30/7/23

La luz del mundo...

 


…escribe Rosa Montero hoy en El País Semanal.

Y cuenta acerca de Varian Fry en la Marsella de 1940; o de Walter Benjamin y de Lisa Fittko cruzando los Pirineos para buscar la salvación y la vida.

¡Ay, cuánto de todo ello va a salir a la luz en Papeles de Benjamin!

 

 

https://elpais.com/eps/2023-07-30/la-luz-del-mundo.html

 

30/6/23

Benjamin, siempre Benjamin...

 

Esta tarde nos vamos a acercar a San Feliz de Torío (Espacio San Feliz) a la presentación de Ibiza: La isla perdida de Walter Benjamin, de Cecilia Orueta. Será un placer: Benjamin, siempre Benjamin en nuestros pensamientos; las palabras de Benjamin y las imágenes ibicencas de Cecilia. ¿Qué más se puede pedir?

 


 

Cuando en julio de 1940, con buena parte de Europa ya ocupada por las fuerzas alemanas y la Gestapo haciendo de las suyas, Benjamin, refugiado y escondido en Lourdes, está buscando como mejor puede la forma de salir de Francia a toda prisa, salvar la vida y encaminarse a Estados Unidos.

Mientras tanto, Benjamin escribe y escribe; escribe sobre sus dos estancias en la isla de Ibiza en 1932 y en 1933 y sobre la vida que le ha tocado vivir, así como sobre la obra que ha ido produciendo a lo largo de los años.

Tal como queda recogido en Papeles de Benjamin, un par de olorosos limones que le regala «una joven bien agraciada, agitanada y morena» le llevan a Benjamin a rememorar su grata estancia en Ibiza, dieciocho años antes, y a escribir lo siguiente:

 

Seres humanos firmes, vigorosos, recios, curtidos por el sol, enhiestos a pesar de la adversidad y de las inclemencias del tiempo o de los embates de la naturaleza; con sus ojos dirigidos a lo lejos, hacia arriba, hacia lo alto, hacia el cielo; con acendrada mentalidad religiosa escrutando la naturaleza –mirando hacia el horizonte para adivinar si va a llover o si ya escampa, si va a helar esta noche o si va a hacer sol mañana–; y asentados firmemente en una tierra inmisericorde, desangrada y aleve.

Casas encaladas y laderas cubiertas de olivos, almendros e higueras; y la flor del limonero ibicenco. ¡Ay, la flor del limonero de Ibiza! ¡Ay, la flor del limonero de la isla de Capri! La flor del limonero, ¡qué chica y cómo huele!

Paz interior en ese paisaje rural y en la belleza y serenidad de la gente de Ibiza.

El día comienza a las seis de la mañana con un baño en el mar. No se divisa en todo el horizonte ni una sola persona en la orilla. Después de retozar un rato en el mar y dejarte acariciar por las suaves olas, desde tu solitario esplendor en la playa, desnudo, te apoyas en un tronco de árbol para tomar un baño del sol naciente, cuyos rayos se reflejan en el mar. Luego, calzado con unas simples alpargatas con suela de esparto y con el pantalón puesto, te dedicas un buen rato a vagar, con la camisa al hombro, a lo largo de la costa y por el interior de la isla, siempre sorprendente.

En las sureñas noches de luna llena en Ibiza sentías vivas dentro de ti las fuerzas miméticas de la naturaleza; una fisonomía de constelaciones celestes iluminaba tus pensamientos y fortalecía tu cuerpo todo; te sentías el rey del universo, el centro de la creación, bien ubicado en el centro de la elipse, o del elipsoide.

 

Esas estancias ibicencas se rememoran varias veces más a lo largo de Papeles de Benjamin, la obra que Benjamin escribe y escribe y no para de escribir, cuando ya iba camino de encontrase con la muerte, que le estaba esperando, un par de meses después, el infausto 26 de septiembre de 1940 en Portbou.

