En
El País Semanal de hoy Rosa Montero,
a partir de El Nobel y la corista de Nativel Preciado, reflexiona con
ojos de hoy sobre las relaciones que tuvieron Mileva Marić y Albert Einstein,
que no dejan en muy buen lugar al ser humano que fue Albert Einstein, al que se casó con
Mileva y que tras dolorosísimos avatares y comportamientos despreciables terminó
divorciándose de ella:
https://elpais.com/elpais/2019/05/27/eps/1558955111_252877.html
https://elpais.com/elpais/2019/05/27/eps/1558955111_252877.html
A
raíz de esas cuantas verdades, aderezadas con unas cuantas inexactitudes y alguna
leyenda urbana, varios de mis amigos han entrado al trapo como lo ha hecho Felina
Torrado, Diego Fandos, Charuca González Blanco, Esther Escorihuela, Carlos
Enrique Cabrera, Ricardo Gutiérrez Ballarín, Eduardo Aguirre y tutti quanti.
Pero
sería bueno que todos fuéramos conscientes de que la realidad es poliédrica, multiforme,
proteica y que da varias caras, según nos cuenta el narrador de esa novela que
tú y yo sabemos.
Albert
y Mileva, que entre 1911 y 1912 viven en la calle Lesnická de Praga, en el
barrio de Smíchov, a orillas del Moldava. Y allí Mileva ya no es feliz:
consideraba que el agua era poco salubre, el aire estaba contaminado de hollín
y los praguenses estaban estamentalizados en dos clases, o esnobistas y
aficionados al lujo los unos, o serviles y rastreros los otros.
¿Y
qué decir de Lieserl? La hija que Albert y Mileva tuvieron cuando todavía eran unos
jóvenes solteros, intensamente enamorados: Nacida en 1902, en las proximidades
de Novi Sad, a orillas del río Tisa, acude a Praga el 16 de junio de 1930,
según nos detalla en su Diario, y en la ciudad checa permanece hasta finales de
agosto de 1945.
Muy
bien lo saben los lectores de Sinfonía de Praga, que han podido deleitarse
con quince años del diario de Lieserl, en el que ella narra el mundo en que
vive, «en el presente cambiante y siempre distinto que me toca vivir en esta
Europa bulliciosa y atropellada, en esta Praga próxima y distante a un tiempo,
que me tiene maravillada» (Págs. 163-164).
Después
de leer la columna de Rosa Montero, a mi memoria han venido unos versos de Proverbios y cantares de Antonio Machado: «Se miente más
de la cuenta / por falta de fantasía: / también la verdad se inventa».
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