que parece que tenía acceso directo a los papeles de Kafka y de Brod —depositados en una casita de la calle Spinoza 23 de Tel Aviv— y los ha puesto a disposición de los lectores en Sinfonía de Praga.

De ese modo se llega al final, que no cierre, de la novela, donde está escrito lo siguiente:

«Cuando todo se ha consumado en Tel Aviv, esta historia, pues, ha de acabar. Con la herencia Brod pasando a manos de la Biblioteca Nacional de Israel y con el Diario de Lieserl en nuestro poder, esperando salir a la luz pública, bien integrado en esta singular aventura, formando parte de esta historia o novela —nowwwela o nowebla, obra de arte, al fin— […] todo y solo para ella, como homenaje y tributo para ella, para que lo que hubiera existido permanezca por siempre, indeleble, y continúe eternamente en el tiempo, de manera que, lograda su finalidad y plenamente realizada, encuentre su final, principio y fin —intentio operis— finalmente conjuntados, que ya ha llegado».


Los buenos lectores recordarán que en “Carta al padre” (Pág. 195), la carta que la joven Lieserl Einstein escribe a Albert, emulando la carta que Kafka escribió en su día a su padre, y que constituye el capítulo 7 de Sinfonía de Praga Lieserl explica cómo comenzó a escribir su Diario —¡qué buenos maestros tenía!—:

Fue Max quien me animó a escribir mi Diario, quien me enseñó los Diarios manuscritos de Kafka –sus famosos cuadernos con tapa de hule negra, que había entregado a Milena y que luego Max consiguió recuperar (aunque aún no he logrado que me enseñe los diarios y dibujos que Kafka se quedó y que no se atrevió a entregar a Milena: ¡Max los guarda tan celosamente!).


Y en una entrada del Diario de Lieserl en 1937 podemos leer las sugerencias que le hace Otto Schödinger (Pág. 261):

Y luego añade que si quiero saber algunas de las cosas non sanctas de K debo acudir a Max, que tiene guardados bajo siete llaves los diarios que K escribió, y pedirle que me enseñe especialmente los cuadernos que K se quedó cuando entregó sus diarios a Milena Jesenská o que le pida que me enseñe algunos de los dibujos que K hacía y que tenía bien escondidos en el último cajón de su escritorio.



O en una entrada de 1944, con Max Brod a salvo en la Palestina británica (Pág. 382), Lieserl escribe:

Nueva carta de Max, escrita hace cuatro meses (parece que no es nada fácil hacer llegar una carta desde Tel Aviv a Praga en estos tiempos). Me cuenta muchas cosas sobre sus actividades, las ilusiones que tiene puestas en el futuro del pueblo judío en Israel –si es que al final de esta guerra queda algo del pueblo judío–. Me insiste una vez más en que le envíe mi Diario o que haga una copia e intente hacérsela llegar.

¿Debo enviar mi Diario a Max? Ponerlo en sus manos –o en las de Esther Hoffe, tal como parece que van las cosas entre ellos– es entregar mi alma a quien le van a dar tentaciones de editarlo y publicarlo. ¿Es eso lo que me gustaría?

¿Para quién se escribe un diario? ¿Para quién escribo? ¿Para mí? ¿Para Otto? ¿Para Max, que, aunque ausente, está siempre presente cuando cojo la pluma para proseguir este Diario? ¿Es acaso Max el lector para quien escribo mi Diario? ¿O cuando pienso en Max pienso en el editor que podría publicarlo?

¿Para qué se escribe un diario? ¿Para qué escribo? ¿Para liberarme de mis demonios? ¿Acaso a imitación de lo que hizo K o de lo que le vi hacer a Max? ¿Para reflejar una migajita de la sangrienta tragedia en que vivimos? ¿Para dar a conocer a los demás un poco de lo que somos, de lo que hemos sido, de lo que fuimos, de lo que creemos ser?



30/11/19

Pegados a la pantalla...




de la televisión (RTVE 2) a las 8:00 h.