Y a la vez que recuerda la estancia en Ibiza, Benjamin rememora –la memoria como palimpsesto– su estancia en Capri y su Grand Tour (¡ay, la joven letona Asja Lācis!; entregados ambos al amor y embriagados de luz cegadora, de aire límpido, de sol refulgente, de la sal y del azul intenso del mar Mediterráneo en la isla de Capri) y los versos de Goethe:

 

¿Conoces el país donde florece el limonero

y las áureas naranjas refulgen entre el oscuro follaje?

 


28/5/23

Del Puente Blanco de Villahibiera

 

 

        Ayer, en la Feria del libro de Madrid, Julio Llamazares me confirmó esa historia del Puente Blanco de Villahibiera, que ha llevado a Vagalume, y me relató su contacto con Villahibiera en el pasado:

 

https://www.lanuevacronica.com/el-puente-sin-rio-que-inspiro-a-julio-llamazares





11/5/23

Walter Benjamin y la Retirada

 

        Son muchos los fragmentos de Papeles de Benjamin que sorprenderán a los lectores cuando puedan acceder a ellos.

        El lunes, 23 de septiembre de 1940, poco antes de acercarse a la estación Saint-Charles de Marsella para tomar el tren de la salvación que le había de llevar hacia España, cruzando los Pirineos a pie por la ruta Líster –la misma que, en sentido inverso, en la Retirada, habían hecho unos meses antes miles y miles de españoles derrotados, Antonio Machado entre ellos (al que Benjamin menciona hasta veinte veces en su manuscrito)–, Walter Benjamin escribe así:

        «Rememoras entonces la Retirada de febrero del año pasado, de hace solo unos pocos meses. Y no te es difícil imaginar los restos de un ejército, que, aunque derrotado y en desbandada, huye orgulloso y pretendiendo mantener la marcialidad, la compostura y el orden militar, ascendiendo por las trochas y senderos de los Pirineos hacia Francia a la vez que intenta evitar los bombardeos a los que, impertérrita y triunfante, le somete la victoriosa aviación de Franco, con la que colaboran y cooperan estrechamente los aviones de Mussolini y de Hitler. Y entreverados entre los restos del ejército, que camina de manera lenta y a veces se ve obligado a detenerse, miles y miles de personas, parece que hasta 475.000 refugiados se encaminan al exilio, españoles viejos y niños, madres desesperadas, que arrastran y llevan consigo lo poco que han podido salvar de la rapiña de la guerra y, con rostro sombrío, triste y macilento, buscan lo que no tienen seguridad de encontrar, preservar la vida al otro lado de esos picachos, de esas cumbres que parecen no tener fin –Mamá, ¿pero dónde está la frontera?, pregunta la niña del abrigo de paño rojo. ¿Cuándo vamos a llegar a Francia, mamá? ¿Y si la frontera está cerrada, mamá? ¿Qué es un «refugiado», mamá? ¿Qué es el «exilio», mamá? Y la madre llora por dentro, que hacia fuera ya no puede llorar–. Mientras, el fuego de mortero o las bombas y ametrallamientos de los aviones franquistas diezman aún más a esa enorme cola negruzca que, aterida por un frío invernal, avanza aterrorizada entre la nieve sucia de los Pirineos, huyendo de un presente aciago hacia un destino ignoto y puede que en absoluto satisfactorio.

        La Retirada, triste nombre para nombrar una realidad que se ha dado tantas veces a lo largo de la historia y que, mientras los seres humanos sean lo que son, se seguirá reiterando una y otra vez, y una vez más, en tantos lugares del mundo y en tantos momentos del presente y del futuro».

 




5/5/23

que no solo de pan...

 

 Durante un par de días, he abandonado el taller de Papeles de Benjamin y he acudido a deleitarme al Teatro Real. Primero, he ido a disfrutar con la ópera Nixon en China. ¡Excelente esa ópera moderna, que es una de las músicas a las que se homenajea en la novela que tú y yo sabemos (Pág. 368)!

