En estos tiempos tan extraños nos hemos refugiado
con Gustav Mahler en el Real Concertgebouw de Ámsterdam.
Sí, ya sé que Mahler es mucho Mahler. ¿Y todo
Mahler?
Porque todo Mahler es lo que hemos disfrutado a
manos llenas durante estos días (Mahler festival online).
Así, nos hemos recreado con la Sinfonía n.º 1.
O hemos resucitado con la Sinfonía nº 2 (¡Ay,
ese último movimiento!):
«Interpretación
emotiva, sincopada, emocionante, de ritmo lento para degustar los diversos
sonidos e instrumentos y las voces de las solistas y del coro. Solistas y coro
que unas veces discurren como un mero susurro en la tierra profundamente
silenciosa, que no dormida —mientras germinan las semillas que han de brotar
algún día, en la primavera que tiene que venir—, y otras veces se transforman y
llegan a un primer plano de fuerza y de majestuoso sonido que te hace
estremecer y te envuelve en la naturaleza emergente que explota, esplendorosa y
feliz» (Pág. 411 de esa novela que tú y yo sabemos).
O hemos disfrutado con la Sinfonía nº 5, famoso
Adagietto incluido.
Y qué decir de la Sinfonía
n.º 8, en mi bemol mayor? Los recuerdos
nos han llevado a otros tiempos, que ya no son estos, cuando el narrador de Sinfonía de Praga se fue con Meme un día muy señalado, el 18 de mayo
de 2011, a festejar (Págs. 409-410):
«…perdidos
entre la multitud, aunque ubicados en el lugar más preferente de todo el
pabellón, Meme y yo, junto con otros varios miles de melómanos, acudimos al O2 Arena de Praga a deleitarnos con la Sinfonía n.º 8, en mi bemol mayor, “Sinfonía
de los Mil”, de Gustav Mahler. Era esa nuestra forma de celebrar, de manera
tan gloriosa, el día del centésimo aniversario de la muerte del compositor.
»Más
de quinientas personas en escena, entre los músicos de la Orquesta Sinfónica de
la Radio del Norte de Alemania y de la Orquesta Filarmónica Checa, los miembros
de los seis coros –Coro de la Radio del Norte de Alemania, Coro Filarmónico de
Praga, Coro Kühn de Praga, Coro del Festival de Música de la Academia de
Schleswig-Holstein, Coro Knabenchor de Hannover y Coro “Boni Pueri” Niños de
Praga– y ocho solistas, todo ello bajo la dirección de Christoph Eschenbach.
»Aunque
el concierto no puede compararse con la première
–dirigida por el propio Mahler el 18 de septiembre de 1910 en Múnich (850
miembros en el coro –entre ellos, 350 niños–, 146 miembros en la orquesta, 8
solistas y el director, componiendo un total de 1.005 personas, y 3.200
expectantes y encantados asistentes en el auditorio del Neue Music-Festhalle de
Múnich)–, se le parecía mucho: el entero universo resonando en el recinto del O2 Arena de Praga en un sentido homenaje
al gran Mahler, rememorando los 100 años de su muerte y de su azarosa vida –ay,
Alma Maria, ¿por qué, dime, por qué?; ¿por qué diste tanto para tanto quitar?
»Con
la última escena del Fausto de Goethe
al fondo, se invoca al espíritu –Veni,
creator spiritus– con las intervenciones del Pater Ecstaticus y del Pater
Profundus o del Doctor Marianus y
de la Magna Peccatrix, de la Mulier Samaritana o de Maria
Aegyptiaca, de modo que el gran formato de la orquesta, el multitudinario
coro y los diversos solistas entonan una composición grandiosa que acoge al
universo todo, que nos engulle y profundamente emociona.
»Majestuosa
creación sinfónica, desde el Veni,
creator spiritus, con el que se abre la sinfonía, hasta el final, con la
última intervención del Doctor Marianus
y el cierre del Coro, fáustico, goethiano: Das
Ewig-Weibliche zieht uns hinan [El eterno femenino nos impulsa]».
Y de
recuerdo en recuerdo, nos fuimos también de cena con Meme, tras concluir la
sinfonía, al restaurante kosher King Solomon,
situado en pleno corazón del barrio judío praguense, en la calle Široká.
O rememoramos
lo que hubo después del Carp paté with
fresh grated mixture of horseradish, beetroot and honey, acompañado por Red Muscat, Tishbi 2008, de la sopa Feast gold chicken broth with fine matzoh
balls and organic pasta; y del Baked
duckling drumstick with schollet and sauteed cabbage, regado todo ello con un
maravilloso vino francés Château
Giscours Margaux 1995, tras concluir con un delicioso sorbete de fruta,
bien fresquito, casi helado.
Sí, que,
tal como el poeta escribió, «y entrando
en el jardín de los amores, / cogí las tiernas flores / con el fruto dichoso: /
¿quién vio nunca pastor tan venturoso?».
La canción de la tierra, (Das Lied
von der Erde), compuesta durante 1907 y 1908
por Mahler, una vez desatadas las furias que le habían arrebatado la vida a María,
su hija mayor, muerta a los cuatro años, y le habían diagnosticado un problema
cardiaco que le habría de llevar pronto a la tumba, también ha venido a
acompañarnos:
«Sinfonía
vocal a partir de la poesía de Li-Tai-Po, Mong-Kao-Jen y Wang-Wei, con
adiciones del propio Mahler –como los versos finales que concluyen el sexto
movimiento con un reiterado Ewig...
ewig... (Eternamente...
eternamente...)–, basada en “La Flauta China” de Hans Bethge. Filosofía de
la naturaleza, que se renueva año tras año, y que permanece estable a pesar de
que el hombre camine, inexorablemente, hacia la muerte. Sonidos exóticos con
instrumentos novedosos como el tam-tam o la celesta» (Pág. 413).
O, por
reproducir un fragmento de la versión extendida de Sinfonía de Praga, que
no han podido conocer los lectores:
«El
primer movimiento (Das Trinklied vom
Jammer der Erde), canción báquica de la miseria terrenal: el vino brilla en
la dorada copa mientras el firmamento es eternamente azul y la tierra, que ha
permanecido inmutable durante largo tiempo, se llena de flores en primavera, en
contraste con el hombre, que, cual un mono, vive una corta vida. Segundo
movimiento (Der Einsame im Herbst):
el solitario en otoño, con nieblas que ondean, azules, en el mar. Tercer
movimiento (Von der Jugend): la
juventud en el pabellón de porcelana verde y blanca, en el centro del estanque.
Cuarto movimiento (Von der Schönheit):
la belleza de las chicas jóvenes que cogen flores de loto bajo el sol dorado
mientras los chicos se acercan presurosos en valerosos caballos. Quinto
movimiento (Der Trunkene im Frühling):
el borracho en primavera, que apura la copa de la vida. Sexto movimiento (Der Abschied): la despedida en el ocaso
de la naturaleza mientras el corazón del poeta ya espera su hora, eternamente... eternamente... (Ewig... ewig...)».
Y ante el último movimiento de la Sinfonía n.º 9, en re mayor, solo resta callar y sentir, sentir y callar cuando
las notas se convierten en silencio o el silencio se hace notación musical en
las manos del Mahler, que ya apela a lo que vendrá después de su próxima muerte.
¡Silencio!
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