Así vamos a estar quienes queráis acompañarme para deleitarnos con la sinfonía “Praga” de Mozart.

Y a los buenos lectores de una novela que tú y yo sabemos no habrá que explicarles por qué.

Aunque a lo mejor no está de más advertir que esa novela tuvo muchos títulos en el proceso de su creación; que no tuvo uno, ni dos, ni tres, ni cuatro… que hubo que llegar hasta el doscientos cincuenta para encontrar el título que la definiera.

Y bien es verdad que Meme –unos cuarenta años muy bien llevados, tez morena y tersa curtida por el sol, media melena de pelo oscuro, falda corta, hermosas piernas largas y un collar de perlas cayéndole por entre los pechos–, tuvo mucho que ver en el invento, como podréis comprobar si acudís a la Pág. 523 de la novela.

Y ahí podréis leer:

Entonces caí en la cuenta –una nueva epifanía que venía a nuestro encuentro–: La Sinfonía n.º 38, en re mayor, de Mozart, está catalogada como K. 504, según el catálogo de clasificación de Köchel. Y los primeros compases del primer movimiento era lo que estaba sonando en mi móvil en ese momento.

Inmediatamente me puse a investigar acerca de la sinfonía n.º 38 de Mozart. Así descubrí que a finales de 1786 Mozart fue invitado a Praga para asistir a una de las representaciones que se estaba haciendo en el Státní opera de Las bodas de Fígaro. Con ese motivo Mozart acude a Praga en los primeros días del año 1787 y aprovecha el viaje para dirigir el 19 de enero en el Stavovské divadlo la primera ejecución pública de la Sinfonía n.º 38, en re mayor, ejecución que es acogida con gran éxito y le reporta buenos beneficios económicos.

Asimismo descubrí que habitualmente la sinfonía n.º 38 ha sido conocida y denominada como Sinfonía Praga o Sinfonía de Praga, por haberse considerado que fue en Praga, en ese viaje de 1787 mencionado, cuando fue compuesta la obra –aunque parece que se debe a un error, ya que la sinfonía ha de ser datada, sin embargo, en el mes de diciembre de 1786.

Y si queréis saber más, podéis acudir a la Pág. 63 de Compleméntum donde se os explicará todo y por lo menudo (aunque también podréis leerlo en http://www.sinfoniadepraga.es/images/Complementum/Taller3.pdf):

El título de una obra es o puede ser, según los viejos principios de los formalistas rusos, el archilexema del texto, que ha de integrar el archisemema que resume y recoge el contenido del relato. Pero, por lo mismo —extrañamiento como principio generador de la literariedad—, también puede apartarse de la norma, desviándose de ella y hasta incluso enfrentarse radicalmente a ella —¿Dónde está? ¡Que salga ya! ¡Queremos ver en escena a la cantante calva que se nos ha anunciado!

La obra, al principio de su creación, fue Novela, porque esa era la mejor forma de no–definirse, entendiendo que en ella, adscrita a un género proteico y misceláneo por excelencia, cogía todo, se prestaba a todo, incluso a cualquier capricho de un ser experimentado que se las sabía casi todas y quería y deseaba nuevos goces, una vuelta de tuerca más en la serie literaria, en el canon concebido y conocido bajo el epígrafe de novela.

Más tarde se definió con más precisión y fue La parte de Lieserl, dando el protagonismo a quien lo tenía y le correspondía, e insertándose muy bien en la serie literaria: Desde las partes en que se publicaban las obras dramáticas del Siglo de Oro —siempre Lope in mente—, hasta, en otro sentido, Mourad y su princesa muerta o las partes heterogéneas y complementarias de 2666 de Bolaño y muy especialmente Á la recherche du temps perdu —ya sea por la parte de Swann o por la parte de Guermantes—. Esa vía encontraba una fácil transmisión a las lenguas más próximas: Le côté de Lieserl, The Lieserl way —¿o acaso mejor Lieserl’s way?—, Die Welt der Lieserl, La parte di Lieserl, etc.