 


 

Aunque los busqué, no hallé los dos momentos cuyas citas están integradas en “Un mundo [libro] de citas”, en «Memorabilia» de Compleméntum (Manifiesto) de Sinfonía de Praga:

 

        «Las ratas empiezan a mordisquear

        las sábanas. Hay murmullos ahí abajo».

Dice Richard Nixon en la ópera Nixon en China (Música de John C. Adams y letra de Alice Goodman).

 

        «Cuando aparezco la gente depende

        de mis palabras [...]

        [...] Dejadme ser

        un grano de arena a ojos del cielo

        y probaré la dicha eterna».

Dice Jiang Qing, la cuarta esposa de Mao Zedong –sí, esa, la de la Revolución Cultural, la que tantísimos millones con horror recuerdan y otros cuantísimos millones ya nunca podrán recordar– en la ópera Nixon en China.

 

Aunque no está mal para hacernos reflexionar la pregunta que se hace el primer ministro chino Chou En-Lai en la ópera: «¿Cuánto de lo que hicimos fue bueno?» (How much of what we did was good?).

 


 

Y he acudido también al Teatro Real a sentirme arrobado ante Tristán e Isolda, que también se homenajea en Sinfonía de Praga (Pág. 274). Éxtasis ante la versión semiescenificada, dirigida musicalmente por Semyon Bychkov, uno de los directores musicales wagnerianos más cotizados de nuestros días.

 


 

La orquesta, en medio del escenario, permitía oír con los ojos lo que habitualmente apenas solo se puede percibir con la orquesta emplazada en el foso y con la escenificación operística como dueña del escenario.

«El eterno femenino nos impulsa» [Das Ewig-Weibliche zieht uns hinan], es la propuesta fáustica goethiana que está muy presente en Tristán e Isolda y en todo Wagner, y que Mahler llevó al éxtasis en el finale de su Octava Sinfonía, sinfonía que ya nos está esperando el próximo 2 de julio en el Auditorio Nacional.

No en vano, canta Brunilda en el dúo amoroso final de El ocaso de los dioses (Acto III, Escena III):

 

        «Ewig war ich, ewig bin ich,

        ewig in süß sehnender Wonne, doch ewig zu deinem Heil!»

        [Eterna fui, eterna soy,

        eterna en ese placer dulce y ansioso, pero siempre para tu bien].

 

Como ya alguna vez hemos escrito: ¡Quién hubiera podido estar aquella tarde de septiembre de 1857 en un rinconcito discreto del salón en que Wagner leyó el libreto de Tristán e Isolda delante de tres mujeres, su esposa, Minna, su amada musa y acaso otras muchas cosas, Mathilde Wesendonck, y su futura amante y posterior esposa, Cosima von Bülow! ¡Ay, las mujeres y los hombres, qué cosas tan maravillosas suceden entre ellos!

Y si hemos de resaltar una sola palabra en el libreto de Tristán e Isolda, esa es, sin duda, “Ewig!” (¡Eternamente!), que aparece con frecuencia en la obra (ewig ihr nur zu leben ohne End… ewig einig vivir eternamente solo para ella, sin fin…eternamente unidos), y que, como muy bien saben los buenos lectores, se reitera en esa novela que tú y yo sabemos, y se adentra también en Papeles de Benjamin.

 


 

Que no solo de pan –digo, de literatura– vive el hombre. Aunque, ¿de qué se alimenta el escritor?, ¿qué es lo que le hace ser el que es? Y para ello podemos ir hasta Ion, el diálogo que Platón escribió, hacia el año 401 a. C., siendo todavía muy joven, y donde Ion, el rapsoda, el artista que va de pueblo en pueblo recitando poemas épicos a quien quiera oírle, habrá de responder a Sócrates acerca de si la poesía ha de ser considerada como arte –resultado del aprendizaje y del esfuerzo– o como mera inspiración de los dioses, que estos solo propician a los elegidos.

