Aunque mi buen amigo Antonio
Fernández Lentisco no necesita mucha ayuda para ello —con lectores como él el
escritor que uno pretende ser tiene ganado el cielo en la tierra—, a raíz de la
publicación que hicimos ayer (desde los Cuartetos de Eliot reflexionábamos sobre el tiempo: http://sinfoniadepraga.blogspot.com/2019/10/en-mi-comienzo-esta-mi-fin.html), algunas citas hemos querido ponerle ante los ojos.
Y así, le hemos recordado
el inicio de la peripecia de esa novela que tú y yo sabemos:
«Toda historia tiene un
principio y un fin, aunque para ello es necesaria la participación de un
narrador o autor y de un receptor o lector.» (Pág. 15).
O le
hemos invitado a adentrarse en la página 326, que seguro que iluminará la
lectura de la obra:
«Y
entre principio y fin —entre principio y final, entre principios y finalidad—
está lo que el autor, dios todopoderoso y eterno a través de su creación, ha
considerado que ha de estar —acto de reflexión—, ha querido que esté —acto de
voluntad—, ha decidido que tiene que estar —acto de resolución.»
Y hasta
acercarse nuevamente a la página 454, que aportará claves de interés:
«Cumplidos
los malos presagios, que Otto supo de algún modo captar a la llegada del tren a
Hlavní nádraží aquel 16 de junio de 1930 —malos presagios que se repiten a raíz
del sueño que tuvo Otto el 14 de julio de 1943—, convertida la familia feliz
del inicio del Diario y de Anna
Karénina en la familia
desgraciada que ha resultado ser, asistimos al cierre del círculo —principio y
fin conjuntados—, y al fin de la historia, «que ya ha llegado», últimas
palabras que Lieserl escribe en la última anotación de su Diario.»
O dejar que el coronel HH
reaparezca nuevamente en esta historia (Pág. 507):
«Mucho sabía, pues, el
coronel Huberto Heco y mucho daba a entender. Parecía obvio que hasta aquí
habíamos llegado, que nada más podíamos hacer ni nada más podíamos esperar —una
vez bien entrelazados los diversos hilos del tapiz que estamos tejiendo—, que
ya solo quedaba hacer avanzar la novela —y esa tarea era mía—, a la búsqueda
del final, que lo que teníamos teníamos, sin que pudiéramos esperar nada más u
otra ayuda alguna, que principio y fin habían de confluir y cerrarse y que dos
años más de trabajo debía de ser suficiente para ello, de manera que el 8 de
mayo de 2014 —día señalado, el Día de la Victoria (Den vítězství)—
pudiéramos escribir la última palabra de nuestra parte en esta historia.»
Para llegar, finalmente,
al cierre de la peripecia de la historia narrada, que no de la novela, como
saben muy bien los lectores, que la novela es mucho más que la peripecia
narrada (Pág. 516):
«Cuando todo se ha
consumado en Tel Aviv, esta historia, pues, ha de acabar. Con la herencia Brod
pasando a manos de la Biblioteca Nacional de Israel y con el Diario de Lieserl
en nuestro poder, esperando salir a la luz pública, bien integrado en esta
singular aventura, formando parte de esta historia o novela —nowwwela o nowebla, obra de arte, al fin—
a la que todavía le falta poco más de año y medio para llegar a la fecha
señalada, debo aislarme totalmente del mundo de los vivos, abandonar todo
trabajo y ocupación y entregarme de lleno, en cuerpo y alma, a concluirla
—todo y solo para ella, como homenaje y tributo para ella, para que lo que
hubiera existido permanezca por siempre, indeleble, y continúe eternamente en
el tiempo, de manera que, lograda su finalidad y plenamente realizada,
encuentre su final, principio y fin —intentio operis— finalmente
conjuntados, que ya ha llegado.»
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