20/10/17

Poética de la novela, o el arte de hacer novelas en este tiempo


         
          Concebida como obra de arte, la novela en este tiempo, si quiere ser tal y como tal ser considerada –obra literaria y creación artística, al fin y sobre todo–, se ha de someter a las estrictas reglas de la poética o de la retórica de la novela, al arte de hacer novelas en este tiempo, parafraseando al bueno de Lope de Vega.

Sin embargo, todo autor que se precie –canon y contracanon–, a la vez que se somete a las estrictas reglas de la poética o de la retórica de la novela, al arte de hacer novelas en este tiempo, ha de promover también su ruptura y transgresión, que por la lógica de toda creación artística, han de ser violadas. Y más aún en los actuales tiempos de mediocridad plomiza, tiempos de vacua trivialidad, si es que no tiempos de posverdad y transvanguardia, como algunos dicen.

Sí, ya sé que en la novela que promovemos hay y tiene que haber artificio, que hay y tiene que haber invención, disposición y elocución, que hay y tiene que haber toma de decisiones –y decidir es cortar por lo sano todo lo mucho que no ha de estar para permitir que logre ser únicamente lo que tiene que ser.

Y sé también que hay y ha de haber, en fin, selección –y actos de reflexión, y actos de voluntad, y actos de resolución–, que ese es el arte de la novela y ese es el arte de novelar en este tiempo.

«La novela no examina la realidad, sino la existencia. Y la existencia no es lo que ya ha ocurrido, la existencia es el campo de las posibilidades humanas, todo lo que el hombre puede llegar a ser, todo aquello de lo que es capaz», señala acertadamente Milan Kundera en El arte de la novela.

Esta es la perspectiva desde la que concebimos la novela postmoderna, que es y ha de ser también mistificación, escritura desatada e imitación compuesta. La novela, nowwwela o nowebla que buscamos es y ha de ser finalmente una mesa de trucos, tapiz de diversos y bien entrelazados hilos y composición coral, al fin, si bien se lee.

Por ello la obra de arte que hoy día se presenta bajo el marbete de «novela» se adscribe a un género proteico y misceláneo por excelencia: En ella cabe todo, se presta a todo, incluso a cualquier capricho de un ser experimentado que se las sabe casi todas y quiere y desea nuevos goces, una vuelta de tuerca más en la serie literaria, en el canon concebido y conocido bajo el rótulo de novela.

La novela así entendida no ha de renunciar por ello a los sabios principios de la retórica clásica, «utile et dulce», o más propiamente «miscere utile dulci», como pide Horacio en Ad Pisones, enseñar deleitando; a la vez que es y ha de ser expresión estética de la ética humana (“Nulla aesthetica sine ethica”): Responsabilidad ética para analizar críticamente el pasado y críticamente comprometerse con el presente, corresponsabilidad ética con el mundo que hemos de dejar hacia el futuro.

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