Por un rato, hemos abandonado el taller de PdB, donde intentamos que la novela sea cada día más y mejor hasta el momento en que llegue a los lectores. Después de John C. Adams, Richard Wagner ha venido a acompañarnos y a hacernos la vida más gozosa con su Muerte de amor (Liebestod): «Deseo sexual y muerte, por fin conjuntados, con Schopenhauer al fondo, en la escena final de la ópera, unión última y definitiva del caballero Tristán y la princesa Isolda a través de la muerte» (como escrito está en la Pág. 274 de esa novela que tú y yo sabemos).

 

13/4/23

¡…el mundo está bien hecho!

 

En este mundo desatado y confuso –tiempos de banalidad del bienestar, tiempos de mediocridad plomiza y hasta de vacua trivialidad–, como se indicaba en Sinfonía de Praga y se reitera en Papeles de Benjamin, qué difícil se hace mantener el tipo como hace Sergi Bellver, tal como ha mostrado en su nuevo libro Blanco móvil, que hoy ha presentado en Madrid.

En estos tiempos de ruido y furia, si Sergi Bellver consigue vivir como vive –y doy fe de ello–, si está logrando ser el nómada que lo apostó todo por el sueño de escribir… ¡el mundo está bien hecho!

  















5/3/23

Hoy, 5 de marzo de 2023...

 

 

        ...después de más de cinco años entregado al mismo juguete –mañanas y tardes, días y noches y hasta fiestas de guardar–, por fin está acabada y conclusa Papeles de Benjamin.

        Aunque, la verdad sea dicha, uno siempre está escribiendo el mismo libro, y, mientras este no llegue a manos de los lectores, siempre estará intentando que sea más y mejor la obra literaria a la que uno se entrega en cuerpo y alma.



        A partir de este momento, ya solo queda que la editorial haga la parte que le toca, que es mucha –un libro logra ser lo que es en función de lo que el editor hace de él, ha reiterado en diversas ocasiones Andrés Trapiello; y él sí que sabe mucho de esto–.

        Y no olvidamos lo que quedó explicitado en Sinfonía de Praga, y que, con palabras casi idénticas, aparece recogido en Papeles de Benjamin:

«Toda historia tiene un principio y tiene, muy especialmente un fin. Un principio en el que arranca y se origina, unos principios en los que se funda y fundamenta. Un final que la cierra, aunque muy provisionalmente, hasta que la abre el lector –que es quien realmente cierra el ciclo–, y una finalidad, aunque no tanto desde el punto de vista de la moral o del compromiso, de la ética o de la responsabilidad personal –que también–, cuanto como obra artística, como obra de arte total y única, que a eso es a lo que aspira esta historia o novela.

Y entre principio y fin –entre principio y final, entre principios y finalidad– está lo que el autor, dios todopoderoso y eterno a través de su creación, ha considerado que ha de estar –acto de reflexión–, ha querido que esté –acto de voluntad–, ha decidido que tiene que estar –acto de resolución–».

       



       Las 73.565 palabras que componen PdB acogen, junto al manuscrito de Benjamin, 310 notas y unos cuantos comentarios, que complementan la novela de los papeles de Benjamin, así como una cuarentena de imágenes, que hacen más vívido el relato y lo autentifican a los ojos del lector.

        Y en la novela está integrada también el Ars Poetica por el que ha sido creada. De esta manera la obra, ya suficiente, aparece complementada con aquellos elementos que, siendo ella y de ella, ayudan a explicarla, a mejor o de otro modo entenderla.

        A partir de ahí, me comprenderéis fácilmente si os digo, con palabras extraídas del manuscrito de Benjamin:

«Acaso, de ese modo, se podría lograr una obra de arte total y única, que quedaría así convertida en obra de culto, y su creador estaría por ello finalmente autorizado a desaparecer, escritas ya todas las palabras –¡realización completa!–»[i].

 



[i] Los buenos lectores identificarán en estas palabras de Benjamin ideas que bien saben y conocen, que podrán asociar, sin mucho esfuerzo, con Sinfonía de Praga (www.sinfoniadepraga.es).