Y luego pudo haber sido Diario de Lieserl; o Encuentro en Praga; o Dios, el Viejo, no juega a los dados; o Realidad en fábula; o Ni es cielo ni es azul; o Escila y Caribdis; o Muerte y destrucción; o El resto es silencio; o PRG, tomando la parte por el todo; pero pasó a ser Ruido y furia, con Faulkner en el horizonte, pero especialmente con Shakespeare —Macbeth, V, V— en lontananza, recordando «life is... a tale... full of sound and fury, signifying nothing». Para ser finalmente lo que había sido desde el principio, lo que tenía que ser, lo que no podía dejar de ser —bien es verdad que con la ayuda de la sin par Meme.

Y a la hora de determinar el título —con eufonía, con mnemotecnia, con propiedad y adecuación, generando ansiedad por la lectura a la vez que anticipando el contenido de la obra—, ha sido también, y por este orden cronológico...

Así es, así será, si así lo queréis y me acompañáis.


28/11/19

Va de poesía...




y de afectos compartidos. Va de encuentros en la tarde madrileña en la intimidad de una librería acogedora (Los Editores, en la calle Gurtubay: ¡pura delicia!).

Va de amigos en la creación literaria y de leoneses por el mundo, digo de leoneses en Madrid. Va de Antonio Manilla y su delicado libro de poesía Suavemente ribera, XXI Premio Internacional de Poesía Generación del 27.




Va de un encuentro con Andrés Trapiello, tan grato y evocador, para rememorar juntos a Juan Ramón Jiménez en su centenario, allá por 1981. Va de la revista Poesía —¡oh, tiempos aquellos, que ya no son estos! ¿o sí?; tiempos jóvenes e indocumentados, de esperanzas vanas—. Va de Mario Hernández y de Kevin Power y de Trece de nieve y de Gonzalo Armero. Va de un cuadro de Fernando Zóbel que yo muy bien me sé y del que nada voy a decir.



Va muy especialmente de un libro de poesía —sí, de poesía; de poesía en estos tiempos que corren, tiempos de banalidad del bienestar, tiempos de mediocridad plomiza y hasta de vacua trivialidad, como aparece escrito en la Pág. 323 de una novela que tú y yo sabemos.



Va de tiempo de poesía de un libro contenido y muy hermoso para saborear muy, muy, muy lentamente. Va del poema “Por la llanura del tiempo”, el precioso epílogo que cierra el libro Suavemente ribera de Antonio Manilla:


Yo soy de donde voy.



Fronteras y banderas

son una misma aduana:

ninguna me detiene.



En el camino,

es mío el hondo mundo:

sus fragantes jardines

sombreados

y las oscuras fuentes

de las que mana, puro,

el enemigo tiempo.



Por su extensa llanura,

día a día,

me dirijo hacia mí

con cansancio en los pasos.



Voy a un país sin límites;

la patria sin fronteras de la muerte.


27/11/19

Para dar fe...




…de lo habido, de que esta noche hemos acudido a la docta casa, de que nos hemos adentrado en la noble casa de la Lengua, de que hemos fotografiado los sillones donde se sientan los académicos y allí hemos acompañado a José María Merino y a otros muchos ilustres en la presentación pública de A través del Quijote.



Sí, hemos disfrutado con la nueva apuesta de Merino.



Partiendo de los dos volúmenes de Don Quijote de la Mancha y del Quijote de Avellaneda y siguiendo de cerca las ilustraciones clásicas del libro de Cervantes, Merino nos propone un viaje literario, un recorrido por el espacio y el tiempo que solo puede hacerse mediante la literatura.



Lectura creativa del Quijote, esa novela que hace reír al lector y que se ha convertido en un auténtico manual de escritores. Homenaje a la obra maestra de la literatura española y, al mismo tiempo, una invitación a su lectura.

