«Yo sé que te he querido mucho,
pero no
recuerdo quién eres».
Como dijimos ayer en la tertulia literaria del Café Gijón, rodeados
de tantos amigos y amigas que nos acompañaron, ese es el núcleo fundacional de Sinfonía de Praga, su germen originario —tal como recoge Justo Sotelo en la crónica que ha
publicado—.
Los buenos lectores identificarán inmediatamente esos dos versos
de José Hierro que cierran el poema “Lear King en los claustros” (Cuaderno de Nueva York: 1998).
Y como muy bien saben los buenos
lectores, esos versos son reproducción literal de lo que el propio poeta José
Hierro oyó de labios de un provecto y ya envejecido Dámaso Alonso un día que el
joven poeta había acudido a visitarle a su casa en la zona alta de Chamartín.
Cuando ambos poetas estaban de
charla en el salón de la casa, entró en el recinto Eulalia Galvarriato, la
sufrida y valerosa esposa de Dámaso Alonso, portando una bandeja con café y
pastas. Dámaso Alonso, levantando levemente los ojos entornados, miró arrobado
y sorprendido a su mujer y desde su desmemoria de Alzheimer le dijo esa
terrible y amorosa frase: «Yo sé que te
he querido mucho, pero no recuerdo quién eres».
Este es la perspectiva desde la que concebimos Sinfonía de Praga, la novela postmoderna
que hemos creado, que es y ha de ser también mistificación, escritura desatada
e imitación compuesta. La novela, nowwwela o nowebla que hemos
buscado es y ha de ser finalmente una mesa de trucos, tapiz de diversos y bien
entrelazados hilos y composición coral, al fin, si bien se lee.
Por ello la obra de arte que hemos presentado bajo el marbete de
«novela» se adscribe a un género proteico y misceláneo por excelencia: En ella
cabe todo, se presta a todo, incluso a cualquier capricho de un ser
experimentado que se las sabe casi todas y quiere y desea nuevos goces, una
vuelta de tuerca más en la serie literaria, en el canon concebido y conocido
bajo el rótulo de novela.
En nuestra opinión, el novelista ha de ofrecer al lector un
relato bien estructurado —“où tout se tient”—, una peripecia motivadora —hechos sorprendentes que conectan
el pasado de los años 30 y 40 del siglo XX, la Europa Central de la Segunda
Guerra Mundial, con el más rabioso presente—, una voluntad de estilo que cautive y una anagnórisis final que
sorprenda y arrobe.
Pero aunque es justo y necesario que el creador de una obra de
arte ofrezca eso, ha de ofrecer mucho más: Ha de ofrecer una cosmovisión
poderosa que cree un nuevo mundo y que cree un nuevo lector y permita a este ser
más, ser otro y distinto al que era en el momento en que inició la lectura de
la obra.
Obra dulce y útil, pues; obra para los lectores, múltiples y
variados, para el lector presente y para el lector futuro, para todos ellos.
Es Sinfonía de Praga, en fin, una obra eminentemente literaria, que
busca y ansía a un lector activo y curioso que puede complementar la lectura de
la obra con el acceso a una página web propia (http://www.sinfoniadepraga.es/) y al blog asociado a la misma (http://sinfoniadepraga.blogspot.com/).
(Fotografías
de Daniel Ribao, Justo Sotelo y Almudena Mestre)
No hay comentarios:
Publicar un comentario