 

 

4/3/23

¡Estoy en el paradigma!

  

Hace unos meses, después de la pandemia del COVID, recorrí varios grandes almacenes de Madrid y tiendas especializadas de discos. Buscaba con ansiedad los dos últimos discos de Björk: Utopia (2017) y Fossora (2022).

A pesar del largo recorrido que hice, no era posible encontrar ninguno de esos discos. Ante mi extrañeza, un dependiente de la FNAC me miró muy seriamente y me dijo: «Está usted fuera del paradigma». Y luego pronunció no sé qué nombres de raperos y cantantes, que eran los que ahora se llevaban y vendían, nombres que yo desconocía casi por completo.

Un poco compungido e inquieto por estar fuera del paradigma, vine a casa. Así me vio María, mi hija, que, generosa que es ella, en menos de veinticuatro horas me consiguió ambos discos de Björk a través de Amazon.

Hoy, leyendo El País, como hago cada día –ventajas de ser socio fundador honorífico del periódico desde aquellos lejanos tiempos de 1976, cuando era un recién llegado a Madrid con la firme voluntad de ser escritor–, la revista Icon me ha devuelto a la vida: ¡Estoy en el paradigma! (Véase la imagen adjunta para dar cuenta de ello: https://elpais.com/icon/2023-03-01/bjork-en-portada-del-nuevo-numero-de-icon.html).


Y para dar fe de lo habido, aquí están los dos CDs mencionados, que a veces me acompañan mientras sigo en el taller de PdB, y Björk anuncia que el 4 de septiembre próximo actuará en Madrid y me susurra al oído: «Tienes que escoger las batallas que luchas».



 

3/3/23

El legado de los Papeles de Benjamin

 

       Hemos logrado saber unos cuantos datos, tal como se acredita en Papeles de Benjamin,  de la famosa cartera negra y el valiosísimo manuscrito que Walter Benjamin llevaba en ella y que consideraba más importante que su vida.

          Sin embargo, del famoso manuscrito autógrafo que Benjamin llevaba consigo en la pesada cartera negra de cuero, muy gastada por el uso, que tanto se ha buscado desde su muerte, nunca hasta Papeles de Benjamin se había había sabido nada.

          Al inicio del manuscrito autógrafo que nos ha legado, tal como se recoge en Papeles de Benjamin, Walter escribe el 15 de julio de 1940, el día en que cumple 48 años y se encontraba refugiado en Lourdes, después de haber huido de París a la llegada de las tropas alemanas:

 

«¿Quién eres tú, Walter? ¿Qué eres tú, Benjamin? ¿A cuántos seres acoges en una sola persona, Walter Benjamin?».

   

        Y en la página siguiente de su manuscrito, ese mismo día, Benjamin escribe lo siguiente:

   

«Lo que a ti ahora te corresponde, en este tiempo de muerte y destrucción, en este tiempo de ruinas, es escribir tu legado, narrar la novela que cada uno lleva consigo, contar tu vida entendida como una novela en marcha y dar a conocer al mundo la obra de arte propia, personal y no transferible ni delegable, tus Papeles».

 


          Aunque el lector habrá de esperar hasta el final de los Papeles de Benjamin para poder leer lo que el propio Benjamin escribirá el lunes, 23 de septiembre de 1940 poco antes de acercarse a la estación Saint-Charles de Marsella para tomar el tren de la salvación que le había de llevar hacia España, apenas un par de días antes de acudir a su cita con la muerte, que le estaba esperando en Portbou–. En ese momento Benjamin se interpela a sí mismo y se pregunta acerca de quién o qué es:

 

«¿No crees que a estas alturas de la vida ya debieras ser capaz de dar respuesta a esas preguntas? Tú, el filósofo, el pensador, el teórico del arte y de la modernidad, el incomprendido, que, sin embargo, eres capaz de abrir caminos iluminadores para comprender al ser humano moderno. Tú, a quien la picha le huele a pólvora, el que caminas –o cabalgas, más bien, aunque sea a trompicones–, de fracaso en fracaso, camino del éxito que tiene que llegar. Tú, el marxista de precisas sutilezas, aunque poliédrico y sin dogmas, que aspiras a convertirte en faro intelectual a pesar de ti mismo. Tú, el pichabrava, que te precias de interpretar el mundo y la modernidad toda y pretendes interrelacionar sabiamente el pasado y el presente en una entidad una y única, ¿y ni siquiera eres capaz de presentarte de manera adecuada a ti mismo?».