En el epílogo de A través del Quijote Merino nos descubre que hubo una cuarta salida del ingenioso hidalgo y caballero y que en ella encontró al mago que enredaba sus asuntos, que era un antiguo soldado manco al que ayudaba un morisco instruido y mentiroso, y consiguió derrotarlos. Así, los molinos volvieron a ser gigantes, las ventas castillos y los rebaños ejércitos.



Y Merino nos descubre también que el ingenioso hidalgo y caballero, tras incontables hazañas, se casó con doña Dulcinea del Toboso y fundó en su descendencia un muy ilustre linaje de caballeros andantes que, hasta la fecha, han logrado salvar al mundo de embajadores follones, malandrines e hideputas que andan sueltos por ahí en estos tiempos desatados y confusos.


24/11/19

¿Me estaré quedando ciego?




Porque miro, remiro y vuelvo a mirar y no veo ningún autor que escriba en castellano entre los 100 libros que David Bowie leía y releía y de los que se hacía acompañar de manera permanente, según se cuenta en Babelia el 23 de noviembre.




https://elpais.com/cultura/2019/11/22/babelia/1574438878_171015.html


Sí; será eso, que me estaré quedando ciego y ya no leo bien. ¿O puede que sea que ya es noche cerrada en Madrid y no se ve bien? ¿O acaso que sigue siendo noche cerrada en el erial de la lengua castellana?

Y a partir de ahí me surgen algunas preguntas:

¿Quién es ese David Bowie para que a sus lecturas dedique Babelia la portada y las dos siguientes páginas completas del suplemento cultural de El País?

¿A dónde vamos, a dónde va Babelia si se dedica a esto y es esto lo que nos vende?

¿Cómo lograr que este estado de cosas sea de otro modo hacia el futuro, de manera que el David Robert Jones (David Bowie) que esté naciendo ahora en Brixton, Inglaterra, elija algún libro entre cien en nuestra lengua castellana?




¿Qué puñetas haces tú, que te presumes de escritor y de creador de obras de arte, perdiendo el tiempo de esta manera y no dedicándote a crear la obra literaria que los David Bowie del futuro ansíen leer?


23/11/19

Me lo pido, me lo pido...




…que necesito acompañamiento musical en el proyecto literario que ahora estamos llevando a cabo; y la nueva edición completa de Beethoven (Deutsche Gramophon y Decca), 118 CD, que acaba de aparecer en el mercado, es una solución perfecta.

Como los buenos lectores saben muy bien en la gestación de Sinfonía de Praga fueron las integrales de Bach y Mozart, acompañados de otros muchos —el gran Mahler y Satie y Chaikovski y Rachmaninov y Debussy y Stravinski y Schönberg y Wagner y Cage y Messiaen y Reich y Adams y Pärt y Sibelius y Ligeti y tantos otros como Dylan o Knopfler o Moustaki o Pontes o Madredeus o ABBA— quienes nos acompañaron e hicieron crecer la obra de arte.

En esta ocasión, sin abandonar a nadie, bueno será que nos dejemos acompañar durante horas y horas y horas por los 118 CD de la integral de Beethoven que acaban de sacar Deutsche Gramophon y Decca.

¿No os perece que en esta ocasión el todo Beethoven podrá venir a nuestro encuentro y hacernos más llevaderos los días y las noches?



  


Y son más las músicas y autores que se escuchan y se hacen oír en esa novela que tú y yo sabemos, que también acudió Händel a nuestro encuentro o La Monte Young y hasta el canto gregoriano del coro de monjes del monasterio de Santo Domingo de Silos quiso acompañarnos: Canciones monódicas de largos melismas que parecen volar, planear por sobre los hombres, por sobre la tierra toda, desde las alturas, como un pájaro; desde Solesmes hasta St. Gallen, desde Ripoll a Silos, neumas «in campo aperto» y composiciones a admirar como Alleluia beatus vir qui suffert, Media vita in morte sumus, Laetatus sum, Super flumina Babylonis, o tantas otras.


E incluso hay otras músicas que conforman el relato, a las que se acude, en las que se participa o que se mencionan, y que merecen también su lugar en esa novela que tú y yo sabemos: Turina, Mendelssohn, Brahms, Bizet, Smetana, Dvořák, Tárrega, Villa–Lobos, Boccherini, Bártok, Charpentier, Biber, Boëllmann, Suk, Schubert, Webern, Liszt, Bruckner, Ives, Ravel, V, Eno, Nejtek, Kofroň, Lang, Kalabis, Eben o Janáček.


De algún modo, pues, habrá que hacerse perdonar que en Sinfonía de Praga se mencione a Bach hasta trece veces o más de cuarenta acudamos a Mahler y solo haya habido seis ocasiones para mencionar a Beethoven.


         Así que se lo pediré a los Reyes Magos, a Papá Noel, a Santa Claus, al Olentzero o al buen benefactor que mejor proceda, que queremos que Ludwig van Beethoven esté con nosotros, iluminando nuestra creación literaria y la obra artística que estamos promoviendo.
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15/11/19

¿Un cisne negro?


      

Como no estamos encerrados con un solo juguete, después de acudir al colegio “Nuestra Señora Santa María”, hoy nos hemos acercado con nuestros amigos franceses —Marisol Bello tiene la culpa— al Auditorio Nacional de Música.

Allí nos ha acogido la Orquesta y Coro Juvenil Europeo de Madrid (OJEM), bajo la dirección de Adriana Tanus, con tres composiciones corales de Toivo Kuula y la música del gran Jean Sibelius: El cisne de Tuonela, Op. 22, bello canto fúnebre inspirado en el “Kalevala”, y la prodigiosa Finlandia, Op. 26. Y para concluir la velada musical, la Misa de réquiem en re menor, KV. 626, de Mozart, acaso su obra más trascendental y compuesta durante los últimos días de su vida.







Literatura y música, música y literatura; una y otra vez, una vez más.

Aunque, mientras la música, con sus claras ondas discurriendo —como bien describe la Canción III de Garcilaso y se recoge en esa novela que tú y yo sabemos (Pág. 177)—, nuestra cabeza estaba reflexionando sobre alguna frase que nos ha venido a la mente desde de Las armas y las letras. Literatura y guerra civil (1936-1939), de Andrés Trapiello: Todas las guerras se pierden, incluso las que se ganan.

Y hasta nos acercamos hasta el Hispanic Testament de Arthur Koestler: “Otras guerras consisten en una sucesión de batallas; esta es una sucesión de tragedias”.

Música y literatura, literatura y música; una y otra vez, una vez más.




11/11/19

Si una furtiva lágrima




Después de haber acudido a las urnas para apoyar con mi voto a los buenos, mientras concluían las votaciones, nos hemos acercado hasta el Teatro Real a deleitarnos con la ópera de Gaetano Donizetti L’elisir d’amore.




Mientras los hunos y los hotros se estaban comenzando ya a pelear por el escrutinio de cada mesa, de cada circunscripción electoral, nosotros estábamos arrobados escuchando:


Una furtiva lagrima
negli occhi suoi spuntò,
quelle festose giovani
invidiar sembrò.
Che più cercando io vo?
Che più cercando io vo?


M'ama, sì, m'ama, lo vedo, lo vedo!


Un solo istante i palpiti
del suo bel cor sentir!
I miei sospir confondere
per poco ai suoi sospir!
I palpiti, i palpiti sentir,
confondere i miei coi suoi sospir!

Cielo, si può morir...!
Di più non chiedo, non chiedo.
Ah! Cielo, si può, si può morir...!
Di più non chiedo, non chiedo.
Si può morir...
Si può morir d'amor!


Y si queréis acompañarnos en el gozo, podéis hacerlo (en versión de Luciano Pavarotti):





En esas estábamos, sorprendidos con la opera buffa, disfrutando de esa galería de personajes arquetipo de la commedia dell’arte, entretenidos con Nemorino y Adina y gozando de esa furtiva lágrima que a sus ojos asomó.

