«Hubo un
tiempo en que la música era mucho más que un arte. Era mito, logos, realidad,
símbolo. Como en un juego de espejos, la armonía musical reflejaba la armonía
del mundo».
Así
escribe mi buen amigo Vicente Carreres en La edad de la armonía (Madrid:
Instituto Juan Andrés de comparatística y globalización, 2019) y es un placer
leerlo y seguir aprendiendo con él.
Me gusta
lo que escribe Vicente Carreres y cómo lo escribe; y me gusta especialmente
porque la música nos ha unido a ambos en Praga. A él desde su actividad durante
los últimos años como profesor en el Gymnázium Budějovická de Praga, a mí desde el homenaje que a la
música se hace en esa novela que tú y yo sabemos.
Y he de
agradecerle enormemente los comentarios que, generoso, me traslada sobre Sinfonía
de Praga:
«Es una
bomba. y, desde luego, rara avis en el contexto de la novela española reciente
y no tan reciente. Nuestros novelistas suelen entender la novela como
estructura o como estilo. No es tu caso: lo vampirizas absolutamente todo, en
plan cervantino: realidad, sueño, imaginación, historia, ciencia, música,
política...
En
realidad, es una novela muy germánica, con discurso, con ideas; una novela que
quiere desbordar sus propios límites, en la órbita de Mann, Musil o Broch.
Y me
impresiona también el conjunto de textos complementarios que has desplegado:
los documentos, las explicaciones sobre el autor, el género... Enlazados
componen una especie de metanovela coexistiendo y confundiéndose con la propia
novela. Es un mundo. Flipante».
Me agrada
leer en La edad de la armonía: «Lo histórico no es un fin en sí mismo.
Es una vía para vivir más plenamente una música cuyo interés desborda con mucho
su valor documental». Para añadir inmediatamente —y estoy plenamente de acuerdo— que el
presente incluye otros tiempos, y que nuestro privilegio es ser capaces de integrarlos
para comprenderlos, para vivirlos nuevamente en el presente.
Conocedor
de los pagos que en este momento estoy transitando, con Walter Benjamin entre
las manos, y que he hecho públicos hace unas semanas (http://sinfoniadepraga.blogspot.com/2019/07/retirado-en-la-paz-del-monte-abantos.html),
Vicente Carreres me escribe:
«Y muy
interesante tu proyecto. Por supuesto que conozco a Benjamin. Y lo admiro. Lo
leí primero en la facultad y luego por mi cuenta, aunque no puedo decir que lo
domine. Es un tipo donde confluyen muchas cosas heterogéneas y quizá
contradictorias: judío y alemán, nacional y apátrida, comunista y romántico.
Reúne todas las cualidades que necesitas para situarte donde tú quieres: está
en una encrucijada, étnica, política, cultural... Y encima el tipo ya es autor
de culto en muchos círculos intelectuales. Lo fue y lo sigue siendo. O sea, que
a tope con eso. Aunque seguro que ya lo estás».
Con amigos
como Vicente Carreres el escritor que uno quiere ser va ganando el cielo en
esta tierra.
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