 

22/1/23

Un par de aclaraciones al caso...

  

          ...a las dos fotografías que hemos publicado hace un par de días, y que hoy reiteramos algunos me habéis pedido algún comentario al respecto.

          Inmediatamente después de la muerte de Benjamin, aquel infausto jueves, 26 de septiembre de 1940, en Portbou, acuden a la habitación n.º 4 de la fonda Francia, donde estaba el cuerpo del finado –que se encontraba tendido sobre la cama y ya vestido–, el juez municipal de Portbou, Fernando Pastor Nieto, y el secretario del Juzgado, estando presentes el dueño de la fonda, Juan Suñer Jonana, y el carpintero Enrique Espadalé Bandés, que había acudido a tomar la medida del cadáver para la construcción del ataúd.

          En la diligencia que levanta el secretario del Juzgado municipal, a las veintidós horas treinta y cinco minutos del 26 de septiembre de 1940, que figura recogida en la página numerada como 7.720.265 del Libro de registro del Juzgado, al inventariar las posesiones del fallecido, hace mención expresa a la «cartera grande de viaje que estaba encima de una mesa en dicha habitación». Y en la relación menciona también «un reloj de bolsillo usado al parecer de oro, con dos tapas en su parte posterior y sin ella en la de la esfera […], un billete de quinientos francos que ostenta los números 568441756 = R. 274 y 756, un billete de cincuenta dólares, que ostenta el número B.00688658.A, y otro billete de veinte dólares, que ostenta el número B.06711168.A; un pasaporte n.º 224 librado en Marsella por el american foreign service; […], un certificado, duplicado, expedido por institute of social research, de New York; seis fotografías, carnet, del difunto, un certificado expedido en París en 17 de mayo del año actual; una radiografía y certificado de la misma; una pipa para fumar con boquilla, al parecer, de ámbar con su estuche, usados; unos lentes con montura de níquel y su estuche, usados; y algunas cartas y periódicos».

          Pues bien, una de esas seis fotografías, tipo carnet, de perfil, sorprendentemente –pues no eran esos los usos habituales–, aparece grapada en la inscripción n.º 25 del Libro de defunciones del Registro civil del Ayuntamiento de Portbou (Tomo 26, correspondiente a 1940), referida a Walter Benjamin. La imagen de la inscripción mencionada aparecerá publicada en Papeles de Benjamin, junto con una cuarentena más, imágenes que hacen más vívido el relato de Benjamin y lo autentifican a los ojos del lector.

 

 

          La otra imagen es el cenotafio –monumento funerario en el cual no está el cadáver del personaje a quien se dedica (según el Diccionario de la lengua española de la RAE)– erigido en memoria y homenaje a Walter Benjamin en el cementerio de Portbou.

          Como hoy día bien se sabe, y se precisa en Papeles de Benjamin, ese cenotafio fue erigido muchos años después de la muerte de Benjamin, cuyos huesos acabaron en el osario común del cementerio, desaparecidos así ya para siempre.

          Tras la muerte de Benjamin, el cura párroco de Portbou, Andrés Freixas, cobró cinco días después 93 pesetas –detraídas del dinero que Benjamin llevaba consigo cuando falleció, una vez convertidos los francos y los dólares en pesetas– por el alquiler durante cinco años de un nicho en el cementerio católico, derechos parroquiales, monaguillos y una misa en sufragio por el eterno descanso del alma del difunto Benjamin Walter (q.e.p.d.).

          Y se sabe más: También es bien conocido que Benjamin fue enterrado en un nicho sin nombre, en el primero de los nichos nuevos, construidos recientemente “por los rojos”, mirando al mar Mediterráneo, numerado como nicho 563 del cementerio católico de Portbou –por qué Benjamin fue enterrado en el cementerio católico, y no en el cementerio civil, es otra historia y todos sabéis dónde habrá que encontrar la información oportuna–.

          Cuando, cuatro meses después de la muerte de Benjamin, Hannah Arendt logró salir de Francia y pasar por Portbou, camino de Lisboa para ir a Estados Unidos, se acercó al cementerio para ver la tumba de su amigo y no la encontró, un muerto sin nombre más en el cementerio: «Buscamos su tumba en vano. No se podía encontrar, en ninguna parte ponía su nombre. El cementerio da a una pequeña bahía, directamente al Mediterráneo, está esculpido en piedra en forma de terrazas; en sus muros de piedra se mete los ataúdes. Es con diferencia uno de los lugares más fantásticos y hermosos que he visto en mi vida» (Carta de Hannah Arendt a Gerhard Scholem, de 17 de octubre de 1941, cuando ya se encontraba a salvo en Nueva York. La carta concluye con una frase lapidaria, que ha quedado para la historia: «Los judíos mueren en Europa y se los entierra como a perros»).

          En el cenotafio erigido en memoria y homenaje a Walter Benjamin figura una conocidísima frase, en alemán y en catalán: «No hay ningún documento de cultura que no sea al tiempo documento de barbarie», que Benjamin escribió en el ensayo dedicado a Eduard Fuchs («Eduard Fuchs, coleccionista e historiador», publicado en octubre de 1937 en la revista Zeitschrift für Sozialforschung –la revista del Instituto de Investigación Social de Horkheimer y Adorno–. La misma frase la reitera Benjamin en 1940, poco antes de su muerte, en la tesis VII de Sobre el concepto de historia y ha sido reproducida una y otra vez desde entonces, convertida en una de sus frases más emblemáticas.





20/1/23

Walter Benjamin en Portbou

 

          Walter Benjamin, amante de las palabras y del lenguaje, de los libros, los textos y los manuscritos –¡y de las mujeres!; y de ello hay mucho que contar, y se contará en Papeles de Benjamin–, consideraba que el más misterioso regalo del lenguaje era la metáfora en tanto que en su traslación permitía hacer sensible lo invisible.

         


           Persona contradictoria en su vida y en su obra, en sus numerosos y variados escritos Benjamin a veces afirmaba o negaba lo uno y lo otro, lo distinto y su contrario.

          Y no se ha de ignorar lo que bien se sabe: Cuando Benjamin tuvo que escapar a toda prisa de París, en el verano de 1940, huyendo de la Wehrmacht y de la Gestapo, y buscaba como tantos judíos apátridas alemanes salir de Francia lo antes posible, todos se sorprendían de que en aquellos días tan infaustos y difíciles llevara siempre consigo una pesada cartera negra de cuero, muy gastada por el uso, de las que usaban los hombres de negocios. Entonces le decía a quien quisiera oírle, en aquel aciago verano de 1940:

«Debe usted entender que esta cartera y lo que contiene es lo más importante para mí. No puedo arriesgarme a extraviarla. Es necesario que este manuscrito se salve. Es muy importante. Mucho más que mi vida».

          Y bien se sabe también que el jueves, 26 de septiembre de 1940, después de haber salido de Francia de manera irregular y de haber cruzado los Pirineos a pie hacia España por la ruta Líster, la que, en sentido inverso, en la Retirada, habían hecho unos meses antes miles y miles de españoles derrotados –Antonio Machado entre ellos–, Benjamin vino a encontrarse con la muerte, que le estaba esperando en Portbou, suicidándose a fin de impedir que la policía española le devolviera a Francia y le entregara a la Gestapo.



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