Y sorprendidos de que desde la megafonía se nos hubiera indicado que uno de los tenores había sido sustituido, afectado por una afección gripal, o que la soprano lírica Adriana González iba a ser sustituida por una persona que actuaría en escena y otra que cantaría sus parlamentos desde el foso. ¡A esto hemos llegado!

          Y sí, ¡me ama, me ama!; lo veo… Se puede morir, se puede morir, morir de amor…

O morir porque los ciudadanos no te dan el apoyo que buscabas. Y si no, que se lo pregunten a los hunos y a los hotros, que esta noche alguno ha muerto, y no de amor precisamente.


6/11/19

De las letras, que no de las armas




Estamos enfrascados estos días con la nueva edición, revisada y aumentada (Barcelona, Editorial Destino, 2019), de Las armas y las letras. Literatura y guerra civil (1936-1939), de Andrés Trapiello, mi paisano de las cada vez más vaciadas tierras leonesas (aún recuerdo las clases de Dibujo que me dio su tío César Trapiello cuando yo era un chaval desarrapado y ansioso de doce años, aunque solo sea porque el Dibujo fue el único suspenso que tengo en mi historial académico y don César me obligó a ir al examen de septiembre).



Aunque no es el único juguete que tengo entre manos como muy bien saben nuestros amigos, hay un Working in progress en camino y los papeles que guardaba Walter Benjamin en la vieja cartera de piel que llevaba consigo cuando se suicidó aquel día infausto de 26 de septiembre de 1940 ocupan buena parte de mis afanes—, estoy disfrutando nuevamente con el texto y la música que se desborda a raudales de esta nueva edición del libro de Trapiello, recomendable a todas luces en los tiempos que corren.

Y sí, me gusta el texto, y acaso más aún las imágenes que el libro integra y que nos hacen revivir aquellos tiempos, que no son estos, ¿o sí, aunque de otra manera? ¡Pobres de nosotros! La tercera España, cada vez más extensa y sufriente.

Y sí, me gusta Trapiello y su amor a los libros —¡quién pudiera adentrarse en su biblioteca!—; me gusta su amor al papel y a la tipografía de los libros —me recuerda a JRJ, al que tanto admiro, y muy especialmente después de haber tenido ocasión de disfrutar de materiales de primera mano que pasaron antes por las suyas: ¡mi tesina con el título de Biografía y bibliografía de Juan Ramón Jiménez, allá por el ya lejano año de 1980, tiene la culpa!



Y me gusta también su Salón de pasos perdidos, ese diario admirable en el que ya lleva publicados 22 volúmenes (Diligencias, Valencia, Editorial Pre-Textos, 2018, es el último publicado hasta ahora, si no me equivoco) ¡Pobre Karl Ove Knausgård, si algo se hubiera creído!

Y me gusta su amor a don Miguel de Cervantes y al Quijote, que nos ha puesto en el román paladino de los tiempos que corren para disfrute de los pobres mortales en este mundo desatado y confuso —tiempos de banalidad del bienestar, tiempos de mediocridad plomiza y hasta de vacua trivialidad—, que se dice en esa novela que tú y yo sabemos (Pág. 323) cuando se reflexiona  sobre el arte del silencio, si es que no sobre el silencio del arte a partir de 4’33’’, la pieza insonora de John Cage —la música siempre acompañándonos.



Y me gusta casi todo lo que hace y escribe Andrés Trapiello. Vamos, que casi compartiría con él hasta el aliento, como le he dicho hace pocos días a mi buen amigo el periodista Eduardo Aguirre.

Y sí, los libros, los buenos libros —que también los hay malos, y son muchos, ¡son tantos, demasiados!—, los excelentes libros como Las armas y las letras. Literatura y guerra civil (1936-1939) de Andrés Trapiello son un magnífico escape para estos tiempos de banalidad del bienestar, tiempos de mediocridad plomiza y hasta de vacua trivialidad. Animaos, pues, con un excelente libro entre las manos.


3/11/19

Habitado por mis pensamientos




en este largo fin de semana madrileño, otoñal y hermoso; tiempo de «colores mil e infinitas tonalidades amarillas, doradas, ocres o marrones y múltiples olores ¡intensos olores de otoño en la ribera del río!», como aparece en esa novela que tú y yo sabemos (Pág. 149); tiempo de castañas; tiempo soleado y autumnal que se adentra en nosotros, nos embriaga y nos hace sentir como una parte más de la naturaleza toda, según escribió Lieserl en su Diario en octubre de 1930, en una tarde de amor y sexo, «embriagada de amor, o de otoño sensaciones a flor de piel, dispuesta a lo que quisiera, a entregarme toda a él si esa era su voluntad, ninfa y fauno que retozan amorosamente después de la siesta».

Fin de semana disfrutando del arte en la Fundación Juan March: “Genealogías del arte, o la historia del arte como arte visual”, con el célebre diagrama de Alfred H. Barr, Jr., fundador en 1929 del Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA) para la sobrecubierta del catálogo de la exposición Cubism and Abstract Art (1936), en el que explicaba la evolución estilística del arte desde 1890 a 1935. Y a su lado, obras de artistas de vanguardia como Pablo Picasso (Femme dans un fauteuil [Mujer en un sillón], 1929), Constantin Brancusi, Kazimir Malévich, César Domela, Francis Picabia, Robert Delaunay, Vasili Kandinsky (Landscape with Two Poplars [Paisaje con dos chopos], 1912) y tantos otros.



Mientras, le damos vueltas a ese 26 de septiembre de 1940 en la frontera entre la Francia ocupada por las tropas hitlerianas y la España de un Franco victorioso. Ese día en que a Portbou llega una persona que huye de Francia. La policía de fronteras española le retiene cuando cruza por los Pirineos y no le autoriza a atravesar España, camino de la salvación, camino de Lisboa, para dirigirse a EE.UU. Esa persona en ese momento es “apátrida” (sin nacionalidad), es un sin tierra, pero es una persona alemana, es una persona judía y se llama Walter. La policía española la retiene y le informa que al día siguiente le va a entregar a la Gestapo, que la va a enviar a un campo de concentración.

Esa persona, que se apellida Benjamin, ese día, 26 de septiembre de 1940, en Portbou, se suicida y muere.

Visita a la Colección Masaveu, recientemente puesta a disposición del público, gestionada desde 2013 por la Fundación María Cristina Masaveu Peterson, que reúne uno de los fondos artísticos privados más importantes de España. Colección nacida en la década de 1930 y acrecentada a lo largo de varias generaciones, es un ejemplo único dentro del ámbito del coleccionismo privado español de la nueva burguesía industrial y financiera de los siglos XIX al XXI y fiel reflejo del gusto de sus propietarios por el arte que pone a disposición de los pobres mortales.



¿Te gustaría conocer, por fin, los papeles que guardaba Benjamin en esa vieja cartera de piel que llevaba consigo cuando se suicidó aquel día infausto de 26 de septiembre de 1940? ¿Esos papeles que la policía española de la Comisaría de Investigación y Vigilancia de la Frontera Oriental de España, cuando inventarió las pertenencias de Benjamin tras su muerte aciaga, definió como «unos papeles de contenido desconocido». ¿Te gustaría saber lo que a mano, con letra diminuta, escrito está en esos papeles que Walter Benjamin valoraba más que a su vida?

Y en este fin de semana madrileño, otoñal y ventoso nos hemos acercado también hasta la Biblioteca Nacional de España para adentrarnos en la exposición “Benito Pérez Galdós. La verdad humana”, que homenajea a Galdós cuando se va a cumplir un siglo de su muerte, acaecida en 1920, y en la que se resalta como su principal su aportación a la cultura española la invención de una imagen moderna del ser humano, que supera la forjada a base de los arquetipos mentales y dualidades predominantes desde el Renacimiento. Grata exposición, grata convivencia durante unos breves momentos con Galdós, al que tanto debemos todos los novelistas españoles.



De manera similar a lo que ya hicimos en Sinfonía de Praga, estamos trabajando sobre el pasado reciente desde el presente más rabioso, voluntad ética y estética conjuntadas nuevamente: Expresión estética de la ética humana (Nulla aesthetica sine ethica) —Responsabilidad ética para analizar críticamente el pasado y críticamente comprometerse con el presente, corresponsabilidad ética con el mundo que hemos de dejar hacia el futuro.

Y en este nuevo proyecto literario estamos intentando integrar en un todo armónico y coherente, orgánicamente bien estructurado, el relato de la peripecia narrada desde las tres posibles perspectivas de la narración: 1ª persona (yo), 2ª persona (tú) y tercera persona (él). ¡Elevados y ambiciosos proyectos en nuestras manos!

Tiempo de arte en el otoño madrileño, otoñal y ventoso; tiempo para recordar a Lieserl que rememora al bueno de Franz Kafka: «Atardecer junto al río. Un bote en el agua. El sol poniéndose entre nubes». Y mientras Lieserl evoca a Franz, nos hace recordar «las tardes con Otto en las riberas del Moldava, el otoño rodeándolo todo, rodeándonos y adentrándose en nosotros también, como si fuéramos una pareja de tórtolas enamoradas; y, sí, es verdad, los barcos en el río y el sol poniéndose entre las nubes, tras el Castillo» (Pag. 147).

Como ya hemos hecho en Sinfonía de Praga, en el nuevo proyecto artístico esperamos ofrecer al lector un relato bien estructurado où tout se tient, una peripecia motivadora hechos sorprendentes que conectan el pasado de los años 30 y 40 del siglo XX, la España de la Guerra Civil y la Europa de la Segunda Guerra Mundial, con el más rabioso presente de la España de hoy, una voluntad de estilo que cautive y una anagnórisis final que sorprenda y arrobe.

Y que no, que no estamos encerrados con un solo juguete, aunque así lo parezca, tal como ya hemos reiteradamente escrito, que estamos con nuestro proyecto (working in progress), trabajando el pasado desde el presente para el futuro, pero estamos también hambrientos de realidad, o de ficción, que viene a ser lo mismo rememorando a David Shields— y hemos acudido a aplastarnos en la butaca del cine con Sorry We Missed You, otra más de Ken Loach, del Loach de siempre, golpeándonos el corazón y la mente. Y también nos hemos dejado impresionar por Parásitos, palma de oro del último festival de Cannes, del cineasta surcoreano Bong Joon-ho.



Y aunque es justo y necesario que el creador de una obra literaria ofrezca esos cuatro elementos —relato bien estructurado, peripecia motivadora, voluntad de estilo y anagnórisis final sorprendente—, ha de ofrecer mucho más: Ha de ofrecer una cosmovisión poderosa que cree un nuevo mundo y que cree un nuevo lector y permita a este ser más, ser otro y distinto al que era en el momento en que inició la lectura de la obra.

Y hasta nos hemos hecho acompañar de Les feuilles mortes (letra de Jacques Prévert, música de Joseph Kosma, 1945, en versión de Ives Montand [https://www.bing.com/videos/search?q=les+feuilles+mortes+yves+montand&&view=detail&mid=5E8432F528CD1A13108F5E8432F528CD1A13108F&&FORM=VDRVRV] —aunque en otros momentos nos ha acompañado la versión en inglés: Autumn Leaves, con interpretaciones de Eric Clapton, Eva Cassidy, Nat King Cole, Frank Sinatra y tantos otros.

Eso es lo que queremos hacer; ahí estamos, habitados por nuestros pensamientos —y nuestros recuerdos y sensaciones y proyectos—; ahí queremos estar, si tenemos ocasión y tiempo en este largo fin de semana madrileño, otoñal y hermoso, tiempo de colores mil e infinitas tonalidades, tiempo de múltiples olores, tiempo soleado y autumnal que se adentra en nosotros, nos embriaga y nos hace sentir como una parte más de la naturaleza